
El Pacífico en un mapa del gran cartógrafo A. Ortelius de 1598
Durante el siglo XVI los navegantes españoles, sedientos de aventuras y sobre todo de riquezas y poder, protagonizaron multitud de expediciones y descubrieron nuevas tierras en la inmensidad del Pacífico, llegaron a los rincones más alejados y recorrieron archipiélagos e islas desde Australia a Japón, contactando con civilizaciones del Extremo Oriente como la de China. Solo a partir del siglo XVII se les unirían los holandeses y más tarde los ingleses y franceses. Sin embargo, serían éstos los que se llevaron el reconocimiento y el prestigio, y siglos después, casi nada había trascendido de aquellos marineros vascos, castellanos o portugueses que al servicio de la corona española habían navegado y explorado el océnao Pacífico. Es como si el afán de conquista hispano se hubiera quedado limitado al Atlántico y América y el descubrimiento y exploración del Pacífico fuera cosa de otros, de marinos como el holandés Abel Tasman en el siglo XVII, o el inglés James Cook y los franceses Bougainville y La Pérouse en el XVIII. Sin embargo, durante el siglo XVI y la primera parte del XVII el dominio de los mares fue hispano y el Pacífico no quedó al margen de ello, convertido en un "lago español". Y como prueba quedaron la multitud de topónimos hispánicos que han pervivido y que todavía podemos observar con un simple vistazo en el atlas: es el caso del estrecho de Torres entre Australia y Nueva Guinea y multitud de archipiélagos como las Carolinas, las Marianas, las Marquesas, las islas Filipinas -en cuyo territorio abunda la toponimia española con islas como Negros o ciudades como Legaspi, Lucena, Angeles o Puerto Princesa entre otras muchas-, el archipiélago de las Salomón, algunas de cuyas islas mantienen nombre español -San Cristóbal, Santa Isabel o Guadalcanal-, el archipiélago de la Santa Cruz, al este de las Salomón, o la isla Espíritu Santo en Vanuatu (Nuevas Hébridas).
DESCUBRIMIENTOS Y EXPLORACIONES ESPAÑOLAS EN EL SIGLO XVI Y XVII
En 1514 Vasco Nuñez de Balboa cruzaba el istmo de Panamá y se plantaba ante un nuevo e inmenso océano, al que llamó el Gran Mar del Sur. Desde entonces, resultó evidente que la idea de Colón de que las tierras descubiertas en sus viajes formaban parte de Asia era un error. La necesidad de conocer el nuevo mar abrió el camino a las exploraciones españolas que pretendieron abrir una nueva ruta alternativa para llegar a las islas Molucas -en la actual Indonesia-, conocidas entonces como las Islas de las Especias. Estas islas eran el centro de un comercio, el de las especias, que desde el fin de la Edad Media procuraba enormes beneficios y que dominaban los portugueses a través de sus asentamientos en África, la India y el sudeste asiático, a través del océano Ïndico. El Tratado de Tordesillas de 1494 había fijado las zonas de influencia de Portugal y Castilla, dominadores de los mares, pero no estaba claro si las islas Molucas entraban en una zona u otra. Esa indefinición permitió que la corona española siguiera buscando una ruta alternativa, que solo podría hallarse a través del Pacífico. Por eso el rey Carlos I financió la expedición de Fernando de Magallanes que daría la vuelta al mundo y buscaría una ruta alternativa hasta las Islas de las Especias. Salió de España en septiembre de 1519 y regresó tres años después, en septiembre de 1922. Sufrieron rebeliones, hambre, guerras y enfermedades, y el propio Magallanes murió, como la mayoría de los miembros de la expedición. En septiembre de 1522 llegaban a Sanlúcar de Barrameda dieciocho supervivientes bajo el mando de Juan Sebastián Elcano. Habían dado la primera vuelta completa al globo terráqueo, habían descubierto las Filipinas y las Marianas y traían un cargamento importante de especias, pero no habían logrado conquistar las Molucas. El viaje había sido largo: habían rodeado América del Sur por el que después se llamaría estrecho de Magallanes y se habían internado por primera vez en el Gran Mar del Sur, que denominaron Pacífico por los escasos vientos que encontraron y las calmas que ralentizaron el viaje y los condenaron al hambre y el escorbuto, acuciados por la falta de agua potable y alimentos frescos. Tres meses después llegaban a las Marianas, con la mala suerte de haber recorrido miles de kilómetros sin toparse con las múltiples islas que había. Descubrieron después el archipiélago de las Filipinas, donde murió Magallanes, y más tarde Elcano llegaba a las islas Molucas, partiendo después hacia España en un largo viaje por mares portugueses, atravesando el océano Índico y bordeando Äfrica.
Carlos I trataría de ocupar las islas Molucas mandando posteriormente una flota al mando de fray García Jofre de Loayza, que también fracasó. El Tratado de Zaragoza de 1529 fijó de forma definitiva los límites de la expansión de los imperios ibéricos y las Molucas quedaron fuera del alcance castellano. A pesar de todo, los navegantes españoles siguieron navegando por el nuevo océano y en 1528 Álvaro de Saavedra encontró una nueva ruta que permitía cruzar el Pacífico desde Nueva España hasta Filipinas en mucho menos tiempo que el precisado por Magallanes. La vuelta hacia América seguía siendo, sin embargo, un problema serio. En 1542 sería Ruy López de Villalobos quien llegaría de nuevo a las Filipinas, explorándolas y dándoles su nombre en honor a Felipe II. Poco después moriría en las Molucas, preso de los portugueses.

Cuadro: Andres de Urdaneta
En la expedición de Villalobos llegó a las Molucas el capitán Iñigo Ortiz de Retez, que recaló más tarde en la isla ya conocida por los Portugueses como Papúa, y que él denominó Nueva Guinea por la apariciencia de sus habitantes, que le resultó parecida a la de los negros del golfo de Guinea.
En 1560 Felipe II decide impulsar la expansión por el Pacífico y ordena colonizar las Filipinas, para convertirla en la base española del comercio con Asia y China, a pesar de violar los tratados vigentes con Portugal y estar fuera de su zona de expansión.. Es enviado Miguel López de Legazpi desde México, que recala y conquista Guam y después desembarca en el archipiélago filipino, en las islas de Cebú, Mindanao y Luzón. La resistencia encontrada le obliga a buscar ayuda y entre aquellos que estarán en la flota de regreso esta Andrés de Urdaneta, un religioso vasco, gran marino y uno de los que mejor conoce el Pacífico. Subirá hacia el norte y cogerá a la altura de Japón la gran corriente del Kuro Shivo, que le conducirá hasta California, bajando luego hasta Acapulco, cuatro meses para veinte mil kilómetros. Se había encontrado en 1565 la llamada ruta del Tornaviaje, utlizada a partir de entonces por los nvegantes españoles y que permitía comerciar con América sin necesidad de volver por el océano Ïndico y atravesar las áreas de influencia portuguesa.
Legazpi recibió ayuda y consolidó sus conquistas. En 1571 fundaba el que sería el centro de la presencia española en Asia, la ciudad de Manila, ubicada en un excelente puerto natural al oeste de la isla de Luzón, desde el que se desarrollaría pronto un intenso comercio con China.

Fundación de Manila por Miguel López de Legazpi.

Álvaro de Mendaña
Pronto surgirán nuevas expediciones desde Nueva España -México- y Perú, estimuladas por la ambición y la creencia en leyendas como la de la Terra Australis, el legendario continente del Sur, o las islas del Oro, supuestamente situadas al oeste de América. Con esas leyendas en la cabeza parte de Perú una expedición al mando de Álvaro de Mendaña en 1567. Después de tres meses de navegacióndescubren unas islas, bautizadas como islas Salomón, pensando que podían ser las míticas minas del biblico rey Salomón. Tuvo que regresar a Perú, pero 25 años después Mendaña volvía a la zona con una nueva expedición que le permitió descubrir las islas Marquesas y encontrar las islas de Santa Cruz, al sudeste de las Salomón, donde finalmente volvió a recalar y encontró la muerte. En aquel viaje le había acompañado como piloto el portugués Pedro Fernández de Quirós, que después, en 1603, comandará una nueva expedición para buscar la Terra Australis desde Perú. No la encontró pero descubrió la isla Espiritu Santo y el archipielago de Nuevas Hébridas. Un temporal separó la expedición y su segundo, Luis Váez de Torres, navegó en dirección oeste, penetrando por el estrecho que separa Nueva Guinea de Australia, hoy con su nombre. Por primera vez un europeo avistaba el continente australiano, aunque sin percatarse de que se encontraba ante una gran masa continental.
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Sin embargo, y a pesar de todas estas expediciones, los españoles no consiguieron convertir las costas de Asia y Oceanía en una nueva América, los recursos encontrados no eran los mismos y nunca se descubrieron extensos territorios con mucha población -no se halló la mítica Terra Australis-, no se explotaron grandes recursos mineros y las leyendas de las islas de oro y plata nunca se convirtieron en realidad, muchas poblaciones fueron hostiles y cuando se llegó a las islas del sudeste asiático ya estaban bien asentados los portugueses, a la vez que en el continente existían sólidos imperios y civilizaciones que dificultaban la penetración europea -China o Japón-. Por otro lado, el viaje desde España era muy largo y tortuoso y había que cruzar dos océanos, lo que impedía la llegada de muchos españoles, dificultando la colonización de los nuevos territorios. Tan solo fueron conquistados algunos archipiélagos como las Marianas y las islas Filipinas, convirtiéndose éstas en el gran enclave español en Asia. Hubo intentos de asentarse en Indochina y Formosa, que no cuajaron, e incluso planes para la conquista de China. De hecho, la propia colonización de Filipinas se hizo con muy pocos españoles, de ahí que el peso de los misioneros y religiosos fuera especialmente grande, mucho mayor desde luego que en América. Allí calaron entre la población local, donde se extendió un fuerte sincretismo de las tradiciones locales con el cristianismo. El proceso de evangelización se vió beneficiado también por el uso de la lengua indigena -lo que no ocurrió en América-, como se estableció en el Sínodo de Manila de 1584.

FUENTE: las historias de doncel
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