viernes, 7 de agosto de 2015

EL GENOCIDIO DE LOS INDIOS AMERICANOS A MANOS DE LOS ESTADOUNIDENSES E INGLESES



Una de las mejores películas para conocer la historia de genocidio, abuso y discriminación de los nativos americanos en Estados Unidos, es “A good day to die“.



El documental, dirigido por David Mueller y Lynn Salt en 2010, retrata la vida del activista y profesor nativo americano Denis Banks, indio Anishinaabe de la reserva de Leech Lake, y uno de los miembros fundadores del movimiento American Indian Movement (AIM), que surgió para intentar mejorar las condiciones de vida de los sobrevivientes de las tribus nativas.

Uno de los primeros autores en denunciar los desplazamientos forzosos, asesinatos y abuso de los nativos americanos en Estados Unidos fue Helen Hunt Jackson, con su libro de 1988 “A Century of Dishonor”.

Son varios los especialistas que hablan abiertamente del genocidio perpetrado por el gobierno estadounidense a lo largo de la historia contra las tribus nativas americanas.

Por ejemplo Ward Churchill, profesor de estudios étnicos de la Universidad de Colorado, dice que la reducción de la población nativa americana desde alrededor de 12 millones en el año 1500 a unos 237,000 en 1900 representa un “vasto genocidio, el más sostenido de la historia”.

De acuerdo con David E. Stannard, historiador de la Universidad de Hawai, para finales del siglo XIX los nativos americanos habían sufrido “el peor holocausto humano que el mundo haya presenciado, una campaña que duró cuatro siglos y que consumió las vidas de decenas de millones de personas”.

Por su parte el historiador Richard Drinnon publicó en 1972 un libro titulado “The American Indian: The First Victim” en el que insta a los lectores a recordar que la fundación de la civilización estadounidense se vio manchada por el robo, el asesinato y el genocidio.

Por su parte Kirkpatrick Sale afirma en su libro de 1990 “The Conquest of Paradise” que los ingleses y sus sucesores estadounidenses siguieron una política de exterminación que mantuvieron durante cuatro siglos.

Aunque existen disparidades en el númmero de nativos americanos vivos cuando entraron en contacto con los europeos por primera vez, incluso las cifras más conservadoras apuntan a una drástica caída.

En 1928 el etnólogo James Mooney propuso que había 1.15 millones de nativos americanos en las áreas tribales ubicadas al norte de México cuando llegaron los europeos. Para 1987, Russell Thornton dio una cifra de más de 5 millones en su libro “American Indian Holocaust and Survival”, que equivale a más de cuatro veces el número propuesto por Mooney.

Por su parte, Lenore Stiffarm y Phil Lane, Jr. sugieren que habían 12 millones de nativos americanos cuando llegaron los europeos, mientras que el antropólogo Henry Dobyns calculó en 1983 que la población de nativos americanos en lo que hoy es Estados Unidos ascendía a 10 millones.

Entre 1500 y 1900, hubo incontables masacres de nativos americanos. La lista de las principales masacres se encuentra al final del texto*.

A mediados del siglo XIX se crearon las primeras reservas de nativos americanos y para 1876 casi todas las tribus ya habían sido reubicadas cerca de fuertes militares. A partir de ese momento, empezaron a recibir productos básicos (commodities) del gobierno estadounidense de una calidad ínfima que diezmaron la salud de los indios y desencadenaron pandemias como la diabetes.

El gobierno estadounidense reconoce a 565 tribus de nativos americanos. Actualmente existen 2.5 millones de nativos, de los cuales alrededor de un millón viven en reservas, que en total abarcan una extensión de 22.5 millones de hectáreas, o 2.3% del territorio total de Estados Unidos. Es decir, los nativos americanos fueron privados de 97.7% de sus tierras. A ninguna tribu se le concedió el derecho de conservar sus tierras ancestrales y todos los habitantes fueron desarmados.



Asimismo, el documental “A good day to die” habla sobre otras políticas infames del gobierno estadounidense, como la que en los años de 1950 obligó a los niños nativos americanos a abandonar sus comunidades y familias para ser colocados en internados en los que les enseñaban oficios durante cuatro años.

Otro enemigos que diezmaron la población de nativos americanos fueron los patógenos introducidos por los europeos, como la viruela, el sarampión, la gripe, la tosferina, la difteria, el tifus, la peste bubónica, el cólera y la fiebre escarlata, que en algunos casos arrasaron con tribus enteras.

Autores como Alfred Crosby consideran que estos asesinos invisibles transportados por la sangre y aliento de los hombres blancos resultaron en la muerte de entre 75 y 90% de todas las muertes de nativos americanos.

Asimismo, existen algunos ejemplos de una guerra biológica premeditada e intencional del hombre blanco contra los nativos americanos.

En 1763 , un levantamiento particularmente grave puso en peligro las guarniciones británicas al oeste de las montañas de Allegheny. Preocupado por sus limitados recursos y disgustado por los métodos de guerra de los indios, Sir Jeffrey Amherst, comandante en jefe de las fuerzas británicas en América del Norte, escribió lo siguiente al coronel Henry Bouquet de Fort Pitt : “Hará bien en tratar de inocular a los indios [de viruela] por medio de mantas, así como en probar cualquier otro método que puede servir para extirpar esta execrable raza”.

En el mes de junio, dos comerciantes en Fort Pitt dieron mantas y un pañuelo del hospital en cuarentena de la fortaleza a dos visitantes indios de Delaware, y uno de los comerciantes escribió en su diario: “Espero que tenga el efecto deseado”. La viruela ya estaba presente entre las tribus de Ohio, pero en algún momento después de este episodio, hubo otro brote en el que murieron cientos de personas.

Un segundo ejemplo se refiere a un presunto incidente ocurrido el 20 de junio de 1837. Según Churchill, ese día el ejército de Estados Unidos empezó a distribuir mantas a los mandan y otros indios reunidos en Fort Clark en la actual Dakota del Norte. Las mantas habían sido tomadas de un hospital militar en St. Louis en cuarentena por viruela.

Cuando los indios empezaron a mostraron síntomas de la enfermedad el 14 de julio , el cirujano aconsejó a los acampados a dispersarse y buscar “refugio” en los pueblos de los parientes sanos. De esta manera, la enfermedad fue propagada, los mandan fueron “prácticamente exterminados”, y otras tribus sufrieron pérdidas igualmente devastadoras.

Churchill cita una cifra de “100,000 o más muertes” causadas por el ejército de Estados Unidos en la pandemia de viruela de 1836 a 1840. Stiffarm y Lane apoyan la afirmación de Churchill. Dicen que “la distribución de mantas infectadas de viruela por el ejército de Estados Unidos entre los mandan de Fort Clark fue el factor causante de la pandemia de 1836 a 1840″. Como prueba, citan el diario de un contemporáneo de Fort Clark: Francis A. Chardon, si bien el diario no sugiere que el ejército estadounidense distribuyó las cobijas infectadas, sino que atribuye la epidemia a un pasajero de un barco.

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