martes, 29 de septiembre de 2015

INCURSIONES PIRATAS EN MARACAIBO Y PANAMA





Nadie opuso resistencia cuando la flota corsaria de Morgan penetró en la laguna de Maracaibo. Los piratas saquearon la ciudad, devastada tan sólo dos años antes por el Olonés, el terrible pirata francés. El mismo destino sufrió otra ciudad de la laguna, Gibraltar. Pero mientras los bucaneros se entretenían recogiendo el botín, el almirante de la armada de Barlovento, don Alonso de Campos, ordenó sellar el canal de entrada a la laguna con tres navíos, provistos con un total de 94 cañones. Parecía que los corsarios de Jamaica no tenían escapatoria. Pero Morgan supo mantener la calma y, sobre todo, aguzar el ingenio. Se le ocurrió, en efecto, convertir un barco mercante en un fingido navío de guerra, simulando cañones por medio de troncos de madera; la embarcación, en realidad, iba cargada de barriles de pólvora. Los bucaneros la condujeron hasta la altura del primer navío español, la engancharon a éste y prendieron las espoletas de la pólvora mientras escapaban en sus botes. El bajel español quedó reducido a cenizas. El segundo navío hispano naufragó al intentar la huida y el tercero fue presa de los piratas.

Durante los siguientes dos años, Morgan permaneció en Jamaica llevando una vida de caballero latifundista. Las autoridades británicas habían dado instrucciones de evitar las acciones de piratería contra los españoles, y el galés debió suspender su actividad corsaria. Pero a finales de 1670, como represalia a un ataque de un corsario español, Morgan preparó una nueva expedición. Su objetivo esta vez era Panamá, la «sala de máquinas» del Imperio español. La noticia se difundió por todo el Caribe y cientos de bucaneros acudieron al punto de encuentro que había fijado el corsario galés, en el sur de la isla Tortuga. Allí se congregaron cincuenta naves y 1.500 piratas, además de una hechicera: la armada pirata más colosal de la historia de las Indias Occidentales.




Golpe al corazón del imperio







Los navíos de Morgan recalaron en la desembocadura del río Chagres, en el istmo de Panamá, donde conquistaron una fortaleza española. A continuación, los bucaneros debían cruzar a pie el istmo para llegar a la costa del Pacífico, donde estaba Panamá. Durante diez días atravesaron montes, ríos y pantanos, padeciendo hambre, enfermedades, emboscadas... Finalmente se ofreció ante su vista el perfil de la ciudad de Panamá, una de las más ricas y prósperas de la América española. Estaba defendida por 1.200 soldados de infantería y 400 de caballería, bajo el mando de don Juan Pérez de Guzmán.

Morgan entendió que sus hombres, cansados por la travesía, poco podían hacer en un choque frontal y resolvió atacar por el lado menos previsto. Las fuerzas panameñas salieron en su persecución pero sufrieron una devastadora descarga de proyectiles. El plan secreto de los defensores, consistente en lanzar una manada de bueyes en estampida, no hizo sino aumentar el desconcierto. Vencida la resistencia extramuros, los bucaneros lograron entrar en la ciudad y tras unas horas de lucha en las calles se hicieron con su control. Pero entretanto se declaró un devastador incendio, no se sabe si por orden de Morgan, por orden del gobernador español o por accidente. El Panamá Viejo ardió hasta sus cimientos; tras la marcha de Morgan la ciudad se debió reconstruir en un nuevo emplazamiento.

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