martes, 1 de septiembre de 2015

LAS GUERRAS CARLISTAS Y EL NACIONALISMO




A la muerte de Fernando VII, los absolutistas cerraron filas tras su hermano Carlos María Isidro y declararon la guerra al Estado liberal, representado por Isabel II. El carlismo, afín al tradicionalismo europeo y hoy reivindicado por muchos políticos nacionalistas, provocó un conflicto que durante cuatro décadas ensangrentó la Península y lastró su desarrollo económico.

No resulta posible comprender la Historia contemporánea de España sin prestar una especial atención al carlismo. Este movimiento contribuyó a provocar dos guerras civiles en el siglo XIX: la Primera Guerra Carlista (1833-1840) y la Segunda (1872-1876). Participó, asimismo, en numerosas insurrecciones, algaradas, pronunciamientos y conflictos bélicos menores. Y, ya en el siglo XX, sus partidarios se unieron al bando insurrecto en la Guerra Civil española (1936-1939). El carlismo consiguió movilizar a millares de hombres e implicar a otras tantas familias. Su protagonismo no se limitaría, no obstante, al terreno armado. Los carlistas defendieron sus ideas en libros y periódicos, crearon centros políticos y sindicatos y participaron en las elecciones, ocupando un número no despreciable de escaños en las Cortes españolas. También dieron lugar, lógicamente, como todas las culturas políticas importantes, a mitos, ritos y memorias.

El carlismo forma parte de esta categoría más general que se ha venido a denominar contrarrevolución, presente en el siglo XIX en la mayor parte de los Estados de Europa occidental. Liberalismo y revolución eran los principales enemigos de estos movimientos contrarrevolucionarios. El carlismo no sería, sin embargo, la única modalidad de contrarrevolución desarrollada en España –piénsese, por ejemplo, en el realismo del Trienio Liberal, un movimiento que se encuentra en la línea que más adelante retomaría el carlismo–, aunque sí, sin ningún lugar a dudas, la más importante en todos los sentidos. De ahí que, en la Historia española, especialmente para el siglo XIX, contrarrevolución y carlismo se hayan convertido frecuentemente en sinónimos.

Se cumple el 150 aniversario de la muerte de Carlos María Isidro, hermano y desairado heredero de Fernando VII, en torno a cuyas pretensiones cerraron filas los absolutistas. Las guerras declaradas al Estado liberal se han llegado a comparar con la Guerra Civil de 1936-39, en mortandad, destrucción y odios. El carlismo ha sido visto como una especie de antecedente de los nacionalismos de Cataluña y País Vasco. En las páginas de La Aventura de la Historia de marzo, sin embargo, se desmonta la tesis de esa pretendida conexión: el carlismo no fue una especie de prenacionalismo vasco y catalán; tampoco los origino su evolución, ni las guerras carlistas son parientes del terrorismo etarra. Cuatro especialistas plantean en este número las claves históricas de esta profunda herida. Jordi Canal, investigador del EHESS de París, analiza el fenómeno desde sus orígenes, en 1833, hasta el fin de la Guerra Civil, en 1939. Antonio Manuel Moral Roncal, profesor de la Universidad de Alcalá de Henares, repasa la lista de monarcas sin trono de la ideología legitimista carlista. José Ramón Urquijo, miembro del Departamento de Historia Contemporánea y director del Instituto de Historia (CSIC), esboza las principales guerras carlistas, con el telón de fondo del pulso europeo entre potencias liberales y conservadoras. Y Pedro Rújula, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, presenta los mejores literatos que buscaron inspiración en el carlismo.


FUENTE: LA AVENTURA DE LA HISTORIA

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