martes, 15 de diciembre de 2015

PEDRO NAVARRO: SOLDADOS ESPAÑOLES EN EL RENACIMIENTO



Pedro Navarro nació en Garde (Navarra), en 1460, y murió a los 68 años, en septiembre de 1528, en Nápoles. Hidalgo y Conde de Alvito (Provincia de Frosinone, Región del Lacio, Italia), Navarro fue militar e ingeniero y uno de los mejores militares de las guerras de Italia.

Hijo de un hidalgo navarro llamado Pedro del Roncal, en su juventud se dedicó al pastoreo y a las labores propias de la tierra, como tantos varones de su tiempo.

Pasó a Italia y se enroló como soldado raso en las tropas florentinas que luchaban contra Génova, en 1487.

En esta guerra se hizo famoso manejando la pólvora donde ensayó el uso, por primera vez, de minas terrestres que consistían en excavar túneles hasta los cimientos de la muralla, rellenarlos de pólvora, hacerla explotar y así conseguir que los muros se derrumbaran y facilitar el asalto.

Terminada la guerra, Pedro se fue a Nápoles donde se puso al servicio del Marqués de Crotona y se dedicó al corso. Con dos o tres naves atacaron navíos y puertos en las costas griegas y norteafricanas para conseguir esclavos y botín que vendían en la propia ciudad.

En 1495, comenzó la guerra de Italia entre Los Reyes Católicos y el Rey francés Carlos VII.

El Marqués de Crotona, y con él Pedro Navarro, tomó partido por los franceses debido a unas expropiaciones en su señorío ejecutadas durante las operaciones del Gran Capitán en Calabria

Dos años después, terminada la guerra, las propiedades del Marqués fueron restituidas y éste volvió a practicar el corso junto con Navarro.

Se hicieron muy temidos tanto que Venecia, una potencia marítima de la época, destinó una flotilla y trescientos hombres para su captura.

No lo logró, pero poco después el Marqués fue aprehendido por los turcos y llevado a Estambul donde fue ejecutado.

Navarro, herido gravemente en el asalto a una nave pirata portuguesa, decidió no volver al mar y dedicarse a lo que mejor se le daba, el manejo de la pólvora y la ingeniería militar, poniéndose al servicio del Gran Capitán, quien le hizo responsable de ambas actividades.

En la expedición a Cefalonia, Navarro pudo probar nuevas composiciones de pólvora para minas y el uso del azufre hirviendo que abrasaba a los defensores obligándolos a abandonar las murallas por sus vapores venenosos.

Siguió a Gonzalo Fernández de Córdoba en la segunda guerra napolitana con el rango de capitán. Fue un eficaz colaborador en la reforma de la infantería, llevada a cabo por el Gran Capitán, origen de los famoso Tercios de Infantería española que dominaron el arte de la guerra durante más de 150 años.

Tomó parte en la victoria de Ceriñola y en el ataque a la fortaleza napolitana de Castello Novo.

Esta fortaleza estaba considerada casi inexpugnable lo que dio ocasión a Navarro a demostrar sus habilidades. Cavó unos túneles junto a la muralla, introdujo barriles de pólvora en ellos, los cerró nuevamente.

En una maniobra de distracción, los soldados españoles se situaron en posición para asaltar la muralla lo que hizo que los soldados franceses ocuparan sus puestos de defensa en las mismas. En ese momento, Navarro ordenó poner fuego a las minas. La explosión derribó parte de los muros junto con sus defensores. Por la brecha abierta entraron las fuerzas españolas atacantes y rindieron la fortaleza.

El mismo procedimiento uso para rendir la otra fortaleza napolitana, el famoso Castell dell´Ovo situado en el puerto de la ciudad.

Navarro combatió también en las orillas del río Garellano en la derrota del nuevo ejército francés, enviado por su Rey a combatir a Italia.

Con el Tratado de Lyon (1504), Luis XII reconocía la soberanía del Rey Fernando el Católico sobre Nápoles, se terminó la guerra y el Virrey concedía a Pedro Navarro la villa y el título de Conde de Alvito.

Posteriormente, el Rey Católico se trasladó a Nápoles, destituyó de sus cargos a Gonzalo Fernández de Córdoba y a todos sus capitanes, excepto a Pedro Navarro.

En 1508 el Rey le nombró Capitán General de la Armada con la misión de conquistar los reductos piratas del norte de África y, al mismo tiempo, cumplir con lo testado por su mujer, la Reina Isabel, de llevar la religión católica al continente.

En julio, conquistó el Peñol de Vélez de la Gomera. Un año después conquistó Oran, Bujía y Trípoli.

A pesar de sus victorias, fue sustituido en el mando por García de Toledo, primogénito del Duque de Alba, a quien el Rey nombró capitán general de África con sede en Bujía.

Se produjeron a continuación, bajo las órdenes de Don García, dos de los fracasos más importantes de la época en la guerra contra los piratas en norte de África como fueron la derrotas de la Isla de Yerba (Djerba), conocida como isla de los Gelves, frente a la costa tunecina y el fracaso de las islas de las Querquenes (Ker-Knah), también en Túnez.

La primera fue por una imprudencia basada en la confianza y la soberbia y el segundo a una traición.

En Agosto de 1510, la flota de ataque desembarcó 8.000 hombres en la isla de Gelves. Una vez desembarcado se dividió en siete escuadrones cada uno al mando de un coronel.

El general en jefe García de Toledo, se empeño en marchar a la cabeza junto con un centenar de jóvenes nobles.

El objetivo consistía en atacar un castillo donde estaban los corsarios. La marcha fue muy penosa, el camino a través de una zona arenosa y la temperatura extrema

Confiando en una victoria fácil y rápida, no llevaban víveres ni agua y los cañones se llevaban a brazos por los soldados.

La sed y el agotamiento hicieron presa en la tropa. La vanguardia descubrió un palmeral con un pozo en él. Al conocerse la noticia la tropa se desbandó y abandonó la formación para ir a beber, en ese momento, los berberiscos emboscados atacaron a pie y a caballo.

Aproximadamente a la mitad de los españoles desembarcados, incluyendo a Don García y a los nobles que le acompañaban, fueron muertos.

Fuera del palmeral, el enemigo era más numeroso aún. Pedro Navarro, con los otros coroneles, trató de organizar la retaguardia para hacerles frente pero no pudieron detener la desbandada. Unos 5.000 españoles consiguieron reembarcar y navegar hasta Trípoli de donde pasaron a la isla de Lampedusa a pasar el invierno.

A pesar del revés, Pedro Navarro volvió a atacar la costa de Túnez. El objetivo era las islas de las Querquenes donde pensaba proveerse de agua y de carne. En febrero de 1511 desembarcó en la isla mayor una avanzadilla de 400 hombres al mando del coronel Jerónimo Vianelo, pero la traición de un alférez hizo que los corsarios de la isla degollaran al coronel y a sus hombres mientras dormían.

Navarro volvió a Italia donde se le ordenó que combatiera, a las órdenes del Virrey Ramón Cardona, en los ejércitos coaligados de la Liga Santa contra la coalición formada por Francia, Ferrara y Florencia.

Combatió en el intento fracasado de rendir a Bolonia y en la batalla perdida de Ravena donde, a pesar del valor de la infantería española, mandada por Navarro, resistiendo los ataques de los mercenarios lansquenetes alemanes, los infantes de franceses y, después de la huida del virrey junto con las tropas de retaguardia, tuvo que rendirse quedando prisionero del Duque de Longueville.

El duque pidió un rescate de 20.000 escudos que el Rey Católico no pagó

El Rey Francisco I, sucesor de Luis XII, le propuso en 1515 entrar su servicio con el cargo de general, oferta que Navarro aceptó después de tres años sin que el Rey de España hubiera querido pagar su rescate. Devolvió al Rey su título de conde.

Combatiendo con el ejército francés, conquistó el Milanesado y el propio Milán

Intentó conquistar Brescia empleado sus tácticas contra las murallas, pero la guarnición estaba compuesta por españoles que, conocedores sus modos de ataque a muros, cavó contraminas que frustraron los planes de las tropas de Navarro de rendir la ciudad.

Finalmente, el año siguiente, logró rendirla aprovechándose de la deserción de gran parte de los defensores por falta de pagas. La rendición fue con honor y el resto de la guarnición salió con sus armas y banderas desplegadas

Al acabar la guerra, sin ninguna ocupación, volvió al corso y a hostigar las costas berberiscas.

Marginado por el rey francés, ofreció ponerse a disposición del Emperador Carlos I, pero su petición no fue aceptada.

Al estallar la guerra italiana de 1521 a 1526, Navarro otra vez se puso a disposición del Rey francés, fue capturado en Génova por el maese de campo Juan de Urbina, quien había sido soldado a sus órdenes durante la campaña del Gran Capitán. Estuvo preso durante cuatro años en el Castel Novo hasta que terminó la guerra.

Carlos I siguió sin querer saber nada de él por lo que continuó a las ordenes del Rey francés.

En la guerra de la Liga de Cognac, después del intento fracasado de tomar Nápoles y durante la retirada de la ciudad del ejército francés, una unidad de caballería ligera española capturo, de nuevo, a Pedro Navarro.

Recluido en Castel Novo, murió en 1528. Está enterrado en la iglesia de Santa María la Nueva en Nápoles.
FUENTE: elcorreodepozuelo.net

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