(Foto del Museo de Yuchengco, © Yuchengco Museum)
Yuchengco Museum
RCBC Plaza
Corner Ayala and Sen. Gil J. Puyat Avenues
Makati City 1200
Philippines
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La muestra hace un recorrido por aquellos 250 años de historia, durante los cuales la prenda poco a poco fue perdiendo las señas de identidad de su origen chino hasta convertirse en una de las más típicas vestimentas españolas.
"Envuelto en seda: El viaje del mantón de Manila" es el título de la exposición compuesta por decenas de ejemplares de chales antiguos donados por familias filipinas de origen chino y español, así como por una selección de modelos más modernos ideados por diseñadores contemporáneos locales.
Allá por 1565, un año después de que el conquistador Miguel López de Legazpi incorporara Filipinas a la Corona española, el primer galeón que partió de la isla de Cebú llevó a Sevilla un cargamento de mantones de estilo más rústico y con estampados, como los de cañas de bambú, dragones y templos característicos de Asia.
En la metrópoli, pronto se hizo inmensamente popular tanto para las elites como entre las clases más bajas por su original colorido, delicado tacto y elegantes bordados.
Su uso se extendió a otras colonias en Sudamérica, aunque allá no causó tanto furor como en España, mientras en Filipinas el mantón de Manila se convirtió en una seña de identidad de los "peninsulares", como eran conocidas las familias pudientes y de origen español en la colonia.
Con la llegada a España de los primeros gusanos de seda importados de China, el mantón comenzó a tejerse en las fábricas de Sevilla, donde las cigarreras lo emplearon para transportar sus fardos de pitillos.
Los sastres adaptaron el chal al gusto andaluz, añadiéndole flecos, colores más vivos y adornos más alegres y barrocos propios del baile y cante flamenco, folclore al que desde entonces está estrechamente unido el mantón de Manila.
"De los animales chinos se pasó a las flores, en particular la rosa, que además tiene simbología cristiana por la Pasión de Cristo", explicó a Efe Jeannie Javelosa, directora de la exposición en el Museo Yuchengco de Makati, el moderno distrito financiero de la capital filipina.
Otros motivos florales introducidos por los andaluces fueron las margaritas, que evocan la paciencia; el lirio, que remite a la pureza; o el romero, que representa la memoria, y de origen chino se mantuvo el loto.
Pero los mantones traídos desde el lejano Oriente por la "Nao de la China" siempre tuvieron más tirón entre la aristocracia, la nobleza y las damas de la corte española.
Tal fue su demanda que obligó a aumentar el número de expediciones por mar hasta el punto de que dos barcos hacían cada año la travesía oceánica de tres meses entre Filipinas y México.
"Hubo un antes y después con el mantón. Si no hubiera tenido tanto tirón, quizás se hubiera comerciado menos con Oriente, pues el viaje era muy largo y costoso", según Javelosa.
Con el establecimiento de la ruta comercial, se levantaron astilleros en la ciudad filipina de Cavite, donde se construían auténticas fortalezas flotantes de más de 2.000 toneladas de capacidad que también transportaban a Europa y Sudamérica marfil, perlas, rubíes, zafiros, algodón de Bengala y canela, jengibre y especias de las Molucas, entre otras codiciadas mercancías.
En sentido inverso, el Galeón de Manila traía a Filipinas productos raros o desconocidos a este lado del Pacífico como café, chocolate, o maíz y costumbres como las peleas de gallos, muy extendidas ahora en el archipiélago.
Los viajes se prolongaron durante 250 años hasta 1815, cuando se interrumpieron definitivamente por la Guerra de la Independencia con México.
FUENTE: revista.carayanpress.com
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