No se conoce con certeza el origen de este sufijo patronímico; algunos investigadores lo han atribuido a una supervivencia del genitivo latino en "-ís", con valor de posesión o pertenencia. Sin embargo, otros opinan que se trata más bien de un sufijo de origen prerromano; en efecto, ninguna otra lengua latina posee tal sufijo patronímico y, además, el genitivo latino en "-ís" no explica las terminaciones en "-az, -oz o -uz" que encontramos en otros apellidos españoles como Ferraz, Ferruz o Muñoz. Por otro lado, resulta interesante advertir que estas terminaciones abundan también en topónimos antiquísimos de época prelatina como Badajoz o Jerez. También es significativo el hecho de que este sufijo "-ez" todavía exista en vasco con valor posesivo o modal. En resumen, es probable que este patronímico castellano "-ez" sea un auténtico fósil lingüístico préstamo del vascuence, posiblemente transmitido a través del navarro, ya que, la lengua castellano-leonesa primitiva obtuvo numerosos préstamos del vascuence a través del reino de Navarra, debido a la influencia que ejerció este reino entre los siglos IX y XI. Sabemos que el uso del patronímico "-ez" ya estaba extendido en Navarra en los siglos VIII y IX; de hecho, García Íñiguez era el nombre del rey de Navarra que, en el año 851 u 852, sucedió a su padre, llamado Íñigo. De todos modos, aunque el patronímico "-ez" o "-iz" sea de origen prerromano o vascuence, no hay duda de que se vio consolidado en época visigoda por el genitivo germánico latinizado en "-rici", "-riz" (como en Roderici o Sigerici), que se ponía a continuación del nombre individual para indicar el paterno. El caso es que entre los siglos XI y XII se halla completamente fijado en Castilla y León el uso del patronímico "-ez", y su abundante uso queda refrendado por la abundancia, en la actualidad, de apellidos patronímicos como López o Pérez. No obstante, a partir del siglo XIII esta práctica del nombre patronímico cayó en desuso, y desde entonces los nombres en "-ez" quedaron fosilizados y se transmitieron como apellidos hereditarios.
Ahora bien, si la forma "-ez" es un patronímico propio del castellano, encontramos numerosos apellidos catalanes o portugueses de origen castellano adaptados a la fonética de sus respectivas lenguas. Por ejemplo, el catalán transformó el sufijo "-ez" en "-is" o "-es", como en Peris (de Pérez), Llopis (de López) o Gomis (de Gómez). El portugués también adaptó los nombres castellanos en "-ez" convirtiéndolos en "-es", como en Peres o Rodrigues.
Por último, conviene saber que el uso de partículas patronímicas es un recurso muy común en todas las lenguas. Como ejemplos podemos citar el sufijo "-son", (hijo) en anglosajón, como en Johnson o Jackson; el escandinavo "-sen", (hijo) , como en Andersen o Johansen, el irlandés "O'", contracción del inglés of, (de), como en O'Donnell u O'Hara, el escocés "Mac", derivado de una voz gaélica, como en MacArthur o MacDonald, o el también escocés "Fitz", como en Fitzgerald o Fitzpatrick, partícula ésta derivada del francés fils, (hijo), que los normandos introdujeron en el siglo XI. También fue frecuente entre los británicos la marca de filiación a través del uso de una "-s" final, indicadora del genitivo, que terminó adhiriéndose al apellido, como en Peters, Adams, etc. En las lenguas eslavas hallamos partículas finales como el sufijo ruso "-of/-ov" ("-ova" para las mujeres), que encontramos en Valerarianov, Mijailov, Tereshkova, etc.; el polaco "-ski" ( "-ska" en femenino), como en Kawalski o Kandinsky, etc.; también "-vic" o "-vich" en algunas lenguas de la antigua Yugoslavia, como en Milosevic, etc. Los franceses han usado como marca de filiación la preposición de, como en Demathieu, Dejean, etc.; los italianos conservaron una forma muy próxima a la del genitivo latino con el sufijo "-ini", como Martin > Martini, etc. En árabe y en hebreo encontramos la partícula "Ben-", (hijo de), que se antepone al nombre, así como en japonés encontramos "-moto", en griego "-poulos", en vasco "-ena", etc.
FUENTE: hispanismo.org
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