viernes, 30 de octubre de 2015
EL PRIMER VUELO EN EL ATLANTICO CENTRAL: SEVILLA-CAMAGUEY (CUBA)
Nunca antes dos hombres habían volado tantos kilómetros sobre el mar, ni una distancia tan larga, hasta que el 11 de junio de 1933, Mariano Barberán y Joaquín Collar, aterrizaron con su biplano, elCuatro Vientos, en Camagüey (Cuba). Habían despegado de Sevilla hacía 39 horas y 55 minutos y tras cruzar el inmenso Atlántico Norte arribaron a la isla caribeña dejando atrás 7320 kilómetros de vuelo ininterrumpido. Quizá también, muy pocas veces, dos hombres tendrían que enfrentarse a un destino en el que el éxito y la tragedia se hallaran tan próximos.
El avión había costado 80.000 pesetas (unos 500 euros). Fabricado en Construcciones Aeronáuticas SA (CASA) ─por encargo del Ministerio de la Guerra español─ era una variante del Breguet 19, Super Bidón, con un gran depósito de combustible agrandado, cilíndrico, que formaba parte del fuselaje. Propulsado con un solo motor Hispano Suiza de 720 caballos de máxima potencia, el Cuatro Vientosno llevaba radio para reducir el peso a bordo. Una brújula, tres cronómetros, dos sextantes, una regla de cálculo, varios derivómetros, bengalas de humo y luminosas para observar el ángulo de deriva, completaban todo su equipamiento para la navegación.
La ruta que habían seguido hasta las Antillas, fue la que escogió Barberán, después de un concienzudo estudio meteorológico: de Sevilla a la isla Madera y de allí a San Juan de Puerto Rico para seguir hasta La Habana. Uno de los objetivos del militar español, con aquel vuelo, era el de “abrir una ruta transoceánica de enorme futuro”.
Cuando los militares aterrizaron en Camagüey solo les quedaban 150 litros de combustible y el tiempo era malo, aunque les hubiera gustado seguir hasta la capital cubana, no les pareció prudente hacerlo. Al día siguiente volaron de Camagüey a La Habana, donde los esperaban en el aeropuerto más de 10.000 personas entusiasmadas.
Si el vuelo fue agotador para los pilotos, su estancia en La Habana no lo sería menos. Banquetes, recepciones, brindis, pesca en yate, visitas a establecimientos españoles, entrega de llaves de la ciudad, imposición de medallas, conferencia telefónica con el presidente de la República española, don Niceto Alcalá Zamora, y otros eventos hasta el día 19 de junio que se tomaron de descanso antes de reemprender su viaje, esta vez a México, desde donde pensaban viajar a Estados Unidos.
A las 5:52 de la mañana del día 20 de junio el Cuatro Vientos despegó de La Habana. La meteorología no era muy buena. Para la travesía, cuya duración estimaron los tripulantes en unas 12 horas, cargaron 2.000 litros de combustible. Según parece ─de acuerdo con las conversaciones que mantuvieron con pilotos cubanos─ el plan de vuelo consistía en volar hasta Villa Hermosa y a partir de allí, en función de las circunstancias, decidir la ruta hasta la ciudad de México. El capitán del barco Lezcano, los vio antes de entrar en la península del Yucatán y también parece que se comprobó el paso del avión por Dzitas, Ticul, Chapotón, Carmen y Villa Hermosa (a las 11:35 hora local mexicana). Aquella ciudad de Tabasco fue la última en la que, al parecer, se tiene constancia cierta de haberse visto el biplano de Barberán y Collar en tierras mexicanas.
Después de haber cruzado el Atlántico, aquél salto de La Habana a México a todos les parecía una empresa sencilla, pero aun así y todo muchos aviadores cubanos les recomendaron que hicieran escala en Veracruz, a lo que los oficiales españoles se opusieron. El Nacional, un periódico mexicano, publicaba el 20 de junio una calurosa editorial dedicada a los aviadores: “¡Bienvenidos! Desde las márgenes del Bravo hasta los límites con las tierras polares del Ártico, el clamor de los pueblos es unánime en el anchuroso Continente americano de habla española: ¡Bienvenidos los aviadores españoles!” En la ciudad de México los aviones que salieron para darles escolta, regresaron cuatro horas más tarde, porque se levantó una fuerte tormenta. En el aeropuerto de la capital mexicana, un gentío aguantó la lluvia hasta las siete de la tarde sin que los héroes del Cuatro Vientos diesen señales de vida. A las ocho y media de la noche, el Gobierno dio la orden para que se procediera a la búsqueda del avión español que se dio oficialmente por desaparecido. En un principio, no se tuvo información precisa de si había sobrevolado México o no.
El presidente de la República, Abelardo L. Rodríguez ordenó a la Aviación Militar que coordinara las operaciones de búsqueda de los aviadores españoles. A pesar del extraordinario despliegue de medios que se pusieron a disposición del operativo no se encontró el menor rastro del Cuatro Vientos y el 28 de junio se dio oficialmente como desaparecido. El avión se desvió de su rumbo, debido al mal tiempo y cayó al mar: esa fue la versión oficial. Para apoyar esta hipótesis se utilizó la cámara de un neumático, de goma roja, hallada en la costa de Barra de Chiltepec, en Tabasco. Según confirmó el mecánico de la expedición del Cuatro Vientos, Madariaga, aquella cámara la llevaban los pilotos sujeta con un lazo debajo de los asientos para que hiciera las veces de salvavidas, en caso necesario. La sensación de absoluto desconocimiento del paradero del avión español la recoge con cierta sorna un chascarrillo popular mexicano: “estás más perdido que el Cuatro Vientos”. Poco después, el compositor mexicano, Raúl Castell, escribió un corrido para conmemorar la gesta de los españoles: “Aguilas heróicas”.
En diciembre de 1933, Ramón Franco ─famoso aviador republicano y hermano del dictador español Francisco Franco─ se hizo cargo de la agregaduría militar española en Washington DC y se desplazó a México para dirigir una investigación oficial sobre la desaparición del Cuatro Vientos. Franco se limitó a entrevistar a algunas personas, asistir a numerosos cócteles y recepciones y condecorar a los pilotos mexicanos que participaron en la búsqueda del avión español. El agregado militar envió un informe a Madrid que, junto con casi toda la información que se disponía relacionada con el Cuatro Vientos, desapareció durante la Guerra Civil española.
En 1941, la revista mexicana Hoy (que luego se llamaría Impacto), recibió una carta de don Julián Díaz Ordaz, de Santa María Chilchotla, en la que informaba del paradero del Cuatro Vientos y de las confesiones de una mujer que aseguraba que los pilotos fueron asesinados. La revista organizó una expedición y envió a tres periodistas, en el mes de agosto, para que investigaran sobre el acontecimiento. Uno de los reporteros fue Edmundo Valadés.
Don Antonio Avendaño era una autoridad en la región, bajito, fornido y de aspecto adusto. Su rancho de La Paz se extendía por toda la contornada, los peones lo respetaban y llevaba una pistola al cinto. Una mujer le contó que su marido y otros habían matado a los dos hombres del aeroplano. El marido, al ver caer el avión estaba con otros peones y les dijo que eso era el diablo, que no se acercaran. Luego, se fue con otros dos al lugar del accidente a ver qué ocurría. El “peloncito” (Barberán), tenía las piernas rotas y el que le acompañaba (Collar) estaba bien. Vieron que tenían dinero, los mataron y les robaron todas las pertenencias.
Si Avendaño era el hombre fuerte de la región, Julián Díaz Ordaz era el hombre bueno, el que decía qué había que hacer, lo que estaba bien y lo que estaba mal. Después de escuchar el relato de la mujer, el hacendado fue a ver a Díaz Ordaz para contárselo y pedirle consejo. Y fue el hijo de don Julián, que estaba con ellos, a quién se le ocurrió escribir una carta a la revista Hoy para pedir ayuda y montar la expedición que les permitiera acceder al lugar donde se suponía que se había estrellado el avión. Era un sitio apartado, al que no se podía llegar sin peones y aprovisionamiento, porque para hacer el viaje se necesitaban no menos de dos semanas a través de un terreno infestado de serpientes venenosas.
La expedición de Edmundo Valadés y los periodistas que lo acompañaron no pudo aportar pruebas, tan solo testimonios de personas que decían haber escuchado declaraciones de otras personas y una relación nominal de los culpables. A partir de la información que recabó de sus reporteros la revistaHoy publicó varios artículos sobre el presunto asesinato de Barberán y Collar, de octubre a diciembre de 1941, pero fueron censurados por el Gobierno. Algunas de estas historias se publicarían años más tarde por la revista Impacto.
En 1947 se organizó otra expedición a la Sierra Mazateca en la que se encontraron un altímetro, unos auriculares y un cinturón de seguridad, pero se comprobó que ninguno de estos objetos pertenecía al Cuatro Vientos. En 1973, el periodista Jacobo Zabludowsky exploró la zona sin obtener tampoco ningún resultado.
El 20 de octubre de 1982, el general Carlos Ramírez con un escuadrón de soldados y el periodista, Jesús Salcedo, viajaron a Oaxaca. Encontraron a una de las personas que según las investigaciones de 1941 se había señalado como presunto asesino y lo entrevistaron, pero el inculpado no respondió con claridad a las preguntas de Salcedo, ya que, al parecer, tenía dificultades con el castellano porque su idioma materno era el mazateco. Años después, en 1995, Salcedo creyó que había encontrado los restos del avión, pero los expertos aeronáuticos españoles no pudieron confirmar que sus hallazgos pertenecieran al Cuatro Vientos.
El catalán Enrique Pallarés fue el primer español que acompañó a Salcedo en sus exploraciones por la Sierra Mazateca, ha viajado a México varias veces por este asunto y cree que el avión sigue en alguna parte del cerro de la Guacamaya. Es una opinión que también comparten muchas personas que visitan periódicamente la zona, como Fernando Rodríguez Rodríguez que cree que el salvavidas del avión fue arrojado al río Petlapa, que está al fondo de la ladera donde cayó el avión, y la corriente lo arrastró hasta el mar.
El historiador de Oaxaca, Jorge Mejías Torres, posee una pistola militar española, Gabilondo, fabricada en Eibar, marcada con la leyenda “Plus Ultra” que un tío suyo compró en el poblado de Córdoba, de la Guacamaya, en 1934. Esta sería otra prueba más que apoyaría la hipótesis de que el Cuatro Vientoscayó en la Sierra Mazateca y sus tripulantes fueron asesinados por unos bandidos para apropiarse de sus pertenencias.
Sin embargo, entre los detractores de esta teoría cabe destacar al historiador aeronáutico de México, Manuel Ruiz Romero Bataller, que mantiene con firmeza que los españoles no llevaban a bordo armas de fuego, ni dinero, en billetes o monedas, ni joyas, ni oro, por lo que las especulaciones sobre el asesinato para robarles carecen de fundamento. Además, según él, nadie ha podido aportar hasta la fecha ninguna prueba que demuestre como cierta dicha hipótesis y el único resto que se ha hallado delCuatro Vientos es una cámara de un neumático, que encontró un campesino el 25 de junio en la Barra de Chiltepec, cerca de Frontera, en el Golfo de México, tres días después de la desaparición del avión. La cámara roja, estaba grabada con el texto Nacional Pirelli Manresa 30 x 4,50 y Madariaga, el mecánico de la expedición, la identificó como perteneciente al equipo del avión.
La versión más oficial de los hechos, por llamarla de algún modo, sigue siendo la que sitúa a los restos del Cuatro Vientos en el fondo del mar. En marzo de 2003, se efectuó una exploración marítima, con un buque oceanográfico de la Armada mexicana, el Onjuku, de la que tampoco se obtendría ningún resultado.
Existen muchos indicios de que en las proximidades del cerro de la Guacamaya, en la Sierra Mazateca, se estrelló algún avión entre 1933 y 1941, pero es posible que no se tratara del Cuatro Vientos, sino de otro cualquiera y de ese modo encajarían muchas de las piezas de este rompecabezas; con una salvedad, y es que los restos del biplano español siguen en paradero desconocido desde aquél fatídico 21 de junio de 1933, en que miles de personas aguardaban su llegada en el aeropuerto de la capital mexicana.
FUENTE: elsecretodelospajaros.worldpress.com
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