martes, 12 de enero de 2016

LA EXPEDICION EN LOS ACTUALES EEUU DE DOMINGUEZ Y ESCALANTE



El día 29 de julio del año de 1776, bajo del patrocinio de la Virgen María Señora 1776 Nuestra concebida sin pecado original, y del Santísimo Patriarca José su felicí simo esposo, Fray Francisco Atanasio Domínguez, actual comisario visitador de esta Custodia de la Conversión de San Pablo del Nuevo Méjico, y Fray Francisco Silvestre Vélez de Escalante, ministro doctrinero de la Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de Zuñi, acompañándonos voluntariamente Don Juan Pedro Cisneros, alcalde mayor de dicho pueblo de Zuñi; Don Bernardo Miera y Pacheco, capitán miliciano reformado y vecino de la Villa de Santa Fe; Don Joaquín Laín, vecino de la misma Villa; Lorenzo Olivares de la Villa del Paso; Andrés Muñiz; Lucrecio Muñiz; Juan de Aguilar; Simón Lucero; habiendo implorado el patrocinio de nuestros santísimos patronos, recibido la Sagrada Eucaristía los referidos, salimos de la Villa de Santa Fe, capital de este Reino del Nuevo Méjico, y a las nueve leguas llegamos al pueblo de Santa Clara en donde pasamos la noche. Hoy nueve leguas rumbo noroeste.1.




Día 30 anduvimos otras nueve leguas poco más o menos y llegamos al pueblo de Santa Rosa de Abiquiú, en donde por varios incidentes estuvimos el día 31 sin hacer jornada, y por medio de una misa solemne volvimos a implorar el auxilio de nuestros santísimos patronos.2.




Día 1 de agosto, después de haber celebrado ambos el santo sacrificio de la misa, salimos del pueblo de Santa Rosa de Abiquiú rumbo oeste por la caja del río de Chama, y habiendo andado por ella poco menos de dos leguas declinamos al noroeste, y como a las tres leguas y media de mal camino, pues hay unas mesillas de mucha piedra, paramos a sestear en la parte septentrional del Valle de la Piedra Alumbre, junto al arroyo seco. En unas mesas que están al este y nordeste de este valle dicen haber piedra alumbre y yeso transparente. A la tarde salimos del arroyo seco rumbo norte, a poca distancia tomamos al nordeste por un cañón montuoso, y a las dos leguas de muy mal camino paramos a la orilla de dicho arroyo. Hoy nos cayó un buen aguacero, y anduvimos siete leguas.3.




Día 2 de agosto proseguimos por el mismo cañón rumbo nordeste, y a poco más de cuarto de legua declinamos al norte. Entramos por un cañón montuoso en que por espacio de un cuarto de legua hay un bosque tan espeso de roble pequeño, que al pasar se nos ocultaron en él cuatro bestias, y fue preciso parar para buscarlas, las que en breve tiempo se hallaron. Y aunque nosotros en este bosque perdimos la vereda por no estar muy usada, vimos después que iba por el lado oriental del arroyo que corre por medio de él, y es el mismo que más abajo nombramos Arroyo del Canjilón, arroyo seco. Acabado el bosque hay un corto llano de abundante pasto y muy agradable a la vista, porque produce unas rosas cuyo color es entre morado y blanco, que si no son claveles son muy semejantes a los de dicho color. Hay también en él matas de lemita, que es una frutilla colorado del tamaño del andrino, y su frialdad y gusto muy semejante al limón, de modo que en esta tierra se mira como un equivalente de él para confección de bebidas frescas. A más de este hay capulín mucho más pequeño que el mejicano, y otra frutilla que nombran manzanita cuyo árbol es como el de lemita, pero la hoja es más semejante a la del apio. El tamaño de la frutilla es casi del de garbanzos regulares, el color en unas blanco y en otras negro, el gusto agridulce mordicante pero agradable. En donde empiezan las rosas dictas se divide en dos el cañón por una mesa alta que entra en él así. Por ambos hay caminos, de los que el uno va al norte y el otro al oeste. Al principio de este, y bajo la punta austral de dicha mesa, está una pequeña fuente de agua perenne y buena; mas, para que pueda beber aun poca la caballada, será preciso hacer bateques. Habiendo parecido las bestias, proseguimos nuestra jornada por el cañón y camino al oeste, andadas legua y cuarto al norte. Andadas menos de media legua al oeste declinamos al noroeste, y habiendo caminado poco más de tres leguas por buen terreno, llegamos a sestear a un arroyo que llaman el Río de la Cebolla, apartándonos algo del camino. En su caja hallamos bastante agua rebalsada, sin embargo de que según manifiesta rara vez la tiene corriente. De aquí salimos a la tarde, subiendo al norte como un cuarto de legua para coger el camino que habíamos dejado. Tomamos al noroeste, y a las tres leguas poco más de buen terreno paramos en un corto llano, y a la orilla de otro arroyo que llaman el Río de las Nutrias; porque aunque no es de agua perenne y corriente manifiesta mantenerla todo o lo más del año en los rebalses en que dicen criarse nutrias. Hoy ocho leguas.4.




Día 3 salimos del arroyo de las Nutrias rumbo noroeste, entramos en un mon tecito de pinos, y andadas tres leguas poco menos bajamos al río de Chama, y por su hermosa vega subimos al norte como una milla. Pasárnoslo, y en la banda opuesta paramos a sestear. El vado del río es bueno, pero en las orillas inmediatas hay grandes sumideros ocultos con la superficie de piedra menuda. En uno de ellos se sumergió enteramente la caballería de Don Juan Pedro Cisneros. La vega del río tiene de norte a sur como una legua, buen terreno para siembras con proporción de riego; produce mucho lino y bueno, y abundante pasto. Hay también las demás proporciones que una población necesita para su establecimiento y subsistencia. Tiene aquí una buena alameda de álamo blanco. A la tarde proseguimos, y subida la cuesta occidental del río, entramos en un pequeño valle que nombramos Santo Domingo. Rodéanlo tres mesas grandes y montuosas de piñería que, empezando por tres cerrillos que tienen casi al norte, forman linea semicurva de norte a sur hasta llegar al río. Al occidente de estas mesas nos dijeron haber dos lagunas, la primera y más austral al occidente del puerto que desde dicha cuesta se mira entre la primera y segunda mesa, y la segunda al occidente del puerto siguiente que también se registra entre la segunda y tercera mesa. Las cuales lagunas con el dicho valle son muy a propósito para criar ganados mayores y menores. Proseguimos por el valle rumbo noroeste, entramos en un pequeño monte de pinos; en él se extravió una mula cargada y no apareció hasta ya metido el sol, por lo que tuvimos de parar en una breña inmediata a los tres cerrillos dichos, que nombramos la Santísima Trinidad, habiendo andado desde el río sólo dos leguas al noroeste. En este paraje no hay agua perenne, aunque nosotros hallamos poca en un arroyo cerca de la breña al les-sueste. Corre el Río de Chama donde nosotros lo pasamos hoy de norte a sur, poco antes de enfrentar con el Cerro del Pedernal de oeste a este hasta pasar del pueblo de Abiquiú. Hoy cinco leguas.5.




Día 4 salimos del Paraje de la Santísima Trinidad rumbo norte, anduvimos dos leguas por el mismo monte, que es de pinos, algunos piñones, y robles pequeños. Abunda también de pasto y de lino muy crecido. Cércanlo dos mesas grandes que, formando cada una un semicírculo, casi se juntan en sus puntas, septentrional de la una y austral de la otra, dividiéndolas un estrecho portillo o puerto. Anduvimos como un cuarto de legua al noroeste y pasamos el portillo, en el cual empieza otra laguna que nombramos de Olivares, y tendrá un cuarto de legua de largo y de ancho doscientas varas más o menos. Sus aguas, aunque de no muy buen gusto, son potables. De la laguna y portillo seguimos al norte media legua y declinamos al noroeste, dejando el camino que va por la Piedra Parada (paraje conocido de los nuestros que han andado por aquí), y nos dirigieron los guías por un chamizal sin senda o vereda alguna, diciendo que por el camino que dejábamos había tres cuestas muy molestas, y que era menos recto que la derecera que llevaban. Anduvimos poco más de legua, y en el mismo chamizal declinamos al oestenoroeste; volvimos a entrar en el monte (que sigue) y a la media legua tomamos al noroeste. Anduvimos tres leguas y media por una cañada fecundísima de pastos, y llegamos a una vega muy espaciosa del arroyo que por el camino dicho de la Piedra Parada llaman del Belduque. En la vega declinamos al oeste, y andadas arroyo abajo dos leguas paramos en un cañón que por cierto accidente llamamos el Cañón del Engaño. Hoy nueve leguas y cuarto. Hay aquí bastante agua estancada y pasto.6.




Día 5 salimos del Cañón del Engaño rumbo sudoeste, y a la media legua llegamos al Río de Navajó que nace de la Sierra de la Grulla; corre de nordeste a sudoeste hasta aquí, desde donde voltea al norte poco más de tres leguas hasta juntarse con otro río que llaman de San Juan. El dicho de Navajó es aquí de menos agua que el de Chama. Pasado el río, proseguimos con trabajo por el mismo cañón rumbo sur cerca de una legua; declinamos al sudoeste un cuarto de legua, y tres cuartos al oeste por cañones, cuestas, y monte muy molesto. Perdieron los prácticos la vereda, y aun el corto conocimiento que mostraron tener de este terreno. Y así, por no bajar más, tomamos el rumbo noroeste. Anduvimos sin vereda como tres leguas, subiendo un monte alto pero sin cuesta escarpada, y divisamos la caja del inmediato dicho arroyo. Pasamos a él por laderas algo escarpadas pero andables, y a las tres leguas poco más al oesnoroeste lo pasamos por buen vado y paramos en la banda septentrional. Aquí ya va incorporado con el de San Juan. Dijeron los prácticos que poco más arriba se juntaban estos dos ríos, y así determinamos observar la latitud de este paraje, y para esto detenernos hasta la tarde del día siguiente. Hízose la observación por el meridiano del sol, y hallamos estar el paraje, que nombramos de Nuestra Señora de las Nieves, en 37 grados 51 minutos de latitud. Pasó Fray Silvestre a registrar el sitio en que se juntan los dichos ríos de Navajó y San Juan, y halló estar tres leguas por el aire casi al oriente de las Nieves, y haber en las riberas de uno y otro en la misma junta buenas proporciones para una población mediana. El Río de San Juan es más caudaloso que el de Navajó, y más al norte dicen que tiene buenas y grandes vegas porque corre por tierra más abierta. Juntos ya forman un río tan caudaloso como el del Norte en el mes de julio, y se nombra Río Grande de Navajó por dividir a la provincia de esta nombre de la nación Yuta. Desde la vega y paraje de Nuestra Señora de las Nieves para abajo hay buen terreno con proporciones de riego y todo lo demás necesario para tres o cuatro poblaciones, aunque fuesen grandes. Esto es en lo que nosotros vimos. A una y otra orilla del río hay frondosos y espesísimos bosques de álamo blanco, roble pequeño, capulín, manzanita, lemita, y garambullo. Hay también alguna zarza parrilla, y un árbol que nos pareció nogal. Hoy ocho leguas.7.




Día 6 por la tarde salimos del Paraje de Nuestra Señora de las Nieves río abajo y rumbo oeste, y andadas dos leguas y media de mal camino paramos en la orilla del río. Venía malo del estómago Don Bernardo Miera, y esta tarde se agravó mucho; pero quiso Dios que antes que amaneciese el día siguiente se aliviase para que pudiésemos proseguir nuestra derrota. Hoy dos leguas y media.8.




Día 7 proseguimos por la orilla del río y ladera de las mesas inmediatas poco más de legua al oeste, y subimos una cuesta difícil; declinamos al noroeste y después de otra legua llegamos al río que llaman de la Piedra Parada, muy cerca de su incorporación con el de Navajó. Tiene aquí una vega muy grande, que nombramos de San Antonio, de muy buen terreno para siembras con proporción de riego, con todo lo demás que una población necesita de leña, piedra, madera, y pastos, y todo cerca. Nace este río al norte del de San Juan en la misma Sierra de la Grulla, corre de norte a sur, y es poco menor que el de Chama que pasa por el pueblo de Abiquiú. Pasado este río, caminamos al oeste dos leguas, algo más de otras dos al oes-noroeste, y llegamos a la orilla oriental del río que llaman de los Pinos, por producirse algunos en sus orillas. Es de buena agua, poco menor que el del Norte; corre por aquí de norte a sur, entra en el de Navajo, y nace de la Sierra de la Grulla cerca de su punta occidental, en la cual la nombran Sierra de la Plata. Tiene aquí una vega grande muy abundante de pastos, especialmente de grama, mucho y buen terreno para siembras de riego con todo lo demás que puede desearse para una buena población. Paramos en ella, nombrándola Vega de San Cayetano. Hoy poco más de seis leguas.9.




Día 8 salimos de la Vega de San Cayetano y Río de Pinos rumbo oes-noroeste, y a las cuatro leguas llegamos al Río Florido, que es mediano y menor que el de los Pinos. Nace de la misma sierra más al oeste, lleva el mismo rumbo de norte a sur, y tiene por donde lo pasamos una vega grande y de buen terreno para siembras con proporción de riego. Los pastos en la vega estaban buenos, mas no en las inmediaciones, aunque en años húmedos manifiesta haberlos. Pasado el Río Florido, caminamos al oeste dos leguas, y al oes-noroeste poco más de otras dos; bajamos una cuesta pedrosa y no muy dilatada, y llegamos al Río de las ánimas cerca de la punta occidental de la Sierra de la Plata en que tiene su origen. Pasárnoslo, y en la banda opuesta paramos. Es tan grande como el del norte, y ahora llevaba alguna más agua y con mayor rapidez, porque aquí tienen más declive sus corrientes, las que son de norte a sur, y entra como los antecedentes en el de Navajó. Por aquí va encajonado, pero más abajo dicen que tiene buenas vegas. Hoy ocho leguas poco más. Aquí no hay buen pasto, pero lo hay poco más adelante.10.




Día 9 salimos del Río de las ánimas, subimos la cuesta occidental al río que, aunque no es muy dilatada, es bien penosa por ser de bastante piedra y en parte muy escarpada. Pasamos el pequeño monte de su cima, con el cual tendrá poco más de cuarto de legua. Entramos en una cañada de abundantes pastos, anduvimos por ella una legua al oeste y declinamos al oeste cuarta al noroeste, y andadas tres leguas por un monte frondoso de buenos pastos, llegamos al Río de San Joaquín, por otro nombre de la Plata, el que es pequeño y como el que pasa por el pueblo de San Gerónimo de los Taos. Nace en la misma punta occidental de la Sierra de la Plata, y baja por el mismo cañón en que dicen haber vetas y descubiertas de metal; mas, aunque años pasados vinieron varios sujetos del Nuevo Méjico a registrarlas de órden del gobernador, que entonces era Don Tomás Vélez Cachupín, y llevaron piedras metálicas, no se averiguó con certidumbre de cuál metal fuesen. El juicio que algunos hicieron antes por relaciones de varios Indios y de algunos vecinos de este Reino, de que eran minerales de plata, ocasionó a la sierra este nombre. Desde la dicha cuesta del Río de las ánimas hasta este de San Joaquín es terreno muy húmedo, en que por la inmediación a la sierra llueve con mucha frecuencia; por lo que así en el monte, que es de pinos muy altos y derechos, roble pequeño y de diversos géneros de frutas silvestres, como en sus cañadas, hay bellísimos pastos. El temperamento aquí es demasiadamente frío aun en el mes de julio y agosto. Entre las frutas dichas se produce una de color negro, gusto agradable, y muy parecida al nispero aunque no tan dulce. No proseguimos hoy adelante porque las caballerías no habían cenado bien la noche antecedente y venían algo debilitadas, y también porque un copioso y largo aguacero nos hizo parar. Hoy cuatro leguas y cuarto, casi todas al oeste.11.




Día 10, aunque el padre Fray Francisco Atanasio amaneció agravado de un corrimiento reumático que desde el día antecedente empezó a sentir en el rostro y cabeza, y era preciso hacer alguna mansión hasta que se alentase, las continuas lluvias, la intemperie y mucha humedad del sitio, nos obligaron a salir de él rumbo norte; andada media legua poco más declinamos al noroeste. Anduvimos una legua, y tomamos al oeste por cañadas de monte muy amenas y muy abundantes de pastos, rosas y flores diferentes, y como a las dos leguas nos volvió a llover muy copiosamente; agravóse más el padre Fray Francisco Atanasio, púsose el camino inandable, y así andadas con mucho trabajo otras dos leguas al oeste, nos fue preciso parar en la orilla del primero riachuelo de los dos que componen el de San Lázaro, por otro nombre de los Mancos. Siguen los pastos con mucha abundancia. Hoy cuatro leguas y media.12.




Día 11, sin embargo del mucho frío y humedades que padecíamos, no pudimos mudar de paraje, pues el padre Fray Francisco Atanasio amaneció muy fatigado del dicho accidente y con alguna calentura. Por lo cual no pudimos pasar a ver las referidas vetas y piedras metálicas de la sierra, aunque estaban a poca distancia según nos aseguró un compañero que las había visto en otra ocasión.13.




Día 12 amaneció con algún alivio el padre Fray Francisco Atanasio y, por mudar de terreno y temperamento más bien que por adelantar jornada, salimos del paraje y Río de San Lázaro rumbo noroeste. Anduvimos poco más de legua, declinamos al oeste cuarta al oes-noroeste cinco leguas por monte frondoso y de buenos pastos, tomamos al oeste, anduvimos dos leguas y media por un chamizal de poco pasto, y andado un cuarto de legua al norte pasamos el Río de Nuestra Señora de los Dolores y paramos en su orilla septentrional. Nace este río de la falda septentrional de la Sierra de la Plata, corre hasta aquí al sudoeste, y de aquí voltea. Es poco menor que el Río del Norte por este tiempo. Hoy poco más de ocho leguas y media.14.




Día 13 hicimos mansión, ya porque el Padre se recobrase algo más para proseguir, ya para observar la altura de este sitio y vega del Río de los Dolores en que nos hallábamos. Hízose la observación por el sol, y vimos estar en 38 grados y 13 minutos y medio de latitud. Hay aquí cuanto una buena población necesita para su establecimiento y subsistencia de tierras de riego, pastos, madera y leña. En la banda austral del río sobre un alto hubo antiguamente una población pequeña, de la misma forma que las de los indios del Nuevo Méjico, según manifiestan las ruinas que de intento registramos. Alivióse el padre Fray Francisco Atanasio, y determinamos proseguir el día siguiente nuestra derrota.15.




Día 14 salimos de la Vega y río de Dolores rumbo norte, y andado un cuarto de legua proseguimos al noroeste una legua, al noroeste cuarta al oeste cinco leguas por un chamizal algo molesto. Entramos en un cañón alto y fragoso, y habiendo andado por él dos leguas al norte llegamos segunda vez al Río de Dolores que ya aquí corre al noroeste. Pasárnoslo dos veces en corto espacio y paramos a su orilla occidental, nombrando el paraje, que es una corta vega de buen pasto, de la Asunción de Nuestra Señora. Esta tarde nos alcanzaron un coyote y un genízaro de Abiquiú, nombrados el primero Felipe y el segundo Juan Domingo. Por vagar entre los gentiles se huyeron sin permiso de sus superiores del dicho pueblo, pretextando querer acompañarnos. No necesitábamos de ellos; mas, por evitar las culpas que, o por su ignorancia o por su malicia podían cometer andando más tiempo entre los yutas si intentábamos que se regresasen, los admitimos por compañeros. Hoy ocho leguas y cuarto.16.




Día 15 salimos de la Asunción (en el Río de Dolores) por un cañón de alguna aspereza y piedra por el que anduvimos un cuarto de legua al oesnoroeste. Tomamos luego al noroeste, y andada una legua y media poco menos, declinamos al nor-noroeste, y por un chamizal de buena tierra y casi llana anduvimos poco más de tres leguas. Volvimos al noroeste una legua, y andadas otras dos y media al oeste y por la vereda que más se retira del río entre las dos en que se divide, la cual desde la Asunción traíamos, paramos a sestear en un pequeño arroyo que los prácticos creían tener agua; mas lo hallamos totalmente seco. No sabíamos que por este rumbo hubiese otro aguaje suficiente y a proporcionada distancia para llegar a él hoy, por lo que enviamos a reconocer lo que habíamos de andar esta tarde. Halláse uno, aunque tan escaso que solo bastó para la gente, mas no para la caballada. Estaba tapado con piedras y leños según manifestaba de propósito. Es de agua perenne, no de muy buen gusto. Tapáronlo acaso los yutas por algún infortunio que les sobrevino en este sitio, pues según nos dijeron algunos de los compañeros que han andado entre ellos, así acostumbran hacerlo en tales casos. A la tarde proseguimos, y andadas dos leguas al noroeste y media al norte, llegamos al dicho aguaje que nombramos la Agua Tapada. Hoy nueve leguas y tres cuartos.17.




Día 16 nos faltaron más de la mitad de las bestias, que como no habían tenido agua se extraviaron buscándola, y la hallaron cerca del camino en la mitad de la jornada de ayer. Aparecieron y vinieron ya tarde. Por cuyo motivo salimos de la Agua Tapada a las diez y media de la mañana, tomamos una vereda poco usada que juzgamos nos duraría hasta llegar otra vez al Río de los Dolores que intentábamos seguir. Mas, habiendo andado por ella dos leguas al noroeste, y legua y media al oeste, se nos acabó porque la tierra era muy suelta y con las aguas se había borrado. Desde aquí tomamos al noroeste; al cuarto de legua entramos en un cañón, al principio ancho, en que hallamos un camino muy usado. Seguímoslo, y andado otro cuarto de legua al norte hallamos un aguaje que nos pareció suficiente para la gente y caballada, y que por estar por lado oriental oculta en un bosque espeso de piñón y sabina, nombramos la Agua Escondida. No se dan mas señas de este aguaje porque el camino dicho va rectamente a él. Hiciéronse dos bateques para que pudiese beber la caballada, que bebió toda aunque no muy a satisfacción. Mientras reconocíamos el terreno por uno y otro lado para proseguir esta tarde, siguió solo y sin que lo viésemos Don Bernardo Miera por el dicho cañón. Así que por el impulso de seguir la jornada paramos, enviamos a otro compañero para que lo regresase antes que se pudiese extraviar; mas, se adelantó tanto que hasta después de media noche no llegaron a donde los demás estábamos con bastante cuidado por la tardanza de los dos. Dijeron haber llegado por el cañón al río de Dolores, y que en el intermedio no había más que un trecho difícil de pasar pero componible. Con esto determinamos seguir a otro día por aquí. Hoy cuatro leguas.18.




Día 17 salimos de la Agua Escondida, y como a las tres y media de la tarde llegamos tercera vez al río de Dolores, habiendo andado por todo el cañón y sus muchas vueltas siete leguas al norte, que rectamente serán cuatro o cinco cuando más. Al cañón nombramos el Laberinto de Miera por los diferentes y agradables aspectos de los peñoles que a uno y otro lado tiene, y que siendo tan elevados y escarpados en las vueltas parece cuanto más se anda se dificulta más la salida, y porque don Bernardo Miera fue el primero que la anduvo. Todo es transitable y no muy molesto a las caballadas, exceptuando un paso que es fácilmente componible. Al llegar al río vimos rastros bien recientes de yutas, por lo que juzgamos estar cerca de aquí una ranchería de ellos. Y considerando que si nos habían visto y no los solicitábamos, podían recelar algún perjuicio de nosotros cuyo temor los inquietase; y que alguno de ellos podía guiarnos o ministrarnos algunas luces para proseguir nuestra derrota con menos dificultad y trabajo que el que ya padecíamos, porque ninguno de los compañeros conocía los aguajes y terreno de adelante, determinamos buscarlos. Luego que paramos en un ancón del río, que nombramos San Bernardo, fue el Padre Fray Francisco Atanasio, acompañado de Andrés Muñiz intérprete y de Don Juan Pedro Cisneros, siguiendo los rastros río arriba como tres leguas. Reconocieron ser yutas tabehuachis, mas no pudieron hallarlos, habiendo llegado hasta el desemboque del pequeño Río de las Paralíticas en el de Dolores. Dicen que este Río de las Paralíticas (nombrado así porque los primeros de los nuestros que lo vieron hallaron en una ranchería que estaba en su orilla tres mujeres Yutas con la enfermedad de este nombre) divide a los yutas tabehuachis de los muhuachis, habitando estos al sur y aquellos al norte. Hoy siete leguas, que serían rectamente cuatro al norte.19.




Día 18 fueron temprano dos compañeros a reconocer por donde podíamos salir de la caja del río, que aquí por uno y otro lado tiene mesas altas y de mucha piedra, para no alejarnos de él mientras no mudase de rumbo que aquí es norte, ni extraviarnos por la falta de aguas y pastos. No se pudo saber por dónde podríamos salir sin ir por la caja del río en que por la mucha piedra, y ser preciso pasarlo muchas veces, temíamos se nos despeasen las caballerías. Anduvimos río abajo, saliendo del ancón de San Bernardo una legua al norte, y paramos para que fuesen a reconocer más de lo que por la mañana habían andado. Como a las ocho de la mañana volvieron diciendo que sólo por la caja del río podríamos, aunque con trabajo, salir de esta mesería inandable. Por lo que determinamos seguir por la caja del río. Hoy una legua norte.20.




Día 19 proseguimos río abajo, y andadas con no poca dificultad una legua al nordeste, y otra al noroeste, paramos en un ancón del río para que bebiendo la caballería pudiésemos dejarlo y seguir una vereda que iba al noroeste, tomando aquí el río para el norte si acaso nos permitía la aspereza del terreno. Fue ínterin a reconocer si la dicha vereda era transitable uno de los compañeros, hasta pasar la cordillera de mesas altas y pedrosas que por ella pensábamos atravesar por ser ya inandable la caja del río. Hallóse no seguir la vereda por terreno andable al rumbo dicho del noroeste. Otra senda o vereda se encontró para el sudoeste; mas, aunque se examinó por largo espacio, y en éste no tenía embarazo, no nos atrevimos a seguirla porque más adelante de lo registrado se divisaban mesas altas y cañónes en que podíamos volver a encerrarnos y vernos precisos a retroceder. A más de esto, la mucha aridez de las inmediaciones vistas nos hacía creer que los bateques de agua llovediza, y aun los ojos de agua corriente que por aquí podrían encontrarse, estarían totalmente secos. Consultamos con los compañeros que habían viajado por esta tierra qué rumbo tomaríamos para evitar tantos inconvenientes, y cada uno era de distinto parecer. Hallándonos, pues, en esta confusión sin saber si podríamos seguir la dicha vereda, o si nos convendría retroceder un poco y tomar el camino que va para los yutas sabuaganas, pusimos nuestra confianza en Dios y nuestra voluntad en la de su Majestad Santísima, y habiendo implorado la intercesión de nuestros santísimos patronos para que Dios nos dirijese por donde fuese más conduciente a su santísimo servicio, sorteamos los dos dichos caminos y nos salió el de los sabuaganas. El cual determinamos seguir hasta llegar a ellos. Observamos en este sitio, que nombramos el Cajón del Yeso por haberlo en una mesa inmediata, la altura por el sol, y nos hallamos en 39 grados y 6 minutos de latitud. Hoy dos leguas.21.




Día 20 salimos del Cajón del Yeso, retrocediendo una legua al sueste. Volvimos a pasar el río, a cuyo les-nordeste como un cuarto de legua vimos en unos cerrillos minas de yeso transparente muy bueno. Pasado el río, entramos en una cañada ancha, y por una vereda bien trillada que va al pie de una mesa alta anduvimos tres leguas al les nordeste. Luego a instancias de Don Bernardo Miera, que no gustaba seguir este camino, nos llevó el intérprete Andrés por una cuesta alta escarpada, y de tanta piedra que juzgamos vernos precipitados a retroceder desde la mitad de ella, porque se maltrataban tanto las caballerías que muchas de ellas señalaban el rastro en las piedras con la sangre que éstas les sacaban de pies y manos. Subírnosla con ingentísimo trabajo, y al cabo de algunas horas rumbo norte, andado como un cuarto de legua en la subida, en la cima anduvimos una milla al noroeste. Y desde aquí vimos que el camino iba por abajo de esta mesa y por tierra buena y del todo llana. En la bajada, que es extendida y sin piedra, anduvimos más de tres cuartos de legua al norte. Proseguimos poco más de legua al nordeste por un chamizal en que había mucho nopal chico; y por evitar la molestia que éste daba a las caballerías, entramos en la caja de un arroyo; y andada por ella una legua al leste, llegamos inopinadamente a un aguaje copioso y de buena agua, que se compone de la que estanca cuando llueve y de una pequeña fuente. Al cual nombramos San Bernabé. Es, según manifiestan las veredas y ruinas de chozas que aquí hay, paraje de Yutas, y a él viene el camino que dejamos al subir la dicha intransitable cuesta. Aquí paramos aunque el pasto no es muy abundante, habiendo andado hoy seis leguas (sin el retroceso).22.




Día 21 salimos del Aguaje de San Bernabé, y por el cañón en cuyo principio austral está, anduvimos cuatro leguas al norte de no muy buen terreno y algunos pasos dificultosos. En la mitad del cañón hay buenos bateques de agua, y casi en el fin por el espacio de un cuarto de legua corre tanta agua como la de una fuente mediana. Pasado este cañón, anduvimos una legua poco menos al noroeste por un chamizal llano. Entramos en otro cañón de tan mal camino como el antecedente, y andada por él una legua larga al norte llegamos al Río de San Pedro, y paramos en una vega corta que aquí tiene, nombrándola el Paraje de San Luis. Hoy seis leguas.23.




Día 22 salimos del Paraje de San Luis, pasamos el río, subimos una cuesta bien alta y escarpada mas no de mucha piedra, entrando en una mesa dilatada que es como remanente de la Sierra de los Tabehuachis. Anduvimos por ella rumbo nordeste dos leguas, les-nordeste más de media legua, les-sueste otra media, y bajamos de la mesa por otra cuesta escarpada pero corta, y es la que don Juan María de Ribera pondera por muy penosa en su diario. Luego por la orilla del río de San Pedro (río arriba) anduvimos una legua rumbo nordeste. Paramos a sestear, y fueron a reconocer lo que habíamos de andar a la tarde, dejando ya el río si había cerca aguaje, y si no el día siguiente. Volvieron tarde los que a esto fueron, y así dormimos en este sitio que nombramos de San Felipe. Hoy cuatro leguas.24.




Día 23 salimos del Paraje de San Felipe (en el Río de San Pedro), subimos una loma, y por el pie de la Sierra de los Tabehuachis (así nombrada por habitarla los yutas de este nombre) anduvimos cuatro leguas que, por las muchas vueltas que dimos, serían dos al leste de San Felipe. Dejamos ya el dicho Río de San Pedro que nace de la Sierra de las Grullas, en el brazo de ella que, después del que nombran Sierra de la Plata, sigue al norte, corre al noroeste y al oeste hasta juntarse con el de Dolores cerca de la pequeña sierra que nombran de la Sal, por haber junto a ella salinas de las que, según nos informaron, se proveen los yutas que habitan por aquí. Es río mediano. Paramos a sestear cerca de un aguaje perenne que baja de la sierra, y en un chamizal llano que a la parte austral tiene una cañada de buen pasto y antes de ella forma a modo de ceja. Sobre ésta hay ruinas de un pequeño y antiguo pueblo, cuyas casas parecen haber sido de piedra con la cual tienen formada los yutas tabehuachis una trinchera débil y tosca. Aquí ya volvimos a hallar buenos pastos para las caballerías, los cuales se nos habían escaseado desde el Paraje de la Asunción en el Río de Dolores hasta hoy, porque estaba la tierra tan abrazada y seca que manifestaba no haber llovido en todo este verano. A la tarde empezó a llover, cesó al cabo de hora y media poco más, y proseguimos nuestra jornada subiendo la Sierra de los Tabehuachis por una loma alta y en partes escarpada; y andadas una legua al nordeste y otra al leste, nos alconzó un yuta tabehuachi, que fue el primero que en todo lo hasta aquí andado (desde la primera jornada del pueblo de Abiquiú en que encontramos otros dos) habíamos visto. Para hablar de espacio con él, paramos cerca del origen del aguaje en que sesteamos y aquí nombramos la Fuente de la Guía. Dímosle de comer y chupar, y después por medio del intérprete le hicimos varias preguntas sobre la tierra de adelante, los ríos y su curso. Tabién le preguntamos dónde se hallaban los tabehuachis, muhuachis, y sabuaganas. Al principio todo lo ignoraba, aun hasta el terreno de su habitación. Mas, después que se le quitó algo del temor y el recelo con que nos hablaba, dijo que los Sabuaganas estaban en su tierra todos y que los encontraríamos presto; que los tabehuachis andaban por esta sierra y sus inmediaciones dispersos; que los ríos, desde el de San Pedro hasta el de San Rafael inclusive, entran en el de Dolores, y que éste se incorpora con el de Navajó. Propusímosle que si nos quería guiar hasta la ranchería de un capitán sabuagana, que nuestro intérprete y otros decían ser muy afecto a los españoles y conocer mucha tierra. Admitió con la condición de que lo esperásemos hasta la tarde del día siguiente; convenimos en esperarlo, ya porque nos guiase, ya porque no llegase a sospechar de nosotros alguna cosa que inquietase a él y a los demás. Hoy seis leguas.25.




Día 24 antes de las doce llegó dicho yuta a donde lo estábamos esperando con su familia, otras dos mujeres y cinco niños, dos de pecho y tres de ocho a diez años, todos de buen aspecto y muy afables. juzgaban que íbamos a comerciar, y así trajeron gamuzas y otras cosas para cambiar. Entre éstas traían pasas de manzanita negra, de la cual ya hablamos al principio de este diario, las cuales son muy semejantes a las de uva pequeña y muy sabrosas. Persuadímosles, aunque ellos no lo creyeron enteramente, que no veníamos a lo que pensaban ni traíamos géneros de comercio. Y porque no nos tuviesen por exploradores de su tierra con el fin de conquistarla después de vista, y nos embarazasen el progreso, haciéndonos juicio que de los Cosninas podía haber pasado noticia del viaje del reverendo padre Fray Francisco Garcés a los yutas payuchis, y de estos a los demás, dijimos que un padre, nuestro hermano, había venido a Cosnina y Moqui, que de aquí se había vuelto a Cosnina. Con esto se aquietaron enteramente compadecidos de nuestro cuidado, y dijeron que no habían tenido noticia de dicho padre. Dimos de comer a todos, y la mujer de nuestro guía nos presentó un poco de carne seca de ciervo y dos platos de pasa o manzanita seca, lo que le correspondimos con harina. Después de medio día dimos al yuta lo que pidió por conducirnos, que fueron dos belduques y diez y seis hilos de abalorio blanco. Los que entregó a su mujer que con las otras se fue para sus ranchos al tiempo que nosotros con él (a quien desde aquí empezamos a llamar Atanasio) salimos de la Fuente de la Guía. Anduvimos por la falda de la sierra media legua al leste, otra media al lessueste, y un cuarto de legua al sueste. Volvimos al leste dejando una vereda que va al sueste, apartándose de la que traíamos; y andados tres cuartos de legua, uno al sueste y dos al leste, paramos en una cañada cuya bajada y subida son muy altas pero no difíciles. Por lo cual la llamamos la Cañada Honda. En ella hay una fuente copiosa y de buena agua, mucha leña, y abundante pasto para las caballerías. Hoy dos leguas.26.




Día 25 salimos de la Cañada Honda rumbo leste, y por matas densas de roble pequeño anduvimos media legua; declinamos al sueste por tierra más desembarazada, y por la misma vereda anduvimos tres leguas y media; y andada otra media al leste empezamos ya a atravesar la sierra rumbo nordeste, y a la legua y media de buena tierra, desembarazada ya y sin cuesta penosa, llegamos a su cima, que es un collado de muy buenos pastos y de agradable aspecto por las breñas y hermosos bosques de álamo que divididos por corto espacio unos de otros produce. Hay aquí tres veredas, y nosotros seguimos la que va al nordeste. Andada a este rumbo legua y media, paramos todavía en la falda septentrional de la sierra y en una fuente copiosa de buena agua, que nombramos el Ojo de Laín y nace como seis pasos vulgares al leste de la vereda. Antes que se pudiese preparar algún alimento de que traíamos bastante necesidad, cayó un aguacero copioso. Hoy siete leguas y media.27.




Día 26 salimos del Ojo de Laín rumbo nordeste, y anduvimos una legua. Aquí se divide en dos la vereda que traíamos, una para el les-nordeste y otra para el nordeste. Esta seguimos, y andadas dos leguas y media al nordeste, acabamos de bajar la sierra y entramos en las riberas y vegas del río de San Francisco, nombrado de los yutas ancapagari (que según el intérprete dice Laguna Colorada) porque dicen haber cerca de su nacimiento un ojo de agua colorada, caliente, y de mal gusto. En esta vega del río, que es grande y muy llana, hay un camino muy ancho y trillado. Por él río abajo anduvimos legua y media al noroeste, y paramos junto a una ciénega grande muy abundante de pasto que nombramos La Ciénega de San Francisco. Hoy cinco leguas.28.


Descripción de las Sierras hasta aquí vistas

La de la Grulla, y de la Plata, empieza cerca del paraje nombrado El Cobre e inmediato a la población ahora desierta. Del nacimiento corre casi al noroeste y como a las setenta leguas de Santa Fe forma una punta hacia al oes-sudoeste, y es la que nombran Sierra de la Plata. De aquí sigue al nor-nordeste, declinando al norte desde poco antes de la Sierra de los Tabehuachis hasta la otra pequeña nombrada del Venado Alazán, que es donde finaliza por la parte del norte. Por la del oriente se une, según noticia, con la del Almagre y con la Sierra Blanca. Al oes-sudoeste cuarta al oeste de la punta de la Plata, como treinta leguas, se mira otra pequeña sierra nombrada del Dátil. Esta sierra derrama para la parte occidental todos los ríos que hasta ahora hemos pasado, y los de adelante hasta el de San Rafael inclusivemente. La Sierra de los Tabehuachis que acabamos de pasar corre al norte; tendrá de longitud treinta leguas, y por donde nosotros la atravesamos ocho o diez de latitud. Abunda de pastos buenos y es muy húmeda, y tiene buenos terrenos para siembras de temporal. Produce con abundancia piñón, pinavete, pino real, roble pequeño, varias especies de fruta silvestre, y en algunas partes lino. Críanse en ella ciervos, corzos y otros animales, y unas gallinas en el tamaño y hechura como las comunes domésticas; de las que se diferencian en no tener cresta. Su carne es muy gustosa. Como veinte leguas al oeste de esta sierra está la de la Sal, que también parece pequeña. Al oes-sudoeste cosa de cuatro leguas se mira otra que llaman la Sierra de Abajo.29.




El río dicho de San Francisco es mediano y poco mayor que el de Dolores. Compónese de varios riachuelos que bajan de la falda occidental de la Sierra de las Grullas, y corre al noroeste en lo que vimos. Tiene aquí una vega de buen terreno para siembras con proporción de riego. Tendrá tres leguas. Hay todo lo demás para establecer en ella una buena población. Al norte de esta vega hay una cordillera de cerrillos y lomas de color plomoso coronados de tierra amarilla.30.




Día 27 salimos de la Ciénega de San Francisco río abajo y rumbo noroeste. A poca distancia encontramos un yuta nombrado El Zurdo con su familia. Detuvimosnos gran rato con él, y después de larga conversación no sacamos otra utilidad que haber sufrido el calor del sol, que era muy ardiente todo el tiempo que duró. Proseguimos nuestra jornada por la vega, y habiendo caminado dos leguas y media al noroeste, pasamos el río, el frondoso y espeso bosque de álamos y otros árboles que aquí produce su ribera. Subimos una cuesta pequeña, entramos en un llano sin pastos pero de alguna piedra menuda, y andadas en todo río abajo tres leguas y media al noroeste paramos en otra vega del mismo río que nombramos de San Agustín. Es grande, y por una y otra banda de él tiene abundantes pastos y mucho álamo negro. Hoy seis leguas. Más abajo, y como cuatro leguas al norte de esta Vega de San Agustín, se incorpora este río con otro mayor que el nombrado por los nuestros de San Xavier, y por los Yutas Río del Tomichi. A estos dos ríos ya juntos llegó el año de 65 Don Juan María de Ribera, atravesando la misma Sierra de los Tabehuachis en cuya cima está el paraje que nombró El Purgatorio, según las señas que da en su derrotero. La vega en que paró para vadear el río, y en que dicen haber esculpido en un renuevo de álamo una cruz, los carácteres que dicen su nombre y el año de expedición, se halla casi en la misma junta en la banda austral, según nos aseguró nuestro intérprete Andrés Muñiz, que con el dicho Don Juan María llegó el año referido hasta la Sierra de los Tabehuachis, diciendo que aunque él se quedó entonces tres jornadas antes del río, viniendo el año pasado de 75 por su orilla con Pedro Mora y Gregorio Sandoval que acompañaron en toda la citada expedición a Don Juan María, dijeron que hasta él habían llegado entonces, y desde él habían principiado su regreso, habiéndolo pasado solamente ellos dos, enviados por dicho Don Juan María a buscar yutas en la banda opuesta a la vega en que pararon, y desde la cual se regresaron. Y así, que éste era el que ellos entonces juzgaron ser el gran río del Tizón.31.




Día 28 salimos de la Vega de San Agustín dejando ya el Río de San Francisco rumbo norte, y andada media legua proseguimos tres leguas y media al nor-nordeste por tierra suelta y sin piedra, y llegamos al ya mencionado Río de San Francisco Xavier (vulgo San Xavier), por otro nombre del Tomichi, que se compone de cuatro pequeños ríos que bajan de la punta final (hacia el norte de la Sierra de la Grulla). Es tan caudaloso como el del Norte, corre al oeste, y en la punta occidental de la Sierra del Venado Alazán se incorpora, como ya dijimos, con el de San Francisco. Sus riberas por aquí son muy escasas de pasto. En un ancón de él, en que hallamos algún pasto para las caballerías y llamamos Santa Mónica, paramos hoy con ánimo de sestear un rato y proseguir río arriba hasta encontrar unas rancherías de Sabuaganas que ayer supimos estar cerca de aquí, y en ellas algunos indios de los timpanogotzis o lagunas, a cuya tierra intentábamos ya pasar. Pero reflexionando el extravío que se nos seguía de andar más río arriba y a este rumbo, que se nos maltratarían las caballerías que ya venían despeadas, y que se nos sería preciso gastar mucho de bastimento yendo a sus habitaciones, acordamos enviar el intérprete con el guía Atanasio para que los llamasen y ver si alguno de ellos o de los lagunas nos quería conducir, pagándole hasta donde supiese. Fueron y quedamos los demás esperándolos en Santa Mónica. Hoy cuatro leguas. Observáse la latitud de este paraje por el meridiano del sol, y es 39 grados, 13 minutos, 29 [22] segundos.32.




Día 29 como a las diez de la mañana, se dejaron ver sobre unas lomas de la otra banda cinco yutas sabuaganas dando grandes alaridos. Juzgamos ser los que se habían ído a buscar; mas luego que llegaron a donde nosotros estábamos, conocimos no ser de los llamados. Dímosles de comer y chupar, mas después de larga conversación, cuyo asunto era las reyertas que en este verano habían tenido con los comanches yamparicas, no pudimos sacar de ellos cosa alguna útil a nuestro intento, porque el suyo era infundirnos miedo ponderando el peligro a que nos exponíamos de que nos quitasen la vida los comanches si proseguíamos nuestra derrota. Deshicimos la fuerza de estos pretextos con que procuraban impedir que pasásemos adelante, diciéndoles que nuestro Dios, que lo es de todos, nos había de defender en caso de encuentro con estos enemigos.33.




Día 30 por la mañana llegaron el intérprete Andrés y el guía Atanasio con otros cinco sabuaganas y un laguna. Después de haberles obsequiado con bastante alimento y tabaco, les manifestamos nuestro intento, que era de pasar al pueblo o pueblos de los lagunas (habían nos dicho los yutas que los lagunas habitaban en pueblos como los del Nuevo Méjico), deciéndoles que pues eran nuestros amigos, nos diesen una buena guía que nos condujese hasta estas gentes, que le pagaríamos a su satisfacción. Respondieron que para ir a donde pretendíamos no había otro camino que el que pasa por medio de los dichos comanches, y que éstos nos impedirían el paso y aun nos quitarían la vida; y finalmente que ninguno de ellos conocía la tierra intermedia de aquí a los lagunas. Esto repitieron muchas veces, instando a que de aquí nos volviésemos. Procuramos convencerlos, ya con razones ya con obsequios, para no disgustarlos. Luego presentamos al laguna una cobija de chalona, un belduque, y cuentas blancas de abalorio, diciéndole que esto le dábamos porque nos acompañase y sirviese de guía hasta su tierra. Admitió, y se le entregó lo dicho. Viendo esto los sabuaganas, cesaron de ponderar dificultades, y ya confesaron conocer algunos de ellos el camino. Después de todo esto nos hicieron grande instancia para que pasásemos a su ranchería, diciendo que el laguna no sabía el camino por otra parte. Bien conocimos ser nueva invención para contenernos y gozar más tiempo del beneficio que les hacíamos, pues a cuantos llegaban, que hoy fueron bastantes, dábamos de comer y chupar; mas, para no darles ocasión de disgusto ni perder tan buen guía como habíamos conseguido, condescendimos en ir. Esta tarde salimos de Santa Mónica, pasamos el río de San Xavier en que dió la agua más arriba del encuento a las caballerías, subimos una loma, y por tierra quebrada pero blanda y sin piedra anduvimos río arriba y rumbo les-nordeste dos leguas; y andadas otras dos por tierra no tan quebrada pero de algún chamizo, mucho nopal chico, y piedra menuda de mal paíz rumbo nordeste, paramos en la orilla de un pequeño río que nombramos de Santa Rosa. Nace de la Sierra del Venado Alazán, en cuya falda austral estamos, y entra en el de San Xavier. Tiene aquí una mediana vega de buen pasto y un vistoso bosque de álamo blanco y roble pequeño. Hoy cuatro leguas. Durmieron en nuestra compañía los sabuaganas y laguna.34.




Día 31 salimos del Río de Santa Rosa de Lima rumbo nordeste, anduvimos legua y media de buena tierra, y llegamos a otro río mediano que baja de la misma sierra que el antecedente, y con él entra en el de San Xavier y nombramos el Río de Santa María, en cuyas vegas y ancones hay todo lo necesario para establecimiento y subsistencia de dos poblaciones. Anduvimos río arriba por dichas vegas y por las alamedas que también tiene cuatro leguas y media al nordeste, pasándolo una vez. Declinamos al norte, volvimos a pasar el río, entramos en un monte de sabina y mucha piedra que duró como tres millas; luego proseguimos subiendo la Sierra del Venado Alazán por la ladera de una cañada muy alta, rompiendo espesas matas de roble pequeño; y andadas cuatro leguas también al norte paramos en un aguaje perenne que nombramos San Ramón Nonato. De los yutas sabuaganas que con nosotros venían desde Santa Mónica, comió hoy uno tan bárbara y brutalmente que pensamos muriera de repleción. Viéndose tan malo dijo que los españoles le habían hecho daño. Diónos bastante cuidado este necio pensamiento, porque ya sabíamos que estos bárbaros, si por contingencia enferman después de haber comido lo que otro, aunque sea de ellos mismos, les dá, creen que éste les hizo daño y procuran vengar el agravio que no han recibido. Pero quiso Dios que se aliviase, vomitando algo de lo mucho que no podía digerir. Hoy nueve leguas.35.




Día 1 de septiembre salimos de San Ramón rumbo norte, y andadas tres leguas por cañadas pequeñas de abundantes pastos y matas espesas de roble pequeño, encontramos como ochenta yutas, todos en buenos caballos, y los más de la ranchería a que íbamos. Nos dijeron que íban a cazar, pero nosotros hicimos juicio que salían así juntos, ya para ostentar su numerosa fuerza, ya para explorar si nos seguía alguna más gente española o veníamos solos; porque sabiendo desde la noche andecedente que íbamos a su ranchería, era regular que no saliesen casi todos los hombres de ella al mismo tiempo que sabían que llegábamos, si no los hubiese movido lo que acabamos de decir. Proseguimos con sólo el laguna, bajamos una cuesta muy escarpada, entramos en una cañada muy alegre en que había un pequeño río y en toda su ribera un dilatado bosque de pinos reales muy altos y derechos, y entre ellos algunos álamos que parecen emular la rectitud y elevación de los pinos. Por esta cañada anduvimos una legua al leste y llegamos a la ranchería, que era numerosa y se compondría de treinta tiendas. Paramos una milla más abajo de ella y en la orilla del dicho río, nombrando al paraje San Antonino Mártir. Hoy cuatro leguas (199 leguas).36.




Luego que paramos pasó el padre Fray Francisco Atanasio a la ranchería con el intérprete Andrés Muñiz a ver al capitán y a los demás que habían quedado. Entró en la tienda del capitán, y habiendo saludado, acariciado, a él y a sus hijos, le suplicó juntase allí la gente que había. Hízolo así, y ya juntada la que pudo concurrir de uno y otro sexo, les anunció mediante el intérprete el evangelio. Todos oyeron con gusto, y especialmente seis lagunas que también concurrieron, entre quienes se señalaron nuestro guía y otro laguna. Luego que empezó el padre a instruirlos, les interrumpió el dicho nuevo guía, previniendo así a los sabuaganas como a sus compatriotas "que creyesen cuanto el padre les decía porque todo era cierto." El otro laguna indicó el gusto y atención con que oía el anuncio de su salud eterna de este modo. Había entre los oyentes uno algo sordo, el cual no percibiendo lo que se trataba, preguntó qué era lo que el Padre decía. Entonces este laguna dijo: "El padre dice que éste que nos muestra (era una imagen de Cristo Crucificado) es el único Señor de todo que vive en lo más alto de los cielos, y para agradarle e ir a verlo es necesario bautizarse y pedirle perdón." Insinuó esta última razón dándose con la mano en el pecho, acción admirable en él por no haberla visto antes, ni en el padre ni en el intérprete. Viendo el padre el gusto con que mostraban oirle, propuso al capitán que en la ocasión mandaba esta ranchería que, si habiendo conferenciado con los suyos admitían el Cristianismo, vendríamos a instruirlos y arreglarlos en el modo de vivir para bautizarlos. Respondió que lo propondría a su gente, mas en toda la tarde no volvió a dar más razón que fundase probable esperanza de que admitían lo propuesto. Regocijado el padre de la expresión de los dichos lagunas, preguntó como se llamaba este último (al guía ya le habíamos puesto por nombre Silvestre), y sabiendo que lo nombraban Oso Colorado, instruyó a todos explicándoles la diferencia que hay entre los hombres y los brutos, el fin con que unos y otros fueron criados, y lo mal que hacían en ponerse nombres de fieras, haciéndose en esto iguales y aun inferiores a ellos. Consecutivamente dijo al laguna que en adelante se nombrase Francisco. Viendo esto los demás, empezaron a repetir aunque con trabajo este nombre, alegrándose el laguna de que así lo nombrasen. Sucedió también que apellidando el padre capitán al que, como se dijo, mandaba la ranchería, repuso éste que él no lo era y que el verdadero capitán era un joven bien parecido que se hallaba presente; y preguntando el padre si era casado, respondió que sí y que tenía dos mujeres. De esto se avergonzó el dicho joven (a quien el otro hizo honor indicado por ser hermano de un capitán muy venerado entre los sabuaganas que llaman Yamputzi), e intentó persuadir que solo tenía una mujer. De que se infiere tener estos bárbaros noticia o conocimiento de la repugnancia que incluye la multiplicidad de mujeres a un mismo tiempo. De aquí tomó ocasión el Padre para instruirlos sobre el punto, y exhortarlos a que no tuviesen más que una. Después de todo esto se les compró un poco de carne de cíbolo seca, dándoles por ella cuentas de abalorio, y se les suplicó que si querían nos cambiasen algunos caballos por otros que traíamos ya despeados. Respondieron que a la tarde los cambiarían. Concluido esto se regresó el padre al real.37.




Poco antes de que el sol se metiese vinieron el capitán, algunos ancianos, y muchos de los demás a donde estábamos. Empezaron a persuadirnos que desde aquí nos volviésemos, ponderando de nuevo y con mayor esfuerzo las dificultades y peligros a que nos exponíamos prosiguiendo adelante; asegurando que no nos lo permitirían los comanches, y que esto no nos decían por impedirnos ir hasta donde quisiéramos, sino porque nos estimaban mucho. Correspondimos esta expresión, y les dijimos que el Dios único a quien adoramos nos facilitaría todo y nos defendería, no sólo de los Comanches, sino también de todos los demás que pensasen hacernos daño; y que estando ciertos de que su Majestad estaba de nuestra parte, nada de cuanto nos representaban temíamos. Viendo que no valían sus pretextos, dijeron que pues sin atender a lo que nos manifestaban queríamos proseguir, que escribiésemos al capitán grande de los españoles (así nombran al señor gobernador), diciéndole que pasamos de su tierra para que si teníamos algun mal evento y no volvíamos, no pensasen los españoles que ellos nos habían quitado la vida. Este fue arbitrio de algunos de los nuestros compañeros que querían volverse o detenerse con ellos. Respondímosles que escribiríamos y les dejaríamos la carta para cuando algunos de ellos fuesen al Nuevo Méjico la llevasen. Repusieron que ellos no podían llevarla, que la enviásemos con alguno de los nuestros. Dijímosles que ninguno podía volverse ni quedar con ellos. Por último, ya que no hallaron otro medio para impedirnos el paso sin declararse enemigos, dijeron que si no nos volvíamos de aquí, no nos cambiarían los caballos que traíamos despeados; a que respondimos que aunque no nos los cambiasen habíamos de proseguir, porque de ninguna suerte nos habíamos de volver sin saber por donde había ído el padre nuestro hermano que había estado en los moquis y cosninas, y podía andar perdido. A esto dijeron, inspirados de los mismos nuestros que entendían su idioma y nos hacían oculta y cruda guerra, que los padres no podían perderse porque en papel tenían pintadas todas las tierras y camino. Volvieron a instar, reproduciendo todo lo referido para que de aquí nos regresásemos. Y viendo nuestra determinación invariable, repitieron que nos persuadían que no pasásemos adelante porque nos amaban, pero que si queríamos no nos lo impedían, y que por la mañana cambiarían los caballos. Despidiéronse ya de noche, no sin esperanza de vencer el día siguiente nuestra instancia; pues según advertimos se la dieron Felipe el de Abiquiú, el intérprete Andrés, y su hermano Lucrecio, que eran los que por miedo o porque no querían proseguir, inspiraban ocultamente a los sabuaganas desde que los conocieron opuestos a nuestros proyectos. Lo cual nos causaba mucho desconsuelo, y mucho más lo siguiente. Desde la Villa de Santa Fe advertimos a todos los compañeros que los que quisiasen serlo en este viaje no habían de llevar género alguno de comercio, y que los que no admitiesen esta condición se quedasen. Todos admitieron no llevar cosa alguna, ni otro fin que el que nosotros llevábamos, que era la gloria de Dios y bien de las almas. Por lo cual se les ministró cuanto pidieron para su habilitación y para dejar a sus familias. Pero faltaron algunos a lo prometido, llevando ocultamente algunos géneros que no vimos hasta cerca de los sabuaganas. Y encargamos y suplicamos aquí a todos que ninguno comerciase para que entendiesen los infieles que otro motivo superior a éste nos traía por estas partes. Acabábamos de decir a los sabuaganas que no necesitábamos de armas ni de gente porque toda nuestra seguridad y defensa la teníamos en el brazo omnipotente de Dios, y Andrés Muñiz nuestro intérprete con su hermano Lucrecio se mostraron tan obedientes y fieles cristianos, que comerciaron lo que traían oculto y con grande ansia solicitaron de los infieles armas, diciéndoles que les eran muy precisas pues iban a pasar por tierras de comanches. En que con grave dolar nuestro manifestaron su poca o ninguna fe y mucha improporción para empresas semejantes.38.




Día 2 de septiembre bien de mañana concurrieron en el real los mismos, y aun más que ayer tarde. Volvieron a esforzar los pretextos arriba dichos, añadiendo otra nueva y grande dificultad; porque disuadieron enteramente al laguna del intento de conducirnos y le hicieron volvernos lo que le habíamos dado por que nos acompañase hasta su tierra. Después de haber altercado más de hora y media, sin conseguir que el guía volviese a tomar lo que había recibido y cumpliese con su palabra, ni que ellos cesasen de oponerse, les dijimos con la animosidad que en tal aprieto convenía que, habiendo el laguna admitido voluntariamente acompañarnos hasta su tierra, y ellos puesto tantas dificultades, conocíamos cierta y claramente que ellos nos quitaban la guía y nos impedían el paso; que nosotros no habíamos de volver atrás por más que hiciesen; que aun sin guía proseguiríamos; pero que si el laguna no nos acompañaba, supiesen desde luego que ya no los teníamos por amigos. Y con esto se suavizaron, y el joven arriba mencionado, hermano del capitán Yamputzi, habló a los demás y dijo que, habiéndonos franqueado el paso y quedado el laguna en guiarnos, ya no convenía en ponernos embarazo, y así que cesasen de hablar sobre el punto. Siguióle otro, que también decían ser capitán, con la misma exhortación. Luego todos dijeron al laguna que ya no podía dejar de acompañarnos. El cual, por los que ellos le habían dicho antes, ya no quería. Después de muchas instancias y halagos recibió su paga aunque con alguna repugnancia, y convino venir con nosotros. Ya la ranchería mudaba de puesto e iban marchando para donde estaba el capitán yamputzi, al tiempo que nosotros salíamos del penoso Paraje de San Antonino Mártir. No sabíamos el rumbo que habíamos de tomar porque el guía, arrepentido del trato, no quería ir adelante ni decirnos el camino. Quedóse en el sitio de la ranchería con el caballo que le dimos para que fuese con el pretexto de buscar silla, prosiguiendo nosotros por donde iban los sabuaganas, aunque involuntariamente porque deseábamos apartarnos de ellos. Encargamos al intérprete que lo sacase cuanto antes y procurase alentarlo. Hízolo así y, habiéndose ido todos los Yutas, ya dijo el guía por donde habíamos de tomar el camino, e envió al intérprete a que nos revolviese a donde él había quedado. Aquí lo hallamos despidiéndose de los otros sus paisanos que quedaban con los sabuaganas, quienes le encargaron que nos llevase con cuidado, y le dijeron como había de proporcionar las jornadas. A más del guía Silvestre hallamos aquí otro laguna todavía muchacho que quería acompañarnos. Como no habíamos sabido antes su intento, no le habíamos prevenido caballería, y así por no detenernos más lo echó en ancas de la suya Don Joaquín Laín.39.




Con gran gusto dejamos el camino que llevaba la ranchería, y con los dos lagunas, Silvestre y el muchacho que nombramos Joaquín, proseguimos nuestra derrota, y habiendo retrocedido una legua al oeste de San Antonino, tomamos otra vereda; anduvimos menos de legua y tres cuartos al noroeste y más de un cuarto al oes-noroeste, y paramos en un corto valle de buenos pastos cerca de un riachuelo de buena agua que nombramos de San Atanasio. Anduvimos hoy por buena tierra y por bosque de álamo y matas de roble pequeño tres leguas, pero adelante solas dos leguas. Esta noche llovió mucho.40.




Día 3 volvió a llover muy de mañana y nos fue preciso esperar que cesase, y como a las once salimos de San Atanásio rumbo norte. Al cuarto de legua tomamos el noroeste, y por un valle de muchos bosques de álamo y pino real, y muy abundante de aguas y pastos, anduvimos dos leguas y cuarto. Declinamos al nor-noroeste una legua, luego al noroeste algo más de legua y tres cuartos por tierra, aunque de algunas lomas, buena y sin piedra, pasando bosques de pino real y álamo y matas de roble pequeño algo molestos. Volvimos al nor-noroeste un cuarto de legua por una cañada baja, por la que corre tanta agua como la que cabe en dos surcos medianos; y aunque no sigue por toda la cañada, pues en partes se oculta totalmente, en partes corre y en partes se descubre en bateques como llovediza estancada, parece permanente porque en toda la cañada había chozas y casillas que indican ser estancia de estos yutas. Siguiendo la caja de un arroyo en que la dicha agua se oculta y aparece por la banda del norte y al noroeste, anduvimos una legua y media, y paramos en ella casi al pie de un cerro que los yutas llaman Nabuncari, nombrando al paraje San Silvestre. Hoy siete leguas.41.




Día 4 salimos de San Silvestre rumbo noroeste, siguiendo el mismo arroyo. A poca distancia declinamos al oes-noroeste, y andadas dos leguas volvimos al noroeste, subimos una cuesta muy alta, dejando la caja del arroyo así al sur, y por entre lomas de varias especies de retama anduvimos más de media legua. Bajamos a otro riachuelo que entra en el arroyo dicho; pasámoslo, subimos otra cuesta de alguna piedra y montes de piñón, y andado un cuarto de legua casi al oes-sudoeste, lo volvimos a pasar ya junto con el arroyo. Aquí tienen las nutrias hechos con palizadas tal estanques que representan a primera vista un río más que mediano. Luego por la banda austral y por un llano de chamizos anduvimos como tres cuartos de legua al oeste, y lo volvimos a pasar para seguir por la otra banda y dejarlo a la parte del sur. Pasado ya tomamos al oes-noroeste, pasamos un pedazo de monte de piñón, y entramos en un chamizal en que estaban tres mujeres yutas con un niño sazonando las frutillas que habían recojido para su mantenimiento en los arroyos y riachuelos que hay por aquí. Llegamos a hablarles, y desde luego nos franquearon sus frutas, que eran capulín, garambullo, lemita, y algún piñón de este año. El garambullo que por estas partes se produce en la mata es muy agrio, pero ya asoleado como estas yutas lo tenían es de un agridulce muy gustoso. Proseguimos nuestra jornada, y habiendo andado legua y media al oes-noroeste desde el dicho riachuelo (pasando otro inmediato a los yutas en cuya salida hay una piedra parada como de cinco cuartos a modo de lavadero en que resbalaron algunas bestias), entramos en una cañada o vallecito de buen pasto. Aquí entra otro camino que desde Santa Mónica y Río de San Xavier atraviesa rectamente la Sierra del Venado Alazán que acabamos de bajar hoy, y es la mitad más breve que el que hemos traído. Declinamos por la cañada al noroeste media legua poco más. Volvimos al oes-noroestes y andada otra media legua, subiendo y bajando una cuesta algo larga y escarpada pero sin piedra, pasamos un riachuelo de agua extremadamente fría y aparmos en su orilla, nombrando a él y al pequeño valle de buenos pastos que hay aquí Santa Rosalía. Esta noche y la antecedente sentimos ya mucho frío. Hoy seis leguas. (201)42.




Día 5 salimos de Santa Rosalía rumbo noroeste, subimos una cuesta sin piedra molesta pero escarpadísima y al encumbrar peligrosa, porque hay vueltas en que la vereda no tiene de ancho una tercia de vara. El piso es de tierra blancas muy suelta, y así es muy fácil que alguna bestia resbale, y si llegase a perder pié no podría contenerse hasta el plano de abajo. Tendrá la subida algo más de un cuarto de legua, con el que llevamos la media andada. Bajárnosla por una cañada tendida que en partes no produce más que roble pequeño y capulín, y en partes pinavete y álamo blanco; y andadas poco más de cuatro leguas al noroeste, entramos en un montecito de sabina declinando media legua al nornoroeste, y después de un corto chamizal llegamos a un río que los nuestros llaman San Rafael, y los yutas Río Colorado. Pasárnoslo y paramos en su orilla septentrional en una vega de buenos pastos y mediana alameda. En esta banda hay una cordillera de mesas altas que desde la cima hasta la mitad son de tierra blanca y de medio abajo uniformemente matizadas de amarillo, blanco, y almagre no muy subido. Es este río más caudaloso que el del Norte; nace, según nos dijeron, de una laguna grande que está en la sierra alta de los Sabuaganas inmediata (hacia el norte) a la de la Grulla. Su curso por aquí es al oes-sudoeste, y entra en el de Dolores. En el vado se divide en dos brazos, y llegó la agua a las caballerías más arriba del encuentro. Algunas que pasaron por más arriba del vado nadaron en partes. Tiene el río por todo lo que vimos mucha piedra y grande, por lo que en cualquier evento que sea preciso pasarlo alguna comitiva, será muy conveniente vadearlo antes en buenos caballos. Hoy cinco leguas.43.




Esta noche observamos la altura y nos hallamos en 41 grados, 4 minutos. Y juzgando que no habíamos subido tanto desde Santa Mónica, y recelando algún defecto en la observación, determinamos hacerla por el sol el día siguiente, parando por no detenernos aquí donde nos podían molestar todavía los sabuaganas a hora proporcionada.44.




Día 6 salimos de la vega y Río de San Rafael (en que no hay lo preciso para población) rumbo oeste. Anduvimos río abajo media legua, otra media por unas cañadas al oes-noroeste dejando el río a la parte del sur, al noroeste un cuarto de legua, y por quebradas sin piedra legua y cuarto al oeste cuarta al oes-noroeste. Al oes-noroeste anduvimos como una milla, y andadas cerca de otras dos leguas al oeste por tierra quebrada de alguna piedra y mucho nopal chico, bajamos a un vallecito por el cual corre un río pequeño de buena agua. En su orilla junto al único álamo que hay, y a las once del día, paramos, haciendo que prosiguiesen algunos compañeros con las bestias sueltas y de carga. Observóse por el meridiano, y hallamos estar en 41 grados, 6 minutos, 53 segundos de latitud, y que en la observación de anoche no había habido defecto. Alcanzamos a los demás compañeros que estaban detenidos y disgustados con el guía, andadas dos leguas al noroeste; porque dejando un camino que río arriba iba al oeste, y parecía según noticias más recto, él nos llevaba por otro que entrando en un cañón va al norte franco, diciendo que aunque el camino iba por el cañón hacia el norte volteaba al poniente. Los compañeros inteligentes en el idioma yuta quisieron persuadirnos que el guía Silvestre nos llevaba por aquel camino, o para entretenernos en vueltas y que no pasáramos adelante, o para entregarnos a alguna emboscada de sabuaganas que nos podía estar esperando. Para hacernos más sospechoso al guía, nos aseguraron haber oido a muchos sabuaganas en la ranchería que le habían dicho que nos llevase por camino que fuese a la laguna, y que después que nos entretuviese ocho o diez días en vueltas inútiles, nos hiciese volver atrás. Y aunque no era totalmente increíble que algunos hubiesen dicho esto, nunca creímos que el guía hubiese convenido con ello. Ni aunque realmente hubiese sucedido, porque hasta aquí ninguno de éstos nuestros compañeros nos había dicho semejante cosa, siendo así que no omitieron en la ranchería exagerarnos importunamente otros inconvenientes menos temibles y verisímiles, y que en cualquier mal evento arriezgaban ellos poco menos que nosotros. Bien conocíamos que yendo al norte se nos ofrecía más rodeo, pero diciendo Silvestre que no llevaba por aquel camino porque en el otro había una cuesta muy mala, queríamos seguir su dictámen; mas los compañeros todos, excepto Don Joaquin Lain, hacían fuerza por seguir el otro camino, unos porque temían demasiado y sin fundamento a los comanches, y algunos porque aquel camino no cuadraba a sus singulares pensamientos opuestos en no poco a los nuestros. Leugo llegó un yuta sabuagana de los más septentrionales, y dijo que el camino del norte subía muy arriba. Con esto tuvimos de seguir al oeste, y andadas dos leguas, y pasado otro rito más pequeño, paramos a su orilla nombrándolo La Contraguía. Hoy siete leguas.45.




Aquí estaban tres ranchos de sabuaganas, de los cuales vinieron sies hombres al real, y entre ellos uno que acababa de llegar de la tierra de los comanches yamparicas a donde con otros cuatro había ido a hurtar caballada, y dijo que los comanches se habían retirado, y que según mostraban los rastros iban para el río de Napeste o para el oriente. Con la cual noticia se alentaron algo nuestros compañeros. Estos sabuaganas fueron los últimos que vimos.46.




Día 7 salimos de La Contraguía por una cañada ancha, en la cual andada una legua al oeste encontramos una vega de mucho pasto. Declinamos por la misma cañada al noroeste, y habiendo caminado tres leguas paramos un rato para que la caballada bebiese, porque no sabíamos si esta noche encontaríamos agua. Después proseguimos el mismo rumbo y a poco más de cuarto de legua declinamos al nor-nordeste, subiendo una cuesta de tan difícil subida que no pensamos llegar a la cumbre porque, a más de ser muy escarpada en partes, ni aun senda había; y siendo de tierra muy suelta, no podían las caballerías asentar el pie con seguridad en parte alguna. Tendrá de subida media legua, y al encumbrar hay algunos bancos de laja muy frágil en los cuales perdieron pie dos mulas de carga y rodaron las que menos más de veinte varas. Pero quiso Dios a ninguno de los que venían atrás atropellasen, y que ellas quedasen ilesas. Subímosla a pie y padecimos mucha fatiga y grandes sustos. Por lo cual la nombramos La Cuesta del Susto. En ella nos dio el guía una prueba irrefragable de su sinceridad e inocencia. Subida la cuesta, anduvimos al nor-nordeste media legua, bajando una corta cañada, y paramos en un ojo de agua bien escaso, nombrando al paraje La Natividad de Nuestra Señora, en el cual había mediano pasto para las caballerías. Hoy poco más de cinco leguas y cuarto.47.




Día 8 salimos de la Natividad de Nuestra Señora rumbo norte, anduvimos media legua, pasando un arroyo de buena agua perenne, y subiendo una cuesta escarpada pero sin bancos y sin piedra tomamos una vereda y mejor tierra que la de ayer, y andadas dos leguas y media al noroeste por lomas tendidas y algunos bosques de álamo, llegamos a una ceja alta, desde la cual nos mostró el guía Silvestre la sierra a cuya banda septentrional habitan los comanches yamparicas, que vienen a esta al norte de los sabuaganas, y a la punta de la misma sierra en que a la parte del oeste respecto del sitio desde que nos la mostró, están sus gentes. Bajamos a la ceja por una cuesta elevadísima y en partes escarpada pero sin piedra, y con muchas matas de roble pequeño y capulín que sirven de contener para que las caballerías no resbalen ni rueden. Entramos en un cañón amplio y de buena tierra, y habiendo andado con la bajada de la ceja una legua al nornoroeste, declinamos por el mismo al norte legua y media, y paramos para que la caballada bebiese porque una buena porción de agua, que por lo andado del cañón corre de aquí para abajo, o se sume o se seca. A la tarde proseguimos por el cañón río abajo; andada legua al oes-noroeste paramos sin agua, porque ya aquí no la tiene el arroyo, en un ancón de buen pasto que nombramos Santa Delfina. Hoy cinco leguas.48.




Día 9 salimos del Paraje de Santa Delfina por el mismo cañón, y andada media legua al noroeste declinamos al nor-noroeste, y habiendo caminado por todo el cañón nueve leguas a este rumbo por una vereda bien trillada, y con sólo un mal paso que se puede evitar pasando poco antes el arroyo y atravesando un bosque de chamizo alto y jara de la que llaman latilla, salimos de él. En la mitad de este cañón hacia el sur hay un peñasco bastantemente elevado, en el cual vimos toscamente pintadas tres adargas o chimales, y una hoja de lanza. Más abajo en el lado del norte vimos otra pintura que confusamente representaba a dos hombres peleando. Por lo cual lo nombramos El Cañón Pintado, y es por donde únicamente se puede ir desde la ceja dicha hasta el río más inmediato, porque lo demás del intermedio es tierra muy quebrada y de mucha piedra. En este mismo lado del cañón, ya cerca de la salida, se descubre una veta metálica, mas ignoramos la especie y calidad, aunque un compañero cogió una piedra de las que se descuelgan de la veta, y mostrándonosla dijo Don Bernardo Miera ser de las que los mineros llaman tepustete, y que era indicio de mineral de oro. Nosotros sobre esto nada aseguramos ni aseguraremos, así por no tener práctica de minas como porque necesita siempre de más prolijo examen que el que en la ocasión podríamos hacer. Pasado el cañón, anduvimos media legua al nor-noroeste, llegamos a un río que nombramos de San Clemente; pasámoslo y paramos en su orilla septentrional en que hay una mediana vega de buen pasto. Este río es mediano, corre por aquí al oeste, y el terreno inmediato a él no tiene proporciones para población. Hoy diez leguas.49.




Día 10 porque, según el intérprete, aseguraba el guía estar muy distante el aguaje siguiente y que, aunque saliésemos temprano, no podríamos llegar a él hoy, determinamos mediar la jornada, y así después de medio día salimos del Río de San Clemente rumbo noroeste por lomas sin piedra y llanos cortos sin pasto ni árboles, y de tierra muy suelta; y andada una legua declinamos al oesnoroeste por tierra casi llana pero de muchos arroyos secos y barrancos dos leguas. Y porque ya venía la noche, y con la obscuridad era el terreno inandable y peligroso, paramos en la caja de un arroyo que nombramos El Barranco. No había en él agua ni pasto, y así fue preciso velar las caballerías y tenerlas toda la noche acorraladas. Desde el río hasta aquí anduvimos por derecera y sin senda porque, aunque hay varias, son del ganado cíbolo que baja a invernar por estas partes. Hoy tres leguas.50.




Día 11, luego que aclaró bien, salimos del Barranco rumbo oes-noroeste, y andada legua y media por arroyos y barrancos más altos algunos que los de ayer, encontramos en uno de ellos un ojo pequeño de agua en que no pudo beber la caballada. Proseguimos al oes-noroeste una legua y subimos una ceja de buena y no muy alta subida. Desde la cual anduvimos tres leguas por tierra buena y de medianos pastos. Divisamos una alameda y, preguntando a Silvestre si ahí estaba el aguaje a que nos conducía, dijo que no, que aquel era arroyo y no río pero que podía ahora tener agua. Con esto nos dirigimos para él y hallamos bastante agua corriente para nosotros y para la caballada que ya venía muy fatigada de sed y hambre, y aun una mula de carga se cansó de modo que fue menester quitarle lo que traía. Para llegar al arroyo declinamos media legua al norte. Hoy seis leguas.51.




A poca distancia del Barranco vimos un rastro reciente de cíbolo. En el llano lo volvimos a ver más fresco, y que seguía el rumbo que llevábamos. Ya traíamos poco bastimento respecto de lo mucho que teníamos que andar, por lo que desgastamos con los sabuaganas y demás yutas. Y así, poco antes de llegar al arroyo, se apartaron dos compañeros siguiendo el dicho rastro. Poco después del medio día volvió uno de ellos diciendo haber encontrado el cíbolo. Despachamos otros en los caballos más ligeros y, habiéndolo corrido como tres leguas, lo mataron y trajeron gran porción de carne (mucha más de la que tiene un toro grande de los comunes) a las siete y media de la noche. Y para disponer la carne de modo que el calor no nos la dañase, y al mismo tiempo se reforzase la caballada, estuvimos el día 12 sin hacer jornada en este paraje que nombramos el Arroyo del Cíbolo. Esta noche estuvo lloviendo muchas horas.52.




Día 13 como a las once de la mañana salimos del Arroyo del Cíbolo por el llano que está al pie de una pequeña sierra que los yutas y lagunas llaman Sabuagari; se extiende de leste a oeste, y se miran sus peñas blancas desde las lomas altas que están antes del Cañón Pintado. Andadas dos leguas y tres cuartos al oeste, llegamos al aguaje conocido del guía, que es una fuente escasa y está al pie de la sierra casi en su punta occidental. Proseguimos al mismo rumbo un cuarto de legua por una vereda bien trillada, cerca de la cual hacia el sur nacen dos fuentes copiosas de bellísima agua, distantes entre sí un tiro de escopeta, que nombramos Las Fuentes de Santa Clara. Con cuyas humedades produce mucho y buen pasto el corto llano, a que descienden y se consumen. De aquí anduvimos una legua al noroeste por la dicha vereda, y pasamos un arroyo que viene del llano de las fuentes en que había grandes bateques de agua. Desde aquí para abajo hay en su caja, que es ancha y plana, mucho y buen pasto. Volvimos a pasarlo, subimos unas lomas bajas de alguna piedra menuda en partes, y andadas dos leguas al noroeste llegamos a un río grande que nombramos de San Buenaventura. Hoy seis leguas.53.




Este río es el más caudaloso que hemos pasado, y el mismo que Fray lonso de Posada custodio, que fue el siglo de esta del Nuevo Méjico, dice en su informe dividir a la nación yuta de la comanche, según las señas que en él da y la distancia a que lo pone respecto a Santa Fe. Y efectivamente es por el nordeste y norte el contérmino de estas dos naciones. Su curso por aquí es al oes-sudoeste, más arriba hasta aquí al oeste. Incorpórase con el de San Clemente, mas no sabemos si con los antecedentes. Tiene aquí una vega abundante de pasto y de buen terreno para siembras con proporción de riego, que de latitud tendrá algo más de una legua, y de longitud puede llegar a cinco, a la cual entra por entre dos crestones elevados, que después de formar como un corral se llegan tanto uno al otro que apenas se distingue la abra por donde viene el río. No se puede pasar por otra parte que por el único vado que, según nuestro guía, tiene en estas inmediaciones, el cual está a la parte del oeste del crestón del norte, muy cerca de una cordillera de cerrillos de tierra suelta, de color de plomo unos y otros de color amarillo. Es de piedra menuda, y en él no llega la agua al encuentro de las caballerías, siendo así que por todo lo demás que vimos no podrán pasar sin nadar. Paramos en su orilla austral como una milla del vado; nombramos al paraje La Vega de Santa Cruz. Observóse por la estrella polar la altura, y nos hallamos en 41 grados, 19 minutos de latitud.54.




Día 14 no hicimos jornada, deteniéndonos aquí para que la caballada, que ya venía algo débil, se reforzase. Antes de medio día se puso el cuadrante para aerar la observación por el sol, y no hallamos más que 40 grados, 59 minutos, y 24 segundos. Hicimos juicio que esta discrepación podía acaso provenir de que aquí variase la aguja, y para averiguar esto dejamos asegurado el cuadrante puesto para el norte, en el meridiano de la aguja, hasta la noche. Así que se descubrió el norte o estrella polar, y estando el cuadrante en el meridiano dicho, observamos que nordesteaba la aguja. Volvimos a hacer la observación de la latitud por la estrella polar, y hallamos los mismos 41 grados, 19 minutos que la noche antecedente. En este sitio hay seis álamos negros grandes que de dos en dos han crecido pegados uno al otro, y son los más inmediatos al río. Junto a ellos está otro solo, en cuyo tronco en la parte que mira al noroeste excavó con azuela Don Joaquín Laín en forma de ventana semicuadrangular un corto pedazo, y con escoplo gravó en él las letras y números de esta inscripción: "Año de 1776" y más abajo de letra diferente "Laín" con dos cruces a los lados, la mayor sobre la inscripción y la menor abajo.55.




Aquí logramos coger otro cíbolo más pequeño que el primero, aunque aprovechamos poca carne por haberse alcanzado tarde y muy distante del real. Sucedió también esta mañana que el laguna Joaquín subió por travesura en un caballo demasiadamente brioso, y corriendo por la vega metió las manos el caballo en un hoyo y cayó despidiendo al jinete a mucha distancia. Nos asustamos, juzgando que con el golpe se había lastimado mucho el laguna que, recobrado del susto, lloraba copiosas lágrimas; mas quiso Dios que todo el daño lo recibió el caballo, el cual se quebró enteramente la cerviz, quedando inservible.56.




Día 15 tampoco hicimos jornada, por el motivo insinuado.57.




Día 16 salimos de la Vega de Santa Cruz (en el Río de San Buenaventura), subimos como una milla al norte, llegamos al vado y pasamos el río. Tomamos al oeste, y andada una legua por la banda septentrional y vega del río pasamos otro pequeño que baja del noroeste, y entramos en él. Por la misma vega declinamos al sur-sudoeste una legua, y pasamos otro riachuelo poco más grande que el primero que baja del mismo rumbo noroeste y entra en el río. De ambos se pueden sacar acequias para regar el terreno de esta banda, que también es muy bueno para siembras aunque no se pudiesen llevarlas del río grande. Proseguimos al sudoeste, apartámonos del río que inclina al sur por unas lomas y quebradas en partes de piedra menuda. Bajamos a un arroyo seco por una cuesta alta y de bastante piedra, cuya subida al otro lado no es tan mala. Luego que encumbramos, hallamos una huella de uno o dos días impresa como de doce caballos y alguna gente de a pie, y registrando las inmediaciones se hallaron indicios de que en lo más alto del cerro habían estado asechando u espiando sin soltar los caballos algún tiempo. Sospechamos que podían ser algunos sabuaganas que nos hubiesen seguido para quitarnos la caballada en este paraje, en que era verisímil atribuyésemos el hecho a los comanches más bien que a los yutas, por no estar ya en tierra de éstos sino de aquellos. A más de esto, nos dió gran fundamento para la sospecha el guía Silvestre desde la noche antecedente, en que para dormir contingente e inadvertidamente se separó del real un corto trecho. No se había puesto en todo el camino la cobija que le dimos, y hoy salió del paraje con ella sin quitársela todo el día, y sospechábamos que por estar de acuerdo con los sabuaganas se la ponía por ser conocido en caso que nos saliesen. Más aumentó nuestra sospecha deteniéndose un rato antes de llegar al cerro en que hallamos la huella, compensativo y confuso, queriendo ya ir por la orilla del río, ya conducirnos por aquí. No le dimos indicio alguno de nuestra sospecha, disimulándola enteramente, y en el progreso de nuestra derrota nos dió pruebas eficaces de su inocencia. Proseguimos por donde mismo iba la huella, bajamos otra vez al Río de San Buenaventura, y vimos que en la frondosa alameda y vega que ésta tiene habían estado muy de espacio los de la huella. Proseguimos sobre ella por la vega, pasamos unas lomas bajas, y paramos en otra vega de buen pasto a la orilla del río, nombrando al Paraje de las Llagas de Nuestro Padre San Francisco, y habiendo andado por las lomas quebradas y cuestas y vega dichas seis leguas al sudoeste, y en toda la jornada ocho leguas.58.




Luego que paramos, fueron dos compañeros sobre la huella al sudoeste para explorar el terreno inmediato, e hicieron juicio haber sido comanches.59.




Día 17 salimos de la Vega de las Llagas de Nuestro Padre San Francisco rumbo sudoeste, subimos unas lomas bajas, y andada una legua dejamos la vereda que traíamos, por la cual seguía la huella de los peones y caballos. Díjonos Silvestre que eran comanches que íban en seguimiento de los yutas que, acaso andando en caza de cíbolos, habían sido sentidos. Persuadímosnos a esto, así por el rumbo a que íban como por otros indicios que dejaban. Pasamos un arroyo seco, subimos una loma, y andada legua y media al oeste por tierra buena, casi llana y árida, llegamos a una caja alta desde la cual nos mostró el guía la junta de los ríos de San Clemente y San Buenaventura, que ya juntos se dirigían respecto de aquí al sur. Bajamos a un llano y vega grande de otro río, y andada otra legua y media al poniente, llegamos a la junta de dos ríos medianos que bajan de la sierra que está cerca de aquí y al norte del Río de San Buenaventura, y corren al leste ya juntos por todo el llano hasta incorporarse con el dicho de San Buenaventura. El más oriental antes de la junta corre al sueste, y lo nombramos de San Damián; el otro al leste, y lo nombramos Río de San Cosme. Por éste arriba proseguimos, y andada una legua al oeste vimos cerca de él ruinas de un pueblo muy antiguo en las que había fragmentos de metates, jarros, y ollas de barro. La forma del pueblo era orbicular, según manifiestan las ruinas ya casi enteramente terraplenes. Declinamos al sudoeste por el llano que está entre los dos ríos, subimos unas lomas de piedra suelta y muy molesta a las caballerías ya despeadas; bajamos otra vega del Río de San Cosme, y habiendo andado al sudoeste media legua, y media al oeste por esta vega, paramos en ella, nombrándola La Ribera de San Cosme. Hoy ocho leguas.60.




A poco de haber parado vimos al pié de la sierra humos, y preguntando al guía quienes juzgaba los habían levantado, dijo que podían ser comanches o algunos de los lagunas que solían andar por aquí cazando.61.




Día 18 salimos de la Ribera de San Cosme, y queriendo el guía pasar a la otra banda del río e ir por ella, nos metió en un bosque o breñal de jara casi impenetrable y en esteros cenegosos que nos obligaron a retroceder y pasar el río tres veces, dando muchas vueltas inútiles. Luego por un llano inmediato a sus vegas anduvimos tres leguas al sudoeste, declinamos al oes-sudoeste una legua, pasamos el río quinta vez, y volvimos a tomar el oeste al que, ya por la vega del río ya por un llano inmediato, caminamos tres leguas y cuarto. Subimos [como de cuesta] una mesa no muy alta, arriba llana y de mucha piedra, anduvimos tres cuartos de legua, inclusas la subida y bajada, pasamos otro río pequeño que cerca de aquí entra en el de San Cosme y nombramos Santa Catarina de Sena, y paramos en su orilla. Hoy nueve leguas.62.




Desde la ranchería de los Sabuaganas y Paraje de San Antonino Mártir hasta aquí numeramos ochenta y ocho leguas, y desde Sante Fe doscientas ochenta y siete.63.




En estos tres ríos que hoy hemos pasado hay buen terreno, y bastante para siembras con proporción de riego, hermosas alamedas, buenos pastos, madera y leña no muy distantes para tres poblaciones buenas.64.




De la tierra de los comanches baja una sierra muy larga y alta que hasta los lagunas corre de nordeste a sudoeste, en lo que vimos más de setenta leguas, la cual hacia el norte del Río de San Buenaventura tenía en este tiempo los collados y picachos más altos cubiertos de nieve, por lo cual la nombramos Sierra Blanca de los Lagunas. La cual empezaremos a subir y atravesar mañana por donde se mira menos elevada.65.




Día 19 salimos del río de Santa Catarina de Sena rumbo sudoeste sin vereda, subimos una cuesta tendida y corta pero muy petrosa, y andado un cuarto de legua declinamos al oeste, bajamos a la orilla del río de San Cosme y por ella anduvimos dos leguas y cuarto, dando varias vueltas por tierra casi intransitable, ya por la mucha piedra ya por los precipicios que hay de peñascos. Uno de los cuales nos lastimó un caballo y nos obligó a retroceder como una milla y bajar a otra vega del río. Pasárnosla, rompiendo un bosque de jara y carrizo alto, y a la media legua al oeste declinamos al noroeste tomando por camino la caja de un arroyo, subiendo la sierra y dejando el Río de San Cosme. Proseguimos por el arroyo que insensiblemente nos condujo en un cañón cerrado y alto por ambas partes, sin más terreno andable que la caja del arroyo. En la mitad del cañón hay otro arroyo que viene de norte a sur. Nosotros seguimos por el que traíamos al noroeste, y andadas cuatro leguas, que por las varias vueltas vinieron a ser al oes-noroeste, salimos del cañón, que nombramos de las Golondrinas por haber en él muchos nidos de estas aves, formadas con tal simetría que parecen pueblecillos. Luego proseguimos por un chamizal de buen terreno, y a la media legua al oes-noroeste declinamos al oeste subiendo una loma tendida y de algún monte, y bajada ésta, entramos en un llano por el cual atraviesa de norte a sur una vereda bien trillada. Acabado el llano descendimos por una ceja alta, petrosa, y escarpada al aguaje que nombramos de San Eustaquio, habiendo andado dos leguas y media al oeste. Este aguaje es perenne y copioso, y en él hay abundante pasto. Llegamos muy fatigados, ya por lo penoso de la jornada ya porque en todo el día no cesó de soplar reciamente un viento muy frío de oeste. Hoy diez leguas.66.




Día 20 salimos de San Eustaquio dejando por muerto uno de los caballos mas fuertes que llevábamos, y fue el mismo que en Santa Cruz del Río de San Buenaventura se había quebrado la cerviz. Subimos rumbo sudoeste una cuesta dilatada pero tendida, luego declinamos al oeste poco menos de tres leguas y cuarto por un chamizal llano pero molesto y de mucho nopal chico. Entramos en una cañada corta, amplia y tendida, y a un cuarto de legua al sur-sudoeste volvimos al oeste, bajamos a un río pequeño que corre al leste, y acaso es el que antes nombramos San Cosme. Pasamos el río, y rumbo oessudoeste subimos otra cuesta dilatada pero tendida y andable, y a una milla declinamos al sudoeste cerca de dos leguas por una cañada muy amena y alegre de abundantísimos pastos. Paramos al fin de la cañada en una ciénega corta de mucho pasto, y en medio tiene un buen ojo de agua que nombramos Ojo de Santa Lucía. Esta noche hizo tanto frío que aun la agua que toda la noçhe estuvo inmediata a la lumbre amaneció helada. Hoy neuve leguas.67.




Día 21 salimos del Ojo de Santa Lucía rumbo sudoeste por la misma cañada que acabamos de subir por un bosque de álamo blanco, y andado un cuarto de legua declinamos a oeste una legua y tres cuartos, ya por chamizales molestos ya por cañadas bajas de tierra muy blanda y de muchos hoyos pequeños en que, por estar ocultos entre la hierba, se sumían y tropezaban a cada instante las caballerías. Luego descendimos a un río mediano en que se crían con abundancia buenas truchas de las que con flecha mató y cogió dos el laguna Joaquín, que cada una pesaría algo más de dos libras. Corre éste al sueste por un valle ameno de buenos pastos, muchas fuentes, y hermosos bosques de álamo blanco no muy alto ni grueso. Hay en él todas las comodidades que para una población se requieren. Nombrámoslo Valle de la Purísima. Díjonos el guía que en él habían habitado algún tiempo porción de lagunas quienes en la pesca de dicho río tenían su más ordinario alimento, y que se retiraron por temor de los comanches que empezaban sus excursiones por esta parte de la sierra. Pasado el río y subida la loma, entramos en el plano del valle, y andada una legua al sur-sudoeste por una cañada de mucho chamizo y mal piso, y a tres cuartos de legua pasamos un río chico de agua muy fría. Proseguimos al oeste otro cuarto de legua y entramos en un bosque espeso de álamo blanco, roble pequeño, capulín y pino real, y por el mismo bosque tomamos la ladera austral de una cañada montuosa, y andada una legua al oeste cuarta al sur pasamos al otro lado. El guía, ansioso de llegar más presto de lo que podíamos, iba con tanta prisa que a cada paso sé nos ocultaba en el bosque y no sabíamos por dónde seguirlo, porque a más de la mucha espesura del monte, ni había senda ni se conocía en muchas partes su rastro. Ordenásele que fuese poco a poco siempre a nuestra vista. Proseguimos por el bosque que cuanto más adelante estaba más cerrado, y andada media legua al oeste salimos de él llegando a un collado de mucha elevación. Desde el cual nos mostró el guía la parte a que caía la laguna, y al sueste de esta otra parte de la sierra en que nos dijo habitar gran número de gente del mismo idioma y carácter de los lagunas. Por este collado anduvimos al sudoeste un cuarto de legua y lo bajamos rompiendo bandas casi impenetrables de capulín y roble pequeño, y pasando otro bosque de álamo tan cerrado que no juzgamos pudiesen pasar las cargas sin desmontar primero. En este bosque volvió el guía a mortificarnos con su acceleración, de modo que nos obligó a contenerlo y no dejarlo solo. En esta espesura recibió contra un álamo un fuerte golpe en una rodilla el padre Fray Francisco Atanasio. Bajamos finalmente con mucha dificultad y trabajo a una profunda y angosta cañada, en que hallando pasto suficiente que hay en toda esta sierra, y agua para nosotros y para la caballada, paramos en ella después de haber andado en la bajada una legua al oeste, nombrando el sitio San Mateo. Hoy seis leguas y media. Esta noche tuvimos más frío que en las antecedentes.68.




Día 22 salimos de San Mateo rumbo sueste por la ladera septentrional de esta cañada en que había muchos desfiladeros y deslices peligrosos, sin más vereda que la que íbamos abriendo; y por las arrugas y aspereza de la sierra por aquí, a cada paso nos obligaban a mudar de rumbo y dar muchísimas vueltas, solo se dice que andadas subiendo y bajando lomas y collados altos, escarpados de piedra algunos, como cinco leguas, descendimos por una cuchilla andable, tendida y de muchos pastos, a un corto llano que está entre dos riachuelos que en él se juntan, andada por la cuchilla una legua al sudoeste. Traíamos muy fatigadas las caballerías, había mucho pasto, y así paramos en él, nombrándolo San Lino. Hoy anduvimos seis leguas largas, y por las muchas vueltas vendrían a salir respecto de San Mateo tres leguas al oes-sudoeste.69.




Desde lo más alto de la última cuchilla vimos levantar muchos y grandes humos, no muy distantes en la misma sierra y en frente de nosotros. Dijo el guía Silvestre que eran de algunos de su gente que andarían cazando. Correspondímoslos con otros para evitar que, si nos habían visto, nos tuviesen por gente enemiga y así se ahuyentasen o nos recibiesen con las flechas. Volvieron a levantar mayores humaredas en el puerto por donde habíamos de entrar a la laguna, y esto nos hizo creer que ya nos habían visto, porque este es el aviso más pronto y ordinario que en cualquiera novedad usan todas las gentes de esta parte de América. Por lo que advertimos a Silvestre que esta noche estuviese con cuidado, por si alguno de los suyos que sabían nuestro arrivo se acercaba al real para ver qué gente venía. Y como a las dos de la mañana, hora en que según su juicio podíamos tener alguno o algunos cerca, habló largo rato en su idioma, dandoles á entender que eramos gente pacífica, amiga y buena. No supimos que alguno nos oyese.70.




Día 23, sabiendo que llegábamos a la laguna, para que los dos, Silvestre y Joaquín, entrasen más alegres y afectos a nosotros a su tierra o lugar, dimos a cada uno nuevamente una vara de chalona y otra de listón encarnado con que luego procuraron adornarse. El guía Silvestre se puso la cobija antes recibida a modo de manto o capa, y la chalona que ahora le dimos como faja ancha en la cabeza, dejando dos puntas largas pendientes y sueltas a la espalda. Así cabalgó representando al vivo los cautivos que los Padres Redentores sacan en su procesión este día de Nuestra Señora de la Merced. Cuya contingencia parecía ser feliz auspicio de la buena disposición de estos cautivos cuya libertad deseábamos y pedíamos al Redentor del Mundo mediante la intercesión de su Purísima Madre, que para alentarnos a esto quiso tomar la advocacion con que hoy la celebra la Iglesia. Temprano salimos de San Lino rumbo sudoeste, subimos una corta loma, y en la cumbre de ella hallamos un hormiguero grande, todo de piedra alumbre muy menuda, purificada y cristalina. Bajamos al pequeño Río de San Lino, y andada una legua por sus cortas vegas que son muy planas, sin dejar el río y por él abajo declinamos al oeste. Aquí le entra otro más pequeño, y en ambos hay bellos ancones y todo lo demás para ranchos de pastorías. Andadas al oeste río abajo tres cuartos de legua, vimos y pasamos tres ojos copiosos de agua caliente que tocamos y gustamos, y es de la misma calidad azufrosa que la que es inmediata al pueblo de San Diego de los Jémez en el Nuevo Méjico. Proseguimos al oeste otros tres cuartos de legua, entramos en lo más estrecho del cañón del río y declinamos una milla al norte. Aquí hay otros tres ojos de agua como los inmediatos precedentes, y todos nacen del pie de un elevadísimo cerro muy cercano al río en esta banda septentrional y entran en el río. Por cuyo motivo lo nombramos Río de Aguas Calientes. En esta angostura del cañón hay algunos pasos difíciles pero componibles. Proseguimos al noroeste media legua, pasamos a la otra banda del río, subimos una corta cuesta, y divisamos la Laguna y dilatado Valle de Nuestra Señora de la Merced de los Timpanogotzis (así lo nombramos desde aquí). También vimos que por todas partes levaban succesivamente humos, corriendo así el aviso de nuestra entrada. Bajamos al llano entrando ya en el valle; pasamos el río otra vez, y andado por sus dilatadas vegas y orilla septentrional algo más de una legua, pasamos a la otra banda y en una de sus vegas meridionales, que nombramos Vega del Dulcísimo Nombre de Jesús, paramos. Hoy cinco leguas y media.71.




Hallamos recién abrazados los pastos de las vegas por donde veníamos, y otros inmediatos ardiendo. De que inferimos que estos indios nos habían juzgado comanches u otra gente enemiga, y que como habían acaso visto que traíamos caballerías, habían intentado quemar los pastos de nuestro tránsito para que la falta de ellos nos obligase a salir más presto del plano. Pero como éste es tan grande y dilatado, no pudieron hacerlo en tan breve tiempo aunque habían puesto fuego por muchas partes. Por esto, quedándose aquí nuestra corta comitiva, luego que paramos partió para los primeros ranchos el padre Fray Francisco Atanasio con el guía Silvestre, su compañero Joaquín, y el intérprete Andrés Muñiz. Y habiendo corrido por llegar esta tarde cuanto pudieron los caballos hasta cansarse, y seis leguas y media al nor-noroeste, llegaron a ellos. Saliéronlos a recibir algunos hombres con las armas en la mano para defender sus habitaciones y familias; mas luego que Silvestre les habló, se convirtió el aparato de guerra en las más finas y cariñosas expresiones de paz y cariño. Lleváronlos muy alegres a sus pobres casillas, y después de haberlos acariciado singularmente, y haberles significado que íbamos de paz y que los amábamos como a nuestros mayores amigos, les dió el padre tiempo para que hablasen de espacio con nuestro guía Silvestre, el cual les hizo una narración de lo que había observado y visto desde que nos empezó a comunicar tan a favor nuestro y del designo que llevábamos, que no lo podíamos desear mejor. Contóles muy por extenso lo bien que lo habíamos tratado y el amor que le teníamos. Y entre otras cosas les dijo con grande admiración que, habiendo dicho los sabuaganas que nos matarían sin duda los comanches, o nos quitarían la caballada, y habiendo pasado nosotros por las partes que ellos más frecuentan y aun hallado rastros de ellos muy frescos, no nos habían salido ni los habíamos visto, verificándose lo que los padres habían dicho; esto es, que Dios nos libraría de todos los enemigos; y de este modo que aunque pasásemos por su misma tierra no nos sentirían ni nosotros los veríamos, concluyendo con decir que solamente los padres hablaban la verdad, que en su compañía se podía andar toda la tierra sin riezgo, y que solo eran buena gente. Confirmólos más en esta creencia ver que el muchacho Joaquín estaba tan engreído con nosotros que sin hacer aprecio de los suyos no se separaba del padre más que para cuidar de las caballerías que habían llevado. Apenas quería hablarles y de ninguna suerte estar junto a ellos, sino pegado al padre durmiendo lo que tuvieron de vaco esta noche, lo que fue muy poco a su lado, cosa bien digna de que la admirasen, no sólo sus gentes mas aun nosotros por caer en un niño e indio tan remoto que jamás había fuera de esta ocasión visto padres ni españoles. Después que hablaron largo tiempo sobre esto, habiendo concurrido muchos individuos de los ranchos inmediatos, y dádoles de chupar a todos, les dió el padre a entender por medio del intérprete y de Silvestre, que ya traía algunas luces, los motivos de nuestra venida, y que el principal era solicitar la salvación de sus almas y manifestarles los medios con que únicamente podían conseguirla, siendo el principal, primero y necesario, creer en un solo Dios verdadero, amarlo y obedecerlo enteramente, haciendo lo que en su santa e inmaculada Ley se contiene, y que todo esto se les enseñaría con más claridad y extensión, y se les echaría el agua del santo bautismo, si ellos querían ser cristianos y que viniesen padres a instruirlos y españoles a vivir con ellos. Y que en este caso se les enseñaría también a sembrar y criar ganados, con lo que entonces tendrían todo lo necesario que comer y vestir como los españoles. Porque sujetándose a vivir como Dios manda y los padres les enseñarían, les enviaría todo lo necesario nuestro Capitán Grande que nosotros llamábamos Rey; pues viendo que querían cristianizarse ya los tendría por sus hijos y los cuidaría como que ya eran gente suya. Después les dijo que siéndonos preciso seguir nuestra derrota para saber del otro padre nuestro hermano, necesitábamos que otro de ellos nos guiase hasta otra nación conocida que nos franquease otro guía. En todo esto nos ayudaba Silvestre en sus buenos oficios. Oyeron con gusto y respondieron que a todo estaban prontos, manifestando desde luego su gran docilidad. Aunque habían concurrido dos capitanes, no había el que como mayor mandaba a estas gentes, y así suplicó el padre que estas gentes lo llamasen. Respondieron que estaba su casa distante y que por la mañana vendría. Con esto se retiraron a sus albergues, quedando algunos en conversación toda la noche con nuestro Silvestre.72.




Día 24 avisamos por medio del intérprete dicho, Joaquín y otro laguna, a los compañeros para que viniesen del Dulcísimo Nombre de Jesús al rancho en que estábamos, y en que concurrían succesivamente los indios de ésta y otras rancherías, al cual llegaron poco antes del medio día. Vino temprano el capitán mayor con los otros dos, varios ancianos, y muchos particulares. Propusímosles con mayor extensión lo ya referido, y todos unánimamente respondieron que viniesen los padres, que vivirían como los tatas (así nombran los yutas a los religiosos) les mandasen y enseñasen, y que ofrecían a los españoles toda su tierra para que hiciesen sus casas en donde les cuadrase, añadiendo que ellos recorrerían la tierra y estarían siempre de espías en las entradas de los comanches, para cuando quisiesen entrar al valle e inmediaciones de la sierra, pudiesen tener pronto aviso a los españoles y salir todos juntos a castigarlos. Viendo tan admirable docilidad, y logrado nuestro intento, les dijimos que concluído nuestro viaje volveríamos con más padres y españoles para bautizarlos y vivir con ellos, pero que desde ahora mirasen bien lo que decían para que después no se hallasen arrepentidos. Respondieron que estaban firmes en lo que prometían, añadiendo con grandes súplicas que no nos tardásemos mucho tiempo en volver. Dijímosles que aunque todos los nuestros creerían cuanto de ellos les hablásemos, que nos diesen una seña de que querían ser cristianos, etcétera, para mostrarla al capitán grande nuestro y a los demás españoles, para que con ella creyesen más bien sus buenos deseos y se adelantasen a venir más presto. Esto hicimos para sondear más bien sus ánimos, y respondieron que de muy buena gana y voluntad la darían a otro día por la mañana.73.




Consecutivamente regalamos al capitán, que era bien apersonado, un belduque y cuentas de abalorio, y Don Bernardo Miera una hacha pequeña. A todos los demás individuos dimos cuentas blancas, pocas a cada uno porque ellos eran muchos, de lo cual quedaron muy gustosos y agradecidos. Después les acordamos la promesa del guía, y les dijimos que si lo permitían nos traeríamos a Joaquín, que quería seguir con nosotros. Respondieron que ya habían confabulado sobre esto y que habían determinado que no sólo Joaquín mas también el nuevo guía, si quisiese, siguiera con nosotros hasta nuestra tierra, y que con nosotros se regresarían cuando volviésemos, añadiendo que ninguno de ellos conocía mucha tierra por el rumbo que sabían habíamos de tomar; pero que con los dos, Joaquín y el guía, iríamos preguntando por las naciones de nuestro tránsito. Esta expresión tan clara y adecuada de la mayor sinceridad nos llenó de un imponderable gozo, y nos aseguró enteramente en que sin la menor doblez y con espontánea y libre voluntad, movida de la divina gracia, admitían y deseaban el cristianismo. Pusímosles delante lo mismo que habíamos dado a Silvestre, para que viéndolo se declarase el que había de ir con nosotros en calidad de guía. Al punto lo recibió uno de los circunstantes y quedó ya por nuestro guía y compañero. Al cual desde aquí impusimos por nombre José María. Con esto determinamos proseguir el día siguiente nuestra derrota para los establecimientos y puerto de Monterey.74.




Avisaron nos que estaba un niño enfermo para que pasásemos a verlo y bautizarlo. Fuimos, y hallándolo ser ya algo grande y estar ya casi restablecido de una larga enfermedad sin peligro actual, no tuvimos por conveniente echarle el agua del bautismo. Después lo trajo su madre a donde estábamos solicitando que lo bautisásemos, mas la consolamos diciendo que pronto volveríamos y se bautizarían todos, grandes y pequeños.75.




últimamente les significamos que ya teníamos poco bastimento, y que les agredeceríamos que nos vendiesen un poco de pescado seco. Trajéronlo y compramos un buen tercio. Todo el día y parte de la noche estuvieron viniendo y conversando con nosotros, y a todos experimentamos muy sencillos, dóciles, apacibles, y cariñosos. Ya nuestro Silvestre era mirado con respeto, y lograba autoridad entre ellos por habernos llevado y ser atendido de nosotros.76.




Día 25 por la mañana volvieron a concurrir, nos entregaron la seña pedida, explicándonos lo que contenía. Luego que se la pedimos el día antecedente, advertimos al intérprete que ni él ni los demás dijesen a los indios cosa alguna sobre esto, para ver lo que ellos por sí producían. Pero al traer la seña vió un compañero, que no sabía el órden dado, las figuras de ella, y mostrándoles la cruz del rosario, les dió a entender que la pintasen sobre una de las figuras. Y entonces la volvieron a llevar y sobre cada una pintaron una cruz pequeña. Lo demás quedó como antes, y nos la dieron diciendo que la figura que por uno y otro lado tenía más almagre, o como ellos dicen sangre, representaba al capitán mayor, porque en las batallas con los comanches había recibido más heridas. Las otras dos que no estaban tan ensangrentadas, a los capitanes inferiores al primero; y la que no tenía sangre alguna, a uno que no era capitán de guerra pero lo era de autoridad entre ellos. Estas cuatro figuras de hombres estaban rudamente pintadas con tierra y almagre en un corto pedazo de gamuza. Recibírnoslas, diciéndoles que el Capitán grande de los españoles tendría mucho gusto de verla, y que cuando volviésemos la habíamos de traer para que viesen el aprecio que de sus cosas hacíamos, y para que ella misma les acordase sus promesas y todo lo que habíamos tratado. Dijímosles que si mientras veníamos tenían algún trabajo de enfermedades o enemigos, clamasen a Dios diciendo: "Dios verdadero, socórrenos, favorécenos." Y viendo que no podían articular bien estas palabras, les dijimos que solo dijesen: "Jesús, María, Jesús, María." Esto empezaron a repetir con facilidad, precediéndoles muy fervoroso nuestro Silvestre, y en ínter nos preveníamos para la partida, no cesaron de repetir tan santos nombres. Llegó ésta, y todos se despidieron de nosotros con gran ternura, especialmente Silvestre que nos abrazó estrechamente casi llorando. Y volvieron a encargarnos que no tardásemos mucho tiempo en volver, diciendo que dentro un año nos esperaban.77.


Descripción del Valle y Laguna de Nuestra Señora de la Merced de los Timpanogotzis o Tímpanocuitzis, o Come-Pescado. Todos estos Nombres les dan.

Por la parte septentrional del Río de San Buenaventura, como ya indicamos arriba, hay una sierra que en lo que alcanzamos a ver extiende de nordeste a sudoeste más de setenta leguas, y de ancho o travesía tendrá por donde más cuarenta, y por donde nosotros la pasamos treinta. En esta sierra en la parte del oeste, y en los 40 grados, 49 minutos como al noroeste cuarta al norte de la Villa de Santa Fe, está el Valle de Nuestra Señora de la Merced de los Timpanocuitzis, circundado de las eminencias de la sierra, de las cuales salen cuatro ríos medianos que lo bañan, corriendo por él hasta entrar en la laguna que tiene en medio. El plano del valle tendrá de sueste a noroeste diez y seis leguas españolas (que son las que en este diario numeramos), y de nordeste a sudoeste diez o doce. Es todo limpio, y a excepción de las ciénegas que están a orillas de la laguna, de muy buena calidad de tierras para todo género de siembras. De los cuatro ríos que lo bañan, el primero hacia el sur es el de Aguas Calientes, en cuyas dilatadas vegas hay terreno suficiente de riego para dos poblaciones buenas. El segundo, siguiendo para el norte tres leguas del primero, y de más agua que él, puede sostener una población buena grande o dos medianas con abundancia de tierras buenas de riego todas. Este antes de la laguna se divide en dos brazos; en sus riberas a más de los álamos hay alisos grandes. Nombrámoslo Río de San Nicolás. Tres leguas y media de éste al noroeste está el tercero, cuyo intermedio es de vegas planas de buen terreno para siembras; es más caudaloso que los dos antecedentes, tiene más grande alameda y vegas de buen terreno con proporción de riego, todas para dos y aun tres poblaciones buenas. Junto á él estuvimos los días 24 y 25, y lo nombramos Río de San Antonio de Padua. Al cuarto río no llegamos, aunque divisamos su alameda. Está al noroeste del de San Antonio y tiene a este rumbo mucha tierra llana, y según lo visto buena. Nos dijeron ser de tanta agua como los otros, y así podrán establecerse en él algunos pueblos. Nombrámoslo Río de Santa Ana. A más de estos ríos hay en el plano muchos ojos de agua buena, y varias fuentes que bajan de la sierra. Lo que acabamos de decir de las poblaciones se entiende queriendo dar a cada uno más tierras de las que precisamente necesita. Pues si sólo tomase cada pueblo una legua de tierras de labor, caben en el valle tantos pueblos de indios como tiene el Nuevo Méjico, porque aunque por los rumbos de arriba le damos la extensión dicha (que tiene más), por el sur y otros tiene ángulos muy capaces y todos de buen terreno. Hay en todo él buenos y muy abundantes pastos, y en algunas partes produce lino y cáñamo con tanta abundancia que parece lo han sembrado de propósito. Y el temperamento aquí es bueno, porque habiendo nosotros padecido bastante frío desde que salimos del río de San Buenaventura, en todo el valle de noche y de día sentíamos calor. A más de estas bellísimas proporciones tiene en la sierra inmediata que lo circunda leña y madera bastante, muchos abrigos, aguas, y pastos para criar ganados y caballadas. Esto es por el norte, nordeste y leste, y sueste. Por el sur y sudoeste tiene inmediatos otros dos dilatados valles, también de abundantes pastos y suficientes aguajes. A uno de estos llega la laguna, y después de ella sigue un gran pedazo del valle bastantemente salitroso. La laguna tendrá de ancho seis leguas y de largo quince; corre al noroeste, y por una angostura según nos informaron se comunica con otra mucho más grande. Esta de los Timpanogotzis abunda de varios géneros de pescado bueno, de ánsaras, nutrias, y otros animales anfíbios que no tuvimos lugar de ver. En su circuito habitan los indios dichos, que se mantienen con la abundante pesca de la laguna, por lo que los yutas sabuaganas los nombran Come-Pescado. A más de este recogen en el plano semillas de hierbas y de ellas hacen atole, a que añaden la casa de liebres, conejos y gallinas, de que hay aquí mucha abundancia. Tienen también cíbolos no muy distantes al nor-noroeste, pero el temor de los comanches les impide la caza de ellos. Sus habitaciones son unas chozas o jacalillos de mimbres, de las que tienen curiosos cuévanos y otros utensilios necesarios. En el vestido son muy pobres. El más decente que usan es un saco de gamuza y botas largas de lo mismo. Para tiempo de frío tienen frezadas de pieles de liebres y conejos. Usan el idioma yuta pero con notable variedad en el accento, y aun en algunas voces. Son de buena fisiognomía, y cerrados de barba los más. Pueblan todas las partes de esta sierra por el sueste, sur-sudoeste y oeste gran número de gentes de la misma nación, idioma, y docilidad que estos lagunas, con los cuales se puede formar una provincia muy poblada y extensa.78.




Los nombres proprios de los capitanes contenidos en la seña arriba explicada son en su idioma; del capitán mayor Turunianchi, del segundo Cuitzapununchi, del tercero, que es nuestro Silvestre, Panchucunquibiran (que quiere decir Hablador); del cuarto, que no es capitán y es hermano del capitán mayor, Picuchi.79.




La otra laguna con quien ésta se comunica ocupa según nos informaron muchas leguas, y sus aguas son nocivas o extremadamente saladas, porque nos aseguraron los timpanois que el que se mojaba alguna parte del cuerpo con ellas al punto sentía mucha comezón en la parte mojada. En su circuito nos dijeron habita una nación numerosa y quieta que se nombra Puaguampe, que en nuestro vulgar dice Hechiceros, la cual usa el idioma comanche, se alimenta de hierbas, bebe de varias fuentes u ojos de buena agua que están en circuito de la laguna, y tienen sus casillas de zacate y tierras, que será el techo de ellas. No son enemigos de los lagunas según insinuaron, pero desde cierta ocasión que se acercaron y les mataron un hombre no los tienen tan neutrales como antes. En esta ocasión entraron por la puerta final de la Sierra Blanca de los Timpanois (que es la misma en que están) por el norte cuarta al noroeste de ellos. Y por aquí mismo dicen hacer sus entradas los comanches, las que no parecen ser muy frecuentes.80.




Los timpanogotzis se nombran así por la laguna en que viven, a la que llaman Timpanogó, y éste es nombre peculiar de esta laguna, porque el nombre o voz con que significan cualquiera laguna en común es Pagariri. Tendrá ésta de ancho seis leguas y de largo quince hasta la angostura y comunicación con la otra grande.81.




Día 25 como a la una de la tarde salimos de los dichos primeros ranchos y Río de San Antonio por donde mismo habíamos ido, y andadas tres leguas y media poco más, paramos a hacer noche en la orilla del Río de San Nicolás.82.




Día 26 salimos con los dos lagunas, José María y Joaquín, del Río de San Nicolás, llegamos al de Aguas Calientes, pasámoslo, y andadas dos leguas al sur de éste, paramos todavía en el plano y junto a un arroyo de buena agua que nombramos de San Andrés. Parece de agua perenne, y así más bien es pequeño río o fuente que arroyo. En sus orillas hay una especie de árboles medianamente grandes, que en las hojas crían gran copia de unos animalillos tan extraños a nuestro conocimiento como ellos. Hoy dos leguas.83.




Día 27 salimos del Arroyo de San Andrés rumbo sur, y andada una legua todavía por el plano pasamos otro riachuelo de tanta agua como la de una acequia mediana, y corre al pelo de la tierra por do pasa, la cual es muy buena para siembras. Proseguimos al sur por el mismo plano una legua y media, pasamos el puerto austral de él, que nombramos Puerto de San Pedro, y entramos en otro dilatado valle que, por estar muy cerca de él al leste las salinas de que los Timpanois se proveen, nombramos Valle de las Salinas. El cual es uno de los arriba inmediate dichos, y tendrá de norte a sur catorce leguas, de leste a oeste cinco. Es todo de tierra llana muy abundante de agua y pastos, aunque no corre por él más que un pequeño río. En él críanse mucha copia de gallinas, de las que ya hablamos en este diario. Anduvimos otras cuatro leguas al sur por el plan del valle, y paramos en una fuente copiosa de buena agua que nombramos Ojo de San Pablo. Luego que paramos trajeron José María y Joaquín cinco indios de los ranchos inmediatos. Dímosles de comer y chupar, y les propusimos lo mismo que a los otros en la laguna según respectivamente convenía. Hallámoslos tan dóciles y afables como a los demás, mostrando gran alegría al oír que habían de venir más padres, y los españoles, á vivir con ellos. Estuvieron con nosotros hasta cerca de la media noche. Hoy seis leguas y media al sur.84.




Día 28 salimos del Ojo de San Pablo rumbo sur, y andadas cuatro leguas llegamos a un pequeño río que baja de la misma parte oriental (al río) de la sierra en que, según nos dijeron, están las salinas. Detuvímosnos aquí un corto rato a la sombra de los álamos de su orilla para aliviarnos del mucho calor que hacía; y apenas nos hubimos sentado cuando por entre unas espesas matas de mimbres se acercaron a nosotros con gran miedo ocho indios, los más desnudos con solo un pedazo de gamuza en las verendas. Hablámosles y nos hablaron, mas sin que mutuamente nos entendiésemos, porque los dos lagunas y el intérprete iban adelante. Por señas les dimos a entender que éramos gente amiga de ellos, pacífica. Proseguimos al sur, y andadas tres leguas declinamos al sueste media; otra media al sur, paramos todavía en el valle cerca de una fuente que nombramos de San Bernardino. Hoy ocho leguas, todas casi al sur.85.




Día 29 salimos de San Bernardino rumbo sur-sudoeste. Luego encontramos seis indios, platicamos largo rato con ellos, y mediante el intérprete y los lagunas les predicamos, atendiendo ellos con gran docilidad. Andadas dos leguas y media declinamos al sudoeste, saliendo ya del Valle de las Salinas que todavía sigue al sur. Aquí encontramos un indio anciano de venerable aspecto. Estaba en un jacalillo solo, y tenía tan cerrada la barba que parecía uno de los antiguos eremitas de Europa. Diónos noticia de un río inmediato y de alguna tierra de la que restaba andar. Anduvimos al sudoeste media legua, declinamos más al oes-noroeste por unas cañaditas y lomas áridas, y andadas legua y media llegamos al río sin descubrirlo hasta la misma orilla, y paramos en una corta vega de buen pasto que nombramos Santa Isabel. En la cual observamos la altura por la estrella polar, y nos hallamos en 39 grados, 4 minutos de latitud.86.




A poco de haber parado llegaron a la otra banda cuatro indios. Hicímoslos pasar a donde estabamos, obsequiámoslos, y toda la tarde estuvieron con nosotros. Nos dieron noticia del terreno que sabían y del aguaje a que habíamos de ir el día siguiente.87.




Este río, según el nombre que estos indios le dan, parece ser el de San Buenaventura, pero dudamos sea porque aquí lleva mucho menos agua que por donde nosotros lo pasamos en 41 grados, 19 minutos, siendo así que después se incorpora con el de San Clemente, le entran los de San Cosme y San Damián y otros varios riachuelos. A más de esto, parece verisímil que cuando lo pasamos en dicha altura nos hubiera dicho Silvestre que ese río corría cerca de su tierra, como nos dijo otras cosas sobre la sierra, demás ríos y laguna que traíamos conformes a su relación, en la que incluyó éste que pasa por Santa Isabel.88.




Día 30 muy temprano llegaron al real veinte indios con los que ayer tarde vinieron, todos cobijados con frezadas de pieles de conejo y liebre. Estuvieron conversando con nosotros muy alegres hasta las nueve de la mañana, tan dóciles y afables como los antecedentes. Ya éstos mucho más cerrados de barba que los lagunas, tienen la ternilla de la nariz agujerada, y en el agujero traen por galaneta atravesado un hueso pequeño y pulido de ciervo, gallina, u otro animal. En la fisiognomía se parecen a los españoles más que a todos los demás indios hasta ahora conocidos en esta América, de quienes se diferencian en lo dicho. Usan el mismo idioma que los timpanogotzis. Desde este río y paraje de Santa Isabel empiezan estos indios barbones, los cuales dieron acaso motivo a la relación de los españoles que se decían estar a la otra banda del Río del Tizón; que según varias noticias combinadas, es el Río Grande que se compone del de Dolores y demás, y se incorpora con el de Navajó.89.




A las nueve salimos de Santa Isabel, pasamos el río, y por un llano chamizoso molesto a las caballerías, anduvimos tres leguas y media al sur. Entramos en un cañoncito de buen terreno, y a poca distancia en un llano abundante de pastos pero sin agua, y andadas por él una y media legua al sur, detrás de unas lomas bajas hallamos un buen ojo de agua que nombramos El Ojo de Cisneros. En el cual están dos árboles pequeños que lo manifiestan. Hoy cinco leguas al sur.90.




Día 1 de octubre salimos del Ojo de Cisneros, retrocediendo cerca de media legua para el norte. Volvimos a tomar el sur, y andado cuarto de legua por una cañada en partes petrosa subiendo por ella una cuchilla de la sierra (que desde el Valle de las Salinas sigue al sur), declinamos al sudoeste un cuarto de legua y descubrimos un llano dilatadísimo rodeado de sierras, en el que nos habían dicho entraba en otra laguna el Río de Santa Isabel, y que volviendo a salir de ella seguía al oeste. Bajada la cañada o puerto, tomamos al oes-noroeste por lomas bajas de mucha piedra, y andadas dos leguas largas entramos en un chamizal, y por la orilla de un arroyo seco y sin vereda anduvimos tres leguas al oeste. Dejamos el arroyo, y andadas dos leguas oeste cuarta al norte declinamos al llano. Pareciónos había cerca agua de ciénega o laguna, abreviamos el paso, y hallamos que lo que habíamos juzgado agua era por unas partes sal, en otras salitre, y en otras tequesquite. Proseguimos al oeste cuarta al sur por un llano y salinas, y andadas más de seis leguas paramos sin haber hallado agua potable ni pasto para las caballerías, porque éstas ya no podían andar más. Algún pasto había donde paramos, pero malo y escaso. En todo lo precedente del llano ni bueno ni malo había. Hoy catorce leguas. Dos compañeros se habían adelantado buscando agua, y dijeron que una legua más adelante de este sitio la habían visto. Con esta noticia determinamos que luego que la luna saliese, llevasen poco a poco la caballada para que bebiese, y trajesen agua para la gente. No acertaron con la agua vista, y así dejando dos con la caballada se fueron los otros tres buscándola por el rumbo a que, según nos habían dicho, estaba respecto de nosotros el Río de Santa Isabel.91.




Día 2 de octubre amaneció sin que supiéramos de los cinco que habían ído en solicitud del agua, ni de la caballada. Uno de los dos que con ésta habían quedado vino a las seis de la mañana sin poder dar razón de ella, de su compañero, ni de los demás, porque estos dos se durmieron. La caballada, impelida de la sed, se extravió, y ellos dispertaron sucesivamente y cada uno tomó por diferente rumbo buscándola. Luego partió sobre la huella Don Juan Pedro Cisneros en un caballo en pelo, y la alcanzó siete leguas atrás, esto es, en la mitad de la jornada antecedente, y vino con ella casi al medio día. Poco después llegaron los que habían ido en busca del agua con unos Indios, a cuyos ranchos contingentemente llegaron, los cuales estaban en la orilla del Río de Santa Isabel. Eran éstos de los barbones y narices agujeradas, y en su idioma se nombraban tirangapui. Tenían los cinco que con su capitán vinieron primero tan crecida la barba que parecían padres capuchinos o betlemitas. El capitán era ya de edad crecida aunque no viejo, y de muy buen aspecto. Estuvieron muy alegres platicando con nosotros, y en brevísimo tiempo nos cobraron gran cariño. Supo el capitán que todavía faltaba un compañero nuestro; al punto mandó a sus cuatro indios que con la mayor brevedad lo buscasen por el llano y lo condujesen donde estábamos, yendo cada uno por diverso rumbo. Acción digna de la mayor gratitud y admiración en gente tan silvestre que jamás había visto gente semejante a nosotros. Estando en estas disposiciones, el capitán vió que ya venía el que faltaba, y muy gustoso nos dió el aviso. Anunciámosles el Evangelio según pudo insinuarse el intérprete, explicándoles la unidad de Dios, el castigo que tiene para los malos, el premio que da a los buenos, la necesidad del santo bautismo y del conocimiento y observancia de la divina ley. Estando en esto, se dejaron ver otros tres de ellos que venían hacia nosotros, y entonces el capitán nos dijo que aquellos también eran de su gente, y que suspendiésemos la conversación ínterin llegaban, para que también oyesen todo lo que les decíamos para su bien; y habiendo llegado les dijo que nosotros eramos padres y que los estábamos instruyendo en lo que habían de hacer para ir al cielo, y as¡ estuviesen atentos. Con tanta eficacia les dijo esto que, entendiendo nosotros solo uno u otro término del yuta, percibimos lo que les hablaba sólo por las acciones con que se explicaba, antes que el intérprete nos lo diese traducido. Dijímosles que si querían conseguir el bien propuesto que volveríamos con más padres, para que todos pudiesen ser enseñados como serían los de la Laguna que ya quedaban esperando religiosos; pero que entonces no habían de vivir dispersos como ahora sino juntos en un pueblo. Respondieron todos muy alegres que volviésemos con los demás padres, que ellos harían lo que les enseñásemos y mandásemos, añadiendo el capitán que entonces, si queríamos y lo juzgábamos más conveniente, se irían a vivir con los lagunas (lo cual les habíamos también propuesto). Despedímosnos de ellos, y todos, especialmente el capitán,nos cogían la mano con gran ternura y cariño. Pero donde más se expresaron fué ya que íbamos saliendo de este sitio. Apenas nos vieron partir cuando todos, imitando a su capitán que empezó primero, se soltaron llorando copiosas lágrimas, de modo que ya íbamos bien distantes y todavía oíamos los tiernos lamentos de estas miserables ovejuelas de Cristo extraviadas solamente por falta de la Luz. Nos enternecieron de modo que algunos de nuestros compañeros no pudieron contener las lágrimas. En este sitio que nombramos Llano Salado, en que por algunas conchas blancas y delgadas que hallamos parece haber habido una laguna mucho más grande que la que hay, observamos la altura y se halla en 39 grados, 34 minutos, 36 segundos. Esta observación se hizo por el sol casi en la mitad del llano, que de norte a sur tendrá poco menos de treinta leguas, y de leste a oeste catorce. Es en las más partes muy escaso de pastos; y aunque entran en él dos ríos, el de Santa Isabel por el norte y el otro mediano por la parte del leste, cuyas aguas son muy salobres, no vimos sitio alguno proporcionado para población.92.




A la tarde proseguimos nuestra derrota rumbo sur-sueste, porque las ciénegas y lagunas no nos permitían ir al sur, que era el rumbo recto para el puerto por donde habíamos de salir del llano. Andadas tres leguas paramos cerca de un cerro pequeño que está en él. Por lo que nombramos al paraje en que había ciénegas de mucho pasto pero de agua salobre, El Cerrillo. Hoy tres leguas sur-sueste.93.




Día 3 salimos de El Cerrillo, dimos varias vueltas porque estábamos cercados de ciénegas, y determinamos cortar pasando el dicho río del leste que parece consumirse en ellas y en las otras lagunas del llano, y abunda de pescado. El vado estaba atascoso, y en él cayó la caballería en que iba el intérprete Andrés y lo echó al agua dándole un fuerte golpe en una mejilla. Pasado ya con algún trabajo, y andadas seis leguas sur cuarta al oeste por tierra llana y buena, llegamos a un arroyo que parecía traer mucha agua, pero sólo hallamos unos bateques en que con dificultad podría beber la caballada. No obstante, porque había buen pasto paramos aquí. Había en todo el arroyo una especie de lama blanca, seca y delgada, que de lejos parecía lienzo tendido, por lo que lo nombramos Arroyo del Tejedor. Hoy seis leguas sur cuarta al oeste.94.




Día 4 salimos de El Tejedor arroyo arriba y rumbo sur, y al cuarto de legua declinamos al sur-sudoeste poco, y andadas poco menos de cinco leguas llegamos al puerto austral y salida del Llano Salado. Hallamos en el dicho arroyo más agua y menos mala que la de ayer, y hermosas vegas muy abundantes de buen pasto para las caballerías, las cuales venían muy fatigadas porque las aguas salobres les habían hecho mucho daño. Y así paramos aquí, nombrando el sitio Las Vegas del Puerto. Hoy cinco leguas.95.




Día 5 salimos de las Vegas del Puerto rumbo sur por la orilla del mismo arroyo, y andadas dos leguas declinamos al sudoeste tres leguas y paramos en otra vega del arroyo, nombrándola San Atenógenes. Hoy cinco leguas.96.




Esta mañana, antes que saliéramos de las Vegas del Puerto, se nos volvió sin despedirse el laguna José María. Vímosle salir del real, mas no quisimos decirle cosa alguna, ni que lo siguiesen y trajesen, por dejarlo en su entera voluntad. No supimos qué lo motivase a esta revolución aunque, según nos dijo después el intérprete, ya venía algo desconsolado viendo que nos alejábamos tanto de su tierra. Pero sin duda lo violentó un suceso no esperado de la noche antecedente. Fue este que, llamando Don Juan Pedro Cisneros a su mozo Simón Lucero para que con él y los demás rezasen el rosario de la Virgen y, resistiendo éste venir, lo reprendió; y estándole reprendiendo su pereza e indevoción, le acometió el mozo abrazándose con él brazo a brazo. Luego que nosotros, desde donde estábamos actualmente rezando Maitines del día siguiente oímos el alboroto, los seguimos, mas no tan a tiempo, ya no hubiese causado gran susto al dicho José María, a quien procuramos persuadir que no estaban los dichos enojados, y que aunque un padre reprendiese a su hijo como ahora había sucedido, jamás llegaban a querer matarse como él pensaba, y que así no tuviese miedo. Sin embargo, él se regresó desde aquí, quedando nosotros sin quien ni aun por noticias conociese el terreno de adelante. Sentimos mucho esta contingencia porque deseábamos anticiparle la salud que ahora no podrá conseguir tan presto. Luego que paramos, fueron dos a reconocer si la parte occidental de la sierra y aun el valle que en ella había eran transitables y daban alguna esperanza de hallar en ella aguas y pastos para las caballerías. Ya de noche volvieron diciendo no haber hallado puerto alguno para atravesar la sierra, que era muy fragosa y alta por este rumbo, y que estaba antes un dilatado llano sin pasto ni aguaje alguno. Con esto ya no pudimos tomar este rumbo, que era el mejor para Monterey donde era nuestra derrota, y determinamos seguir el sur hasta pasar dicha sierra por un valle muy dilatado, que empieza desde este Paraje de San Atenógenes y que nombramos Valle de Nuestra Señora de la Luz. Por el cual sigue el Arroyo del Tejedor con suficientes bateques o rebalses de buena agua y vegas muy espaciosas y abundantes de pasto, de que el valle es muy escaso.97.




Los dos días antecedentes había soplado fuertemente un viento de sur muy frío sin cesar. Del que resultó una nevada tan copiosa que no solo las eminencias de la sierra, mas todos los llanos, se cubrieron esta noche de nieve.98.




Día 6 amaneció nevando y prosiguió sin cesar todo el día, y asimismo no pudimos hacer jornada. Llegó la noche, y viendo que no cesaba imploramos la intercesión de Nuestra Madre y Patrona, rezando a coros las tres partes de su rosario, y la de Todos los Santos cantando las Letanías. Y quiso Dios que a las nueve de la noche cesase de nevar, granizar, y llover.99.




Día 7 tampoco pudimos salir de San Atenógenes, aunque estábamos con mucha necesidad sin leña y con sobrado frío, porque con tanta nieve y agua estaba la tierra, que aquí es muy blanda, inandable.100.




Día 8 salimos de San Atenógenes por el llano rumbo sur. Anduvimos solamente tres leguas y media con mucho trabajo, porque estaba todo tan blando y tan atascoso que muchas bestias de carga y de silla, y aun las sueltas, o caían o se sumergían del todo. Paramos como una milla al oeste del arroyo, nombrando el paraje Santa Brígida, en que habiendo observado por la estrella polar hallamos 38 grados, 3 minutos, 30 segundos de latitud. Hoy tres leguas y media al sur.101.




Hoy padecimos mucho frío porque en todo el día no cesó de soplar el norte, y muy delgado. Hasta aquí teníamos intento de llegar al presidio y nuevos establecimientos de Monterey. Pero considerándonos todavía distantes porque, aunque solo nos restaba bajar un grado y veinte y tres y medio minutos hasta este Paraje de Santa Brígida, no habíamos avanzado al poniente según los rumbos diarios más que ciento treinta y seis leguas y media. Y según el juicio que hacíamos, ya por no haber hallado en todas estas últimas gentes noticia alguna de los españoles y padres de dicho Monterey, ya por la grande diferencia en longitud con que en los mapas se demarcan este puerto y la Villa de Santa Fe, nos restaban muchas más leguas al oeste. Ya habiendo empezado con gran rigor el invierno, pues todas las sierras que por todos vientos alcanzábamos a ver estaban cubiertas de nieve, el tiempo muy revuelto, y así temimos que mucho antes de llegar se nos cerrarían los puertos, de modo que nos obligasen a estar dos o tres meses en alguna sierra en que no hubiese gentes ni de que echar mano para el sustento preciso. Pues el bastimento que traíamos era ya muy poco, y así nos exponíamos a perecer de hambre cuando no fuese de frío. También reflexionamos que, aun dado que llegásemos este invierno a Monterey, no podíamos estar en la Villa de Santa Fe hasta el mes de junio del año próximo futuro. Cuya demora, junta con la que habrá en los pasos regulares y precisos de un negocio tan interesante como el que ya tratamos, podía ser muy prejudicial a las almas que, según arriba dicho, desean su eterna salud mediante el santo bautismo. Quienes viendo tanta demora en lo de nuestra parte prometido, considerarían fallidas sus esperanzas, o juzgarían que de intento los habíamos engañado. Con lo cual se dificultaría mucho para en adelante su conversión y la extensión de los dominios de su Majestad por esta parte. A que podía agregarse que el laguna Joaquín, horrorizado y hostigado de tantos trabajos y necesidades, se nos extraviase y revolviese para su tierra u otras gentes de que hubiese tenido noticia, como lo hizo el otro. Considerando pues todo esto, y que siguiendo el sur de Santa Brígida podíamos descubrir más breve y mejor camino que el de los sabuaganas para ir de Santa Fe a la Laguna de los Timpanois y estos otros indios barbones, y acaso alguna otra nación hasta ahora no conocida que siempre haya habitado en la parte septentrional del Río Grande, y así determinamos seguir al sur cuanto el terreno permitiese hasta el Río Colorado, y de aquí dirigirnos para Cosnina, Moqui, y Zuñi.102.


Nueva derrota, y principio de nuestro regreso, desde los 38 grados, 3 minutos, 30 segundos de latitud

Día 9 salimos de Santa Brígida rumbo sur, y andadas seis leguas con menos trabajo que ayer, por ser la tierra menos blanda y no estar ya tan mojada, paramos cerca de un ángulo que hace el valle y gran llano de Nuestra Señora de la Luz, desde el cual sigue más ancho y por muchas leguas al sudoeste. Nombramos al paraje San Rústico, en el cual sin sernos preciso acercarnos al arroyo por el agua, ni a sus vegas por el pasto, lo hallamos todo muy bueno. El agua era llovediza y no perenne. Hoy seis leguas sur.103.




Día 10 salimos de San Rústico rumbo sur, anduvimos una legua, y andadas otras tres leguas al sur-sudoeste llegamos a una loma corta y muy baja que está en medio del llano; por registrar con la vista la extensión de este valle y llano de la Luz, subimos la loma y vimos que desde aquí para el sudoeste se extendía más de treinta y cinco o cuarenta leguas, pues apenas se descubrían las sierras en que por esta parte finaliza, siendo como después vimos mejor muy altas. Vimos también tres ojos de agua caliente y sulfúrea que hay en la cima y falda oriental de dicha loma. En cuyo circuito abajo de ella hay otros cortos pedazos de tierra salitrosa. Proseguimos por el llano, y andadas dos leguas al sur paramos temiendo no encontrar agua más adelante para esta noche. Aquí la había buena y mucha de la nieve derretida, rebalsada a modo de laguna; también había buen pasto. Nombramos al paraje San Eleuterio. Hoy seis leguas.104.




Hasta aquí llegan por la parte del sur los yutas barbones, y aquí parece terminar su tierra.105.




Día 11 salimos de San Eleuterio rumbo sur cuarta al leste. Dejamos adelantarse a los compañeros para ir confiriendo entre los dos el medio que deberíamos tomar, y que sería más proporcionado para quitar a los compañeros, principalmente Don Bernardo Miera, Don Joaquín Laín, y al intérprete Andrés Muñiz, el sumo disgusto con que dejaban la derrota de Monterey y seguían ésta que entendíamos ser por ahora conveniente y según la voluntad santísima de Dios, por quien únicamente deseábamos andar y estábamos dispuestos a padecer, y si fuese necesario morir. Ya les habíamos manifestado los motivos de nuestra nueva determinación en Santa Brígida, y en vez de atender a la fuerza de ellos dirigían sus pensamientos contra nosotros. Y así desde este paraje venían muy displicentes, todo les era sumamente gravoso, y todo insufriblemente molesto. No tenían otro asunto sus conversaciones que el ningún fruto que tendrían de tan dilatado viaje, porque para ellos no lo era haber ya descubierto tan gran porción de tierra y gente tan bien dispuestas para agregarse con facilidad a la viña del Señor y a los dominios de su Majestad (que Dios guarde), ni haber conocido tan dilatadas provincias hasta ahora incógnitas, ni finalmente traer ya casi asegurada una alma al gremio de la Iglesia. Cuyo logro es premio más grande y digno de viajes más dilatados, de mayores trabajos y fatigas, y aun para ir después a Monterey teníamos ya mucho adelantado. Pero a nada de esto atendían, porque el primero de los aquí mencionados había concebido sin motivo alguno, a lo menos de nuestra parte, grandes esperanzas de honor y provecho en sola la llegada a Monterey, y las había dado a los demás, erigiendo en el aire elevadísimas torres de viento. Y ahora les aseguraba que nosotros les quitamos estos bienes en su imaginación tan grandes, de modo que hasta los mozos nos daban bastante que padecer. Poco antes de esta determinación decía Don Bernardo que habíamos avanzado poco al poniente y nos restaba mucha tierra para llegar a Monterey, y ahora frecuentemente aseguraba aun hasta a los mozos que dentro de ocho días llegaríamos. Muchas veces antes de salir de la Villa de Santa Fe habíamos insinuado a todos y a cada uno de nuestros compañeros que nosotros en este viaje no llevábamos más destino que el que Dios nos diese; ni esto nos estimulaba fin temporal ninguno; y que cualquiera de ellos que intentase, o comerciar con los infieles o seguir sus particulares ideas sin proponerse el fin único de esta empresa que ha sido y es la mayor honra de Dios y extensión de la Fe, tuviese por bien no ir en nuestra compañía. En el camino les amonestamos repetidas veces que rectificasen sus intenciones (algunos), porque de lo contrario padeceríamos trabajos y contratiempos y no conseguiríamos todo lo que intentábamos, como en parte vieron verificado en circunstancias que, sino cierran los ojos a la Luz jamás podrían atribuirlo a contingencia. Con todo esto nos mortificaban cada día más, y nos desconsolaba mucho ver que en los negocios del Cielo se buscaba primero y principalmente la tierra. Y así, para que quedase más justificada la causa de Dios, y para darles a conocer con más claridad que no por temor ni nuestra absoluta voluntad habíamos mudado de intento, determinamos abandonar enteramente el grave peso de las reflexiones dichas, y habiendo implorado la divina clemencia y la intercesión de nuestros santos patronos, inquirir de nuevo la voluntad de Dios por medio de las suertes, poniendo en una Monterey y en otra Cosnina, y seguir la derrota que saliese. Alcanzamos a los compañeros, hicímoslos bajar de las caballerías. Ya juntos todos les representó el padre Fray Francisco Atanasio los inconvenientes y dificultades que en la ocasión padecía la prosecución para Monterey, lo que podíamos conseguir en el regreso por Cosnina, finalmente los desaciertos y atrasos que hubiéramos tenido antes de aquí si Dios no hubiera embarazado algunos de sus proyectos. Hízoles cargo de todo lo malo que resultaría de seguir ahora para Monterey, especialmente del extravío o regreso del Lagunita Joaquín. Advirtioles también que si la suerte salía para Monterey, no había de haber más director ni guía que Don Bernardo Miera, pues lo juzgaba tan cerca y de sus pensamientos se originaba todo. Luego les hizo una breve exhortación para que, deponiendo todo género de pasiones, se sujetasen enteramente a la voluntad de Dios y le pidiesen con firme esperanza y fe viva nos la declarase. Rindiéronse todos cristianamente, y con fervorosa devoción rezaron la tercera parte del rosario y otras deprecaciones ínterin nosotros rezábamos los Psalmos Penitenciales con las Letanías y otras oraciones que le siguen. Concluido esto echamos las suertes, y salió la de Cosnina. Esta abrazamos todos ya, gracias a Dios, conformes y gustosos.106.




Proseguimos abreviando el paso lo posible, andadas desde San Eleuterio diez leguas, dos al sur cuarta al leste, tres al sur-sueste (saliendo ya del llano de Nuestra Señora de la Luz), un cuarto al sueste, una legua y un cuarto al sursueste, tres y media al sueste de buena tierra; y pasando un monte de piñón y sabina por una cañada tendida de mucho pasto, y después algunas lomas bien empastadas, descendimos a un hermoso valle y paramos ya de noche cerca de un pequeño río en una de sus vegas, que son abundantísimas de pasto. Nombrárnoslos Valle y Río del Señor San José. Hoy diez leguas.107.




Observóse por la estrella polar, y nos hallamos en 37 grados, 33 minutos de latitud.108.


Prosigue el Diario y Derrotero desde los 37 grados, 33 minutos de latitud, y desde el pequeño Río del Señor San José Derrota para el Colorado y Cosnina.

Día 12 de octubre salimos del pequeño Río del Señor San José, y porque en él había algunos atascaderos, atravesamos una ciénega grande de mucha agua y pasto por medio de la cual corre otra porción de agua a modo de acequia. Y habiéndola pasado rumbo noroeste, tomamos el sur franco por la banda occidental de las vegas del llano; y andadas por buena tierra cuatro leguas y media, vimos que los compañeros que iban adelante alguna distancia de nosotros se apartaron del camino con acceleración. Abreviamos el paso para saber el motivo, y cuando los alcanzamos ya estaban hablando con dos indias que habían detenido a fuerza, porque desde que los vieron iban huyendo con otras que estaban recogiendo semillas de hierba en el llano, las cuales llegarían a veinte. Condolímosnos de verlas tan asustadas que ni hablar podían, y procuramos quitarles el miedo y temor por medio del intérprete y del Laguna Joaquín. Ya que recobraron algún ánimo, nos dijeron que por estas inmediaciones había mucha gente de la suya, que habían oído decir que hacia el sur traían ropa azul, y que el Río Grande no estaba muy lejos de aquí. No pudimos sacarles con claridad de qué nación vendrían estas ropas o trapos azules, ni formar sobre esto alguna conjectura por su relación, porque sabíamos que a los payuchis sólo vienen cosas encarnadas. Pero luego nos occurrió que los cosninas compran en Moqui cotones azules de lana, y así hicimos juicio que de estos hablaban. De que inferimos estar ya cerca del Río Colorado y Cosnina. Estaban estas indias tan pobremente vestidas que solo traían unos cortos pedazos de gamuza pendientes de la cintura que apenas cubrían lo que no se puede mirar sin peligro.. Despidímoslas, diciéndoles que avisasen a su gente que nosotros veníamos de paz, que a ninguno hacíamos daño, que a todos amábamos, y que así viniesen sin recelo los hombres que pudiesen a donde íbamos a dormir. Proseguimos por el llano y valle del Señor San José, y andadas otras tres leguas al sur vimos otros indios que iban huyendo. Despachamos al intérprete con el Laguna Joaquín y otro compañero para que procurasen traer uno al paraje que ya estaba cerca, para indagar si el Río Grande estaba inmediato como aseguraban los Yutas, y ver si alguno de ellos quería acompañarnos en calidad de guía hasta Cosnina. Corrían con tanta ligereza que apenas pudieron contener uno. Trájolo Don Joaquín Laín en ancas de su caballo a donde ya habíamos parado, andada otra media legua al sur junto a un pequeño riachuelo que nombramos Río de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, en el cual había como en todo el valle mucho y buen pasto. Hoy ocho leguas sur.109.




Este indio que acabamos de decir trajeron los compañeros al real era de bastante viveza, y estaba tan acobardado que parecía estar demente. A todas partes miraba, a todos atendía, y cualquiera acción o movimiento nuestro lo asustaba sobremanera. Y por libertar de lo que por su extremada pusilanimidad recelaba, ponía tanta atención cuando le hablábamos y respondía tan pronto, que más parecía adivinar las preguntas que entenderlas. Sosegáse, dímosle de comer y un listón que nosotros mismos le pusimos. Traía una red grande de cáñamo muy bien beneficiada de que dijo usaba para coger liebres y conejos. Preguntándole que de dónde traían aquellas redes, respondió que de otros indios que habitaban Rio Grande abajo, de donde también supimos después traían las conchas de colores, y según la distancia y rumbo a que los ponía parecen ser los cocomaricopas. En órden a la distancia del Río Grande y a la ropa azul, dijo lo mismo que las indias, añadiendo que unos hilos de lana teñida que traía los había comprado este verano a dos de los que traían la dicha ropa azul que habían pasado el río. Preguntámosle de diferentes modos por los cosninas, pero no nos dio razón de ellos, o porque estos les dan otro nombre o porque acaso juzgaba que si declaraba conocerlos lo habíamos de llevar a fuerza para que nos condujese a ellos, o finalmente porque no los conocía. Preguntámosle que si había oído decir que por el oeste o oes-noroeste, señalándole estos rumbos, había padres y españoles, y respondió que no, que aunque por allí habitaban muchas gentes, éstas eran de su mismo idioma e indios como él. Enseñáronle un grano de maíz, y entonces dijo que había visto como se beneficiaba, y que en un rancho que al otro día encontraríamos había un poco de esta semilla que habían traído de donde la sembraban. Hicimos bastantes diligencias para que nos declarase qué gente era ésta que sembraba maíz y otras cosas de que daba confusa noticia, y sólo pudimos sacar que habitaban de esta banda del Río Grande en otro pequeño. Toda la noche estuvo con nosotros y prometió llevarnos al dicho rancho.110.




Día 13 salimos del riachuelo y paraje de Nuestra Señora del Pilar rumbo sur, acompañados de dicho indio a quien habíamos prometido un belduque por que nos guiase hasta donde hallásemos otros. Anduvimos dos leguas y media al sur y llegamos al rancho arriba dicho, que era el suyo. En él estaban un indio anciano, un joven, varios niños y tres mujeres, y todos bien parecidos. Tenían piñón muy bueno, dátil, y unas taleguillas de maíz. Estuvimos en conversación con el viejo largo rato, mas solo nos dijo lo que los antecedentes. Dímosle al que nos había conducido hasta allí el belduque prometido, y les propusimos que si alguno de los tres nos quería acompañar hasta los que decían sembrar el maíz les pagaríamos bien. Por la respuesta conocimos que todavía se recelaban mucho de nosotros y nos tenían mucho miedo, pero a instancia de los compañeros les pusimos delante un belduque y algunas cuentas de abalorio. Cogiólo el viejo impelido de su mucho recelo, y se ofreció a guiarnos por sacarnos de ahí, según después nos hizo patente, y dar tiempo a que su familia pudiese ponerse en salvo, retirándose a la sierra inmediata. Proseguimos acompañándonos dicho anciano y el otro que había pasado la noche antecedente con nosotros. Anduvimos una y media leguas al sur, bajamos al pequeño Río del Pilar que aquí tiene una frondosa alameda, pasárnoslo saliendo ya del valle del Señor San José, entramos en una cuchilla toda de mal país que está entre dos sierras altas en forma de puerto. En lo más fragoso de esta cuchilla se nos desparecieron los dos guías, de modo que no los volvimos a ver más. Celebramos su advertencia en habernos traído por paraje tan proporcionado a la ejecución segura y libre de su pensamiento. El cual ya habíamos penetrado solamente por su gran puntualidad y por el modo con que aceptaron guiarnos. Proseguimos sin guía con gran trabajo por la mucha piedra una legua al sur, bajamos segunda vez al dicho Río del Pilar, y paramos en su orilla y alegre alameda, nombrando al paraje San Daniel. Hoy cinco leguas sur.111.




El Valle del Señor San José que acabamos de pasar se halla por la parte más septentrional en 37 grados, 33 minutos de latitud, y tiene de norte a sur cerca de doce leguas; y de leste a oeste en partes más de tres, en partes dos, y en partes menos. Es abundantísimo de pastos, tiene grandes vegas y medianas ciénegas y terreno suficiente y muy bueno para una buena población para siembras de temporal, porque aunque no tiene agua para regar más que algunas tierras en los dos riachuelos del Señor San José y del Pilar, la mucha humedad del terreno puede suplir esta falta sin que se eche menos el riego; porque es tanta la humedad en todo lo más del valle que no sólo las vegas y bajos, mas aun los altos, tenían ahora los pastos tan verdes y frescos como las vegas más fértiles de los ríos por los meses de junio y julio. Hay muy cerca en su circuito mucha copia de madera y leña de pinavete y piñón, y buenos sitios para criar ganados mayores y menores. Los indios que habitan en él y en sus inmediaciones por oeste, norte, y leste se nombran en su idioma Huascari; visten muy pobremente, comen semillas de hierbas, liebres, piñón en su tiempo, y dátil. Maíz no siembran, y según vimos adquieren muy poco. Son con extremo pusilánimes y diferentes de los lagunas y de los barbones. Con éstos confinan por noroeste y norte, y usan su idioma aunque con alguna diferencia. En este Paraje de San Daniel finaliza la tierra de los lagunas, que desde el Valle de las Salinas corre al sur franco hasta aquí, y desde aquí para el Río Grande todo es tierra de mesería e indica ser muy mineral.112.




Día 14 salimos de San Daniel rumbo sur cuarta al oeste por el lado occidental del río, retirándonos algo de él, y andadas dos leguas por lomas de arena blanca muy brillante y de bastantes peñas en partes, pasamos dos fuentes copiosísimas de buena agua que entran en el río arriba dicho. Declinamos al sur, ya por piedra de mal país (que es como escoria aunque más pesada y de menos oquedades) no muy molesta, ya por entre peñas areniscas ya por bancos de arena, y andadas otras dos leguas descendimos tercera vez al río y paramos en su orilla, nombrando al Paraje San Hugolino, en el cual había buen pasto. Aquí ya es tierra muy templada porque, a más de haber sentido bastante calor ayer, anoche y hoy, estaban los álamos del río tan verdes y frondosos, las flores y rosas que produce el terreno tan flamantes y sin lesión alguna, que indicaban no haber todavía helado ni escarchado por aquí. También vimos palo de mesquite, el cual no se cría en tierras muy frías. Hoy cuatro leguas sur.113.




Día 15 salimos de San Hugolino por la banda occidental del río y por la ladera de unas lomas inmediatas, y andadas dos leguas y media al sur-sudoeste volvimos a la orilla y alameda del río. Aquí hallamos un tapestle bien hecho con bastantes elotes y hoja de maíz que en él se había repuesto. Cerca de él en el corto plan y ribera del río estaban tres milpas pequeñas con sus acequias muy bien sacadas. Todavía estaban intactos los rastrojos del maíz que ya habían alzado este año. De lo cual tuvimos especial alegría, ya por la esperanza que nos daba de poder proveernos más adelante de bastimento conocido, ya y principalmente porque era indicio de la aplicación de estas gentes al cultivo de la tierra, y hallar esto adelantado para reducirlo a política y a la Fe cuando el Altísimo lo disponga. Pues ya se sabe lo que cuesta imponer en esto a los otros indios, y lo mucho que dificulta su conversión, su aversión a este trabajo tan necesario para vivir principalmente en política y pueblos. Desde aquí río abajo y en las mesas de una y otra banda por largo espacio, según supimos, habitan estos indios que se aplican a las siembras de maíz, calabaza, y en su idioma se nombran Parussi. Proseguimos río abajo rumbo sur, y andada media legua declinamos al sudoeste, apartándonos del río; pero un barranco alto sin bajada nos obligó a retroceder más de un cuarto de legua hasta volver al río, que aquí corre al sudoeste. Entranle aquí otros dos pequeños ríos, uno que viene del nor-nordeste y otro del leste. Este por la mayor parte se compone de aguas calientes y azufrosas, por lo que lo nombramos Río Sulfúreo. Hay aquí una bella alameda de álamo negro grande, algunos sauces, y parrones de uva silvestre. En el espacio que desanduvimos hay cenizeros, vetas, y otros indicios de minerales, y muchas piedras con embije talcoso. Pasamos el Río del Pilar y el Sulfúreo cerca de donde se juntan, y rumbo sur subimos una mesa baja por entre riscos de piedra negra y relumbrosa. Subida ésta, tomamos tierra abierta y buena, pasamos un corto llano que al oriente tiene una cordillera de mesas muy altas, y al oeste lomas de chamizo (es lo que en España brezo) y arena colorada. En el llano pudimos haber tomado la orilla de las mesas y concluir por buena tierra y llana nuestra jornada, pero los que iban adelante mudaron de rumbo por seguir unos rastros frescos de indios, y nos llevaron por las lomas y bajos de arena dichos en que se nos fatigaron mucho las caballerías. Anduvimos por ellas tres leguas al sudoeste (habiendo antes caminado por los dichos mesa y llano otras dos leguas al sur). Declinamos al sur poco más de dos leguas y avistamos un corto valle rodeado de mesas, en una de las cuales nos hallábamos sin poder bajar al valle. No había en ella agua ni pasto para las caballerías, que ya no podian dar paso, y así nos esforzamos a bajar por una ceja alta escarpada y de mucha piedra, y andados tres cuartos de legua al sur paramos ya metido el sol en un arroyo en que hallamos buenos y grandes bateques de agua con pasto suficiente para la caballada. Nombramos al paraje San Dónulo, o arroyo del Taray, por haber aquí de los árboles o palo así nombrado. Hoy diez leguas, que en rumbo directo serían siete sur cuarta al oeste. Observamos por la estrella polar, y nos hallamos en 36 grados, 52 minutos, 30 segundos de latitud.114.




Hay en este llano o vallecito a más del taray mucha hediondilla, que es su rama muy medicinal según se ha experimentado en el Nuevo Méjico. Esta noche se nos acabó totalmente el bastimento, sin quedarnos más que dos tablillas de chocolate para la mañana.115.




Día 16 salimos de San Dánulo con ánimo de seguir al sur hasta el Río Colorado, mas a poco que anduvimos oímos que atrás gritaba gente, y volviendo a ver de donde venía el eco vimos ocho indios sobre los cerritos del paraje de donde acabábamos de salir. Los cuales están en medio del llano, lo atraviesan casi todo y abundan de yeso trasparente y talco. Volvimos para ellos, dando órden de que viniese también el intérprete, que iba adelante. Llegamos al pie del cerrillo y les dimos a entender que bajasen sin recelo porque veníamos de paz y éramos amigos. Con esto se animaron y bajaron mostrándonos para el cambio unas sartas o hilos de chalchihuite con una concha de colores cada uno. Con que nos dieron algo que pensar porque desde abajo los hilos de chalchihuite nos parecían rosarios, y las conchas medallas de santos. Estuvimos aquí con ellos un corto rato, pero hablan el yuta tan diferente de todos los demás que ni el intérprete ni el laguna Joaquín podían darseles a entender plenamente, ni entender lo más de lo que ellos hablaban. No obstante, ya por señas ya porque en algunas cosas hablan el yuta más conformes a los lagunas, les entendimos que decían ser todos (menos uno que hablaba más en arábigo que en yuta y juzgamos ser jomajaba) parussis, y que ellos eran los que siembran en las riberas del Río del Pilar y habitan río abajo por largo espacio. Tuvímoslos por Cosninas, mas después averiguamos que no lo eran. Ofrecieron sus chalchihuites al cambio, y diciéndoles que allí no teníamos cosa alguna para cambio, y que si querían viniesen con nosotros hasta alcanzar a los demás compañeros, entonces les daríamos lo que pedían y hablaríamos por espacio, vinieron todos muy alegres pero con gran temor y recelo los que parecían más advertidos. Hicimos alto y platicamos mas de dos horas y media o tres. Nos dijeron que en dos días llegaríamos al Río Grande, pero que no podíamos ir por donde queríamos porque no había aguajes, ni por aquí podíamos pasar al río por ir muy encajonado, estar muy hondo, y tener por una y otra banda elevadísimos riscos y peñascos; y en fin que de aquí al río había muy mala tierra. Regalámosles dos belduques, y a cada uno un hilo de cuentas de abalorio. Luego les propusimos que si alguno de ellos nos quería conducir hasta el río le pagaríamos. Respondieron que nos irían a encaminar por un cañón que estaba en la mesa oriental al llano, y que desde allí ya podíamos ir solos, porque ellos estaban descalzos y no podían andar mucho. Nosotros no queríamos dejar el sur hasta el río, sin embargo de esta relación; porque sospechabamos que los moquinos se hubiesen indispuesto con los cosninas por haberles llevado al padre Garcés, y que recelosos de que volviesen a introducir en moqui otros padres o españoles, hubiesen procurado contenerlos con amenazas. Y que extendida la noticia intentaban ahora éstos extraviarnos para que no llegásemos a los Cosninas ni a los Jomajabas sus vecinos. Pero a instancia de todos los compañeros, a quienes no convenía por ahora manifestar nuestra sospecha, condescendimos a tomar el cañón. Ofrecimos a estos indios cueros de suela de petaca para zapatos porque nos diesen guía. Dijeron que dos irían con nosotros hasta ponernos en camino recto y bueno. Entramos con ellos en el cañón dicho, anduvimos por él legua y media con sumo trabajo y atraso de las caballerías por la mucha piedra de guija, pedernal, y frecuentes pasos difíciles y peligrosos que había. Llegamos a una angostura tan mala que en más de media hora solo a tres bestias de silla pudimos hacer entrar en ella. A esta seguilla una cuesta de peñasquerías tan escarpada que aun a pie costaría trabajo subirla. Viendo los indios que no podíamos seguirlos, se ahuyentaron, impelidos sin duda de su nimia pusilanimidad. Con esto fue preciso retroceder para tomar otra vez el sur. Paramos antes un rato para que las bestias tomasen algún aliento y bebiesen agua que había aquí, pero tan mala que muchas caballerías no bebieron. A la tarde retrocedimos todo el cañón, y andada media legua por el llano al sur paramos cerca del puerto austral del valle sin agua para nosotros ni para la caballada. Teníamos mucha necesidad esta noche y ningún género de alimento, y así determinamos quitar la vida a un caballo para no perder la nuestra; pero por no haber agua diferimos la ejecución hasta donde la hubiese. Hoy en tan penosa jornada sólo avanzamos una y media legua al sur.116.




Día 17 proseguimos nuestra derrota rumbo sur, pasamos el puerto dicho del vallecito por la caja de un arroyo en que hallamos un bateque de agua buena, y bebió toda la caballada. Anduvimos al sur dos leguas, y declinando al sueste otras dos, hallamos en otro arroyo gran porción de buena agua, no solo en una parte sino en muchas. Y aunque es llovediza, de la que queda en las avenidas, parece no consumirse en todo el año. Aquí encontramos algunas de las hierbas que llaman quelites. juzgamos poder subvenir a nuestra urgentísima necesidad con ellas, pero sólo pudimos recojer muy pocas, y ésas muy pequeñas. Proseguimos al sueste, y andadas cuatro leguas y media por tierra llana y buena aunque algo bofa paramos, ya por ver si en los derramaderos de la mesa había agua, ya para dar de las dichas hierbas sazonadas algún alimento a Don Bernardo Miera que, como desde ayer mañana no habíamos tomado cosa alguna, venía ya tan debilitado que apenas podía hablar. Mandamos registrar las petacas y demás trastos en que habíamos traído el bastimento, para ver si había algunas reliquias, y sólo hallamos unos fragmentos de calabaza que los mozos habían adquirido ayer de los indios parussis, y los habían ocultado para no verse obligados a convidar a los demás. Con esto, y un pedazo de piloncillo que también hallamos, hicimos para todos un guizo y tomamos algún alimento. No hallamos agua para poder pasar aquí la noche, y determinamos proseguir al sur la jornada. Los compañeros, sin darnos parte, fueron a reconocer la mesa oriental y terreno que seguía por aquí. Vinieron los que fueron a este reconocimiento diciendo estar muy buena la subida de la mesa, y que después seguía tierra llana con muchos arroyos en que no podía menos de haber agua, y que les parecía estar el río al fin del llano que estaba después de la mesa. Con esto todos se inclinaron a mudar de rumbo. Nosotros bien conocimos que como otras veces se engañaban, y que en tan corto tiempo no podían haber visto tanto, y éramos de parecer contrario porque para el sur teníamos mucha tierra buena y llana a la vista, y habíamos hallado hoy tanta agua contra la relación de los indios, y andado toda la jornada por buena tierra, con esto crecía nuestra indicada sospecha. Pero como ya nos hallamos sin bastimento y el agua podía estar muy distante, porque el llevar adelante nuestro dictamen no les hiciese más intolerable la sed y hambre que por ambos rumbos podían ofrecérsenos, (para nuestro bien) les dijimos que tomasen por donde mejor les pareciese. Lleváronos por la mesa rumbo sueste, subiéndola por un derramadero fragoso o arroyo de mucha piedra en que hay yeso piedra muy bueno del que se usa para blanquear. Acabamos de subir la mesa por una ladera bien escarpada y mucha piedra negra. Llegó la noche y paramos sobre la mesa en un corto llano de buen pasto pero sin agua, nombrándolo San ángel. Hoy nueve leguas.117.




Mucho sentimos haber mudado de rumbo, porque según la altura en que nos hallábamos, siguiendo el sur hubiéramos llegado muy presto al río. Luego que paramos nos dijeron los que habían estado antes en la mesa que a poca distancia de aquí les parecía haber visto agua. Fueron dos a traerla para la gente, mas no volvieron en toda la noche y amaneció el día siguiente sin que supiésemos de ellos. Bien que mostró hicimos juicio que habían proseguido buscando ranchos de indios en que reparar cuanto antes su necesidad. Por cuyo motivo y por no haber aquí agua, determinamos proseguir sin esperarlos.118.




Día 18 salimos de San ángel rumbo les-sueste, y andada media legua declinamos al leste cuarta al sur dos leguas por lomas y cañadas tendidas, bien empastadas, pero de mucha piedra; y no hallando agua declinamos al leste cuarta al norte otras dos leguas, subiendo y bajando lomas de piedra muy molesta a las caballerías. Estaban cinco indios espiándonos desde una mesa corta pero alta; al pasar nosotros dos que íbamos detrás de los compañeros al pie de ella nos hablaron. Al inclinar para donde estaban, se ocultaron los cuatro y sólo quedó uno a nuestra vista. Conocimos el mucho temor con que estaban; no pudimos persuadirle que bajase, y subimos los dos a pie con bastante trabajo. A cada paso que dábamos acercándonos a él quería echar a huir. Dímosle a entender que no tuviese miedo, que lo amábamos como a hijo y queríamos hablar con él. Y con esto nos esperó, haciendo mil ademanes en demostración de que nos tenía mucho miedo. Ya que subimos a donde estaba lo acariciamos, y sentándonos junto a él hicimos que subieran el intérprete y el laguna. Ya recobrado nos dijo que allí estaban escondidos otros cuatro, que si queríamos los llamaría para que los viésemos. Y diciéndole que sí, puso sus flechas y arco en el suelo, tomó al intérprete de la mano, y fueron a traerlos. Vinieron, estuvimos como una hora en conversación, y nos dijeron que ya teníamos agua cerca. Suplicámosles que nos la fuesen a enseñar, prometiéndoles un pedazo de chalona; y después de muchas instancias convinieron en ir tres de ellos con nosotros. Proseguimos con ellos muy fatigados de sed y hambre rumbo sueste una legua, y andada otra al sur por mal camino y de mucha piedra, llegamos a un monte de sabina y a un arroyo que en las oquedades despeñadas mantenía dos grandes bateques de agua buena. Cogimos para nosotros la suficiente, y arrimamos la caballada, que come venía tan sedienta, agotó ambos bateques. Aquí determinamos pasar la noche, nombrando al paraje San Samuel. Hoy seis leguas.119.




Venían los dichos tres indios con tanto miedo con nosotros que no querían ir adelante, ni que nos acercásemos a ellos, hasta que se informaron del laguna Joaquín y con lo que éste les dijo de nosotros se aquietaron. Entre otras cosas le preguntaron muy admirados de su valor, que cómo se había atrevido a venir con nosotros. él, que deseaba quitarles el miedo para socorrer la necesidad que con gran dolor nuestro padecía, les respondió lo más oportunamente que pudo. Y así les quitó mucho del temor y recelo que traían, por lo que sin duda no nos dejaron antes de llegar al dicho aguaje. Luego que paramos les dimos la chalona prometida, con lo que se alegraron mucho. Y sabiendo que veníamos sin bastimento, dijeron que enviásemos uno de los nuestros con uno de los suyos para que fuesen a sus casillas, que estaban algo distantes, y lo trajesen; que los demás se quedarían ínterin con nosotros. Enviamos a uno de los genízaros con el laguna Joaquín, dándoles con qué comprar bastimento y bestia de carga para en que traerlo. Partieron con el otro indio, y después de media noche llegaron de regreso, trayendo una corta porción de carnero silvestre, de tuna seca hecha torta, y semillas de hierbas. Trajeron también noticia de uno de los dos que la noche antecedente habían ido por agua, diciendo que había estado en este rancho. El otro había llegado esta noche como a las diez.120.




Día 19 concurrieron al real veinte de estos indios con alguna tuna en torta o masa, y varios zurrones de semillas de diferentes hierbas para que les comprásemos. Pagámosles cuanto trajeron y les encargamos que si tenían carne, piñón, y más tuna los trajesen, que todo lo compraríamos, especialmente la carne. Dijeron que sí, pero que los habíamos de esperar hasta medio día. Admitimos la condición y se fueron. Uno de ellos quedó en acompañarnos hasta el río si nos deteníamos hasta la tarde, y también admitimos. Después del medio día volvieron muchos más de los que habían antes estado con nosotros, y entre ellos uno que decían ser apache mescalero y haber venido con otros dos de su tierra a esta, pasando el río pocos días había. Era de fisiognomía poco agradable, y se distinguía de estos indios en el disgusto con que nos miraba por aquí, y en el mayor ánimo que de intento mostraba, según advertimos. Dijeron que estos apaches eran sus amigos. No trajeron carne alguna, pero sí muchos zurrones de dichas semillas y algunas tunas frescas ya asoleadas y otras secas en tortas. Comprámosles como una fanega de semillas y toda la tuna, conversamos largo rato sobre la distancia del río, el camino para él, el numero y modo de vivir de ellos, sobre las gentes confinantes y sobre el guía que solicitábamos. Nos mostraron por donde habíamos de tomar para el río, dando algunas señas confusas del vado y diciendo que en dos o tres días llegaríamos. Nos dijeron que ellos se nombraban Yubuincariri, que no sembraban maíz, que su bastimento eran aquellas semillas, tunas, el piñón que cogen muy poco, según lo escasearon, y lo que cazaban de liebres, conejos, y carnero silvestre, añadiendo que de esta banda sólo los parussis sembraban maíz y calabaza; pero que de la otra luego pasado el río, estaban los ancamuchis (por quienes entendimos los cosninas), y que éstos sembraban mucho maíz. A mas de esto nos nombraron otras gentes, sus confinantes por el sur-sudoeste en esta banda occidental del río, y fueron estos los payatammunis. También nos dieron noticia de los huascaris que ya nosotros habíamos visto en el Valle del Señor San José. Sobre los españoles de Monterey ni aun el menor indicio de haber oído hablar de ellos. Uno de los que pasaron la noche antecedente con nosotros nos dio a entender que había tenido noticia del viaje del reverendo padre Garcés; lo cual, junto con negar todos estos que conocían a los cosninas (si no los entienden por el nombre arriba puesto: ancamuchi) parece probar lo que ya dijimos haber sospechado. Concluída la conversación, se fueron yendo sin que pudiésemos conseguir que alguno de ellos se determinase a acompañarnos hasta el río.121.




Hoy estuvo muy malo del estómago don Bernardo Miera, y así no pudimos salir de aquí esta tarde. Y poco más distantes hallamos otros bateques de agua para esta noche.122.




Día 20 salimos de San Samuel rumbo nor-nordeste, dirigiéndonos para el vado del río Colorado, y desechada una sierra baja, montuosa y de mucha piedra que está antes, y andadas dos leguas poco más, declinamos al nordeste, entramos en tierra llana y sin piedra, y andadas cuatro leguas hallamos en un arroyo varios rebalses de agua buena. Y habiendo andado una legua al les-nordeste paramos en su orilla entre dos cerros que están en el llano junto al arroye en que había gran copia de agua y buen pasto. Nombramos a este paraje Santa Gertrudis, cuya latitud observamos por la estrella polar y es de 36 grados, 30 minutos. Hoy siete leguas.123.




Día 21 salimos de Santa Gertrudis rumbo leste, y andada media legua declinamos al nordeste. Pasamos varias veces el Arroyo de Santa Gertrudis que en las más partes tenía grandes rebalses de agua; y andadas por no muy buen terreno y algunas vueltas cinco leguas y media al nordeste, tomamos por chamizales no molestos y buen terreno. Y andadas cuatro leguas poco más al les-nordeste paramos ya de noche cerca de una cañadita de buen pasto, pero sin agua aun para la gente. Lorenzo de Olivares, impelido de la sed por haber comido demasiado de las semillas, piñón y tuna que compramos, buscando agua en los arroyos inmediatos se apartó luego que paramos, y no apareció en toda la noche; lo que nos dió bastante cuidado. Hoy diez leguas. Nombramos al paraje Santa Bárbara.124.




Día 22 salimos de Santa Bárbara rumbo nor-nordeste buscando al dicho Olivares. Como a las dos leguas lo hallamos junto a un bateque escaso de agua que solo tuvo para que la gente bebiese, y un pequeño barril que llevábamos por si esta noche no encontrábamos agua. Proseguimos por el llano, y andadas cuatro leguas al nordeste vimos una vereda que iba al sur; y diciendo el intérprete que los yubuincariris le habían dicho que ésta habíamos de tomar para el río, la cogimos; pero andada una legua al sur por ella hallamos estar equívoco en las señas el intérprete, porque a poca distancia retrocedía dicha vereda. Y así subimos rumbo leste la sierra baja que intentábamos evitar, la cual se extiende casi de norte a sur por toda la parte oriental de este llano. Atravesámosla con bastante trabajo y fatiga de las caballerías, porque a más de tener muchas quebradas es muy petrosa. Cogiónos la noche al bajar al otro lado en una cuchilla bien alta, fragosa, y de mucha guija. Desde la cual vimos abajo después de un corto llano varias lumbres. Juzgamos que el intérprete Andrés y el laguna Joaquín, que se habían adelantado buscando agua para esta noche, las habían hecho para que supiésemos donde estaban. Mas habiendo acabado de bajar, y andado desde que dejamos la dicha vereda cinco leguas al les-nordeste dando algunas vueltas en las cañadas de la sierra, llegamos a las lumbres en que estaban tres ranchillos de indios, y con ellos nuestro intérprete y Joaquín. Determinamos pasar aquí la noche por haber a poca distancia hacia el leste y oeste agua y pasto para la caballada, que ya casi totalmente estaba cansada, nombrando al paraje San Juan Capistrano. Hoy doce leguas.125.




Como era de noche cuando llegamos a estos ranchos, y los indios no podían distinguir el número de gente que venía, se asustaron de modo que, sin embargo de las persuasiones del intérprete y del laguna Joaquín, al llegar nosotros huyeron los más de ellos, quedando solamente tres hombres y dos mujeres; las cuales decían muy afligidas a nuestro laguna: "Hermanito, tú eres de la misma especie de nosotros, no permitas que esta gente con quien vienes nos maten." Acariciámoslos y procuramos por todos los medios posibles que se nos ocurrieron quitarles el recelo y temor que nos tenían. Algo se aquietaron y procurando complacernos nos regalaron dos liebres azadas y algunos piñones. Fueron también dos de ellos, aunque con mucho miedo, a enseñar el aguaje a los mozos para que bebiese la caballada. Está este paraje al leste de la punta septentrional de dicha pequeña sierra, junto a una porción de cerrillos de tierra colorada. Al sur de los cuales muy cerca, sobre unas lomas peñascosas y de algunos árboles de piñón y sabina, están dos estanques buenos de agua llovediza. Más hacia ellos en un pequeño arroyo hay también unos bateques de agua, pero ésta poca y no tan buena. Al oes-sudoeste de los mismos cerrillos al pie de la sierra hay también una fuente pequeña de agua perenne.126.




Estos indios se nombran en su idioma pagampachi, y sus confinantes inmediatos por el norte y nor-noroeste Ytimpabichi.127.




Después de habernos recogido a descanzar fueron algunos compañeros, y entre ellos don Bernardo Miera, a una de las chozas a platicar con los indios. Dijéronles que dicho don Bernardo venía enfermo, y un indio viejo de los concurrentes, o porque los nuestros se lo mandaron o porque él quiso, se puso a curarlo con cantos y ceremonias, ya que no abiertamente idolatrías (que sí lo serían), totalmente supersticiosas. Todos los nuestros las permitieron gustosos y entre ellos el enfermo, y las celebraron como graciosidades indiferentes cuando debían impedirlas como opuestas a la ley evangélica y divina que profesan, o a lo menos haberse retirado. Nosotros oímos los cantos del indio, mas ignorábamos a qué se dirigían. Luego que por la mañana nos refirieron la serie del suceso, tuvimos grandísimo sentimiento de tan nociva inadvertencia y los reprendimos, instruyéndoles para que otra vez no aprobasen con voluntaria asistencia ni de otro modo semejantes errores. Esta es una de las causas principales por las que los infieles que más tratan a los españoles y cristianos de estas partes resisten más a la verdad evangélica, y se dificulta cada día su conversión. Predicando nosotros a los sabuaganas primeros que vimos la necesidad del santo bautismo, el intérprete, por no disgustarlos o por no perder la antigua amistad que por el vil comercio de pieles que con ellos frecuentan (aun contra justas prohibiciones de los señores gobernadores de este Reino, por los que repetidas veces se ha mandado que ningún indio, genízaro, o vecino entre a tierra de infieles sin haber obtenido licencia para ello de su Señoría), les tradujo estas formales palabras: "Dice el padre que los apaches, navajós, y comanches que no se bautizan no pueden entrar en el cielo, y que van al infierno en donde Dios los castiga, y arderán siempre como la leña en el fuego," con la que se alegraron mucho los sabuaganas por oírse excluidos, e inclusos a sus enemigos en la necesidad indispensable, o de bautizarse o de perderse y padecer eternamente. Fue reprendido el intérprete, y viendo descubierta su necia infidelidad se enmendó. Otros casos pudiéramos añadir, oídos a los mismos que entre los yutas han presenciado, y acaso celebrado y aun cooperado a muchas acciones idolátricas, pero bastan los dos referidos que evidentemente nos constan. Pues si en nuestra compañía, si habiendo oído refutar y condenar muchas veces estas idolatrías y supersticiones, las presencian, dan motivo a ellas y las celebran, ¿qué no harán cuando andando tres y cuatro meses entre los yutas y navajós infieles sin que haya quien los corrija o los contenga? Fuera de esto nos han dado (algunos) motivos suficientes en este viaje para sospechar que si unos van a los yutas y están tanto tiempo entre ellos por la codicia de los cueros, otros van por la de la carne que allí tienen a su brutal satisfacción. Y así de todos modos blasfeman el nombre de Cristo e impiden, o por mejor decir se oponen a la extensión de su Fe. O, y con cuánta severidad se debe ocurrir a semejantes males. Dios por su bondad infinita inspire el medio más conveniente y eficaz.128.




Día 23 no hicimos jornada, por dar tiempo a que los de aquí se aquietasen y pudiesen concurrir los de las inmediaciones. Las semillas de hierbas y demás que habíamos comprado y comido nos hicieron notable daño y nos debilitaban en lugar de alimentarnos. No podíamos conseguir que éstos nos vendiesen alguna carne usual, y así mandamos matar un caballo y disponer la carne para poderla llevar.129.




Hoy estuvo muy malo el padre Fray Francisco Atanasio de un vehemente dolor en el ano, de modo que ni aun moverse podía.130.




Todo el día estuvieron viniendo indios de los ranchos inmediatos, a todos los cuales acariciábamos y obsequiábamos en lo que podíamos. Ya éstos nos dieron más clara noticia de los cosninas y moquinos, dándoles estos mismos nombres. También nos dijeron por donde habíamos de ir para el río (que de aquí dista doce leguas cuando más), dándonos las señas del vado. Comprámosles como una fanega de piñón, y les regalamos más de media de semilla de hierbas.131.




El día siguiente muy temprano concurrieron 26 indios, siendo algunos de los que ayer tarde estuvieron con nosotros, y otros que no habíamos visto. Anunciámosles el evangelio, reprendiendo y declarándoles la malicia e inutilidad de sus abusos, señaladamente en las curas supersticiosas de sus enfermos. Amonestámosles que solo al Dios verdadero y único debían acudir en sus trabajos, porque sólo su Majestad tiene a su disposición la salud y la enfermedad, la vida y la muerte, y puede favorecer a todos. Y aunque nuestro intérprete no podía explicarles bien esto, uno de ellos que sin duda había tratado mucho con los yutas payuchis, lo entendía bien y explicaba a los demás lo que oía. Y viendo nosotros que atendían con gusto, les propusimos que si querían cristianizarse vendrían padres y españoles a instruirlos y vivir con ellos. Respondieron que sí. Y preguntándoles que dónde los hallaríamos cuando viniésemos, dijeron que en esta pequeña sierra y en las mesas inmediatas. Luego para irlos aficionando a nosotros les repartimos trece varas de listón encarnado, dando a cada uno media, de lo cual quedaron muy gustosos y agradecidos. Ya había convenido uno en ir con nosotros hasta el río para dirijirnos al vado. Pero habiéndose despedido todos los otros y andado él en nuestra compañía media legua, le entró tanto miedo que no pudimos persuadirle siguiese. Los compañeros poco reflexivos querían que a fuerza le hiciésemos cumplir su palabra, mas nosotros, conocida su repugnancia, lo dejamos ir libremente.132.




Día 24 como a las nueve de la mañana o poco más, salimos de San Juan Capistrano por una cañada rumbo sur-sueste, y andadas cuatro leguas declinamos por la misma cañada al sueste. Hay aquí al pie de la mesa oriental de la cañada tres estiladeros de agua buena, mas no hubo suficiente para la caballada. Desde el paraje hasta aquí caminamos por buena tierra. Andadas otras dos leguas al sueste declinamos al les-sueste como tres leguas por tierra arenosa y molesta. Y aunque no hallamos agua para la caballada, hallando pasto paramos porque venía muy cansada, y ya era de noche. Nombramos al paraje San Bartolomé. Aquí hay valle dilatado pero de mal terreno, pues lo que no es de arena es un género de tierra que en la superficie tiene como cuatro dedos de cascajo y después tierra suelta de diferentes colores. Hay muchas minas de yeso trasparente, algunas de talco, y también parece haber algunas metálicas. Hoy nueve leguas.133.




Por esta parte corre el Río Colorado de nor-nordeste a sur-sudoeste muy hondo y encajonado, de modo que para sembrar en él, aunque el terreno fuese bueno, no es de útil alguno el río. Nosotros vimos esta tarde los barrancos y peñascos de la caja del río, que vistos por la parte occidental parecen una cordillera larga de casas, pero juzgamos ser caja de algún arroyo de los muchos que hay en el llano.134.




Día 25 salimos de San Bartolomé rumbo les-sueste, anduvimos una legua y menos de media al leste; no quisimos llegar a la que realmente era caja del Río Grande porque pasamos varios arroyos que tenían cañones tan grandes como ella, y así nos persuadimos a que no iba por allí el río sino algún otro arroyo; por esto nos dirijimos para el nor-nordeste del valle en que nos pareció poder desechar por aquí las mesas que lo circundan. Tomamos la caja de un arroyo buscando agua para las caballerías que ya venían muy fatigadas de la sed, y habiendo caminado por ella dos leguas al nordeste no pudimos seguir, y salimos de ella para la parte del oeste subiendo una cuesta muy mala. Tomamos al nornordeste, y andadas dos leguas vimos álamos al pie de la mesa. Dirijímosnos para donde estaban y hallamos una buena fuente de agua. Tenía ésta por las orillas como salitre; pensamos fuese agua salada, mas probándola hallamos ser de buen gusto. Paramos aquí nombrando al paraje San Fructo. Hoy cinco leguas.135.




á la tarde fue Don Juan Pedro Cisneros a reconocer por el rincón septentrional del valle si había paso, y si hallaba o divisaba el río y su vado. Volvió después de media noche con la deseada noticia de haber llegado ya al río, pero diciendo que no sabía si podríamos pasar unas mesas y crestones que estaban en la orilla opuesta. Sin embargo, porque dijo parecerle bueno el río y tener aquí vado, determinamos ir para allá.136.




Día 26 salimos de San Fructo rumbo norte, anduvimos tres leguas y media, y llegamos a donde antes juzgábamos estar el puerto septentrional del valle; y es un rincón todo cercado de cerros y crestones muy elevados de tierra colorada que, teniendo varias formas y siendo el plan intermedio de abajo del mismo color, tiene un aspecto agradablemente confuso. Proseguimos al mismo rumbo con sobrada molestia porque las caballerías se sumían hasta las rodillas en la tierra, roto el cascajo superficial; y andada legua y media llegamos al Río Grande de los Cosninas. Aquí le entra otro pequeño que nombramos de Santa Teresa. Pasamos éste y paramos en la orilla del grande junto a un peñasco alto de piedra parda, nombrando al paraje San Benito de Salsipuedes. Todo el terreno desde San Fructo hasta aquí es muy molesto, y con poca humedad que tenga de nieve o lluvia totalmente inandable. Hoy cinco leguas.137.




Determinamos reconocer esta tarde si pasado el río podríamos seguir desde aquí al sueste o leste. Por todas partes nos rodeaban mesas y crestones inaccesibles. Para lo cual dos qué sabían bien nadar entraron en el río desnudos con sus vestiduras sobre la cabeza. Estaba tan hondo y ancho que los nadadores, sin embargo su habilidad, apenas pudieron llegar a la otra banda, dejando en medio del río su ropa, la cual no volvieron a ver más. Y como llegaron muy fatigados, desnudos y descalzos, no pudieron andar lo preciso para el dicho reconocimiento, regresándose después de haber tomado algún aliento.138.




Día 27 fué don Juan Pedro Cisneros por la caja del río de Santa Teresa a ver si por ella hallaba algún paso para atravesar la mesa oriental y volver al Río Grande por tierra más abierta en que, logrando la amplitud, fuese vadeable o a lo menos pudiese pasar la caballada sin el peligro que aquí había de que quedase sepultada en sus aguas. Anduvo todo el día y parte de la noche, y no halló paso. Vió una cuesta por la que muy cerca de aquí se podía atravesar la mesa, pero le pareció que era muy dificultosa. Otros fueron a reconocer por diferentes rumbos y no hallaron más que dificultades insuperables para ir al vado sin retroceder mucha tierra.139.




Día 28 volvimos a las mismas diligencias, y todas en vano. Construyáse en breve rato una balsa de palos, y con ella intentó el padre Fray Silvestre, acompañado de los mozos, pasar el río; pero como los palos que servían para su impulso, aunque tenían de largo más de cinco varas, a poca distancia de la orilla no alcanzaban la tierra, la contenían las olas impelidas del viento contrario. Y así tres veces volvió a la orilla de donde salía sin poder llegar ni aún a la mitad del río. A más de ser éste tan hondo y ancho tiene aquí por ambas orillas tales atascaderos que en ellos podíamos perder toda o la mayor parte de la caballada. Nos habían asegurado los indios yubuincariris y pagampachis que todo el río estaba muy hondo pero no en el vado, pues cuando ellos pasaban solo a la cintura y poco más arriba les llega el agua. Por esto y por otras señas que nos dieron, conjecturamos estar el vado más arriba. Y así despachamos a Andrés Muñiz y a su hermano Lucrecio con órden de que anduviesen hasta hallar por donde pudiésemos atravesar la dicha mesa, y de que llegando otra vez al río buscasen buen vado o a lo menos alguna parte por donde, pasando nosotros en balsa, pudiesen nadar sin peligro las caballerías.140.




Día 29, no sabiendo cuándo podríamos salir de aquí, y acabándosenos ya la carne del primer caballo y los piñones y demás que habíamos comprado, mandamos matar otro caballo.141.




Día 30, y 31, permanecimos esperando a los que fueron a buscar paso y vado.142.




Día 1 de noviembre volvieron ya a la una de la tarde, diciendo haber hallado paso aunque difícil, y vado en el río. El paso de la mesa era la cuesta que había visto Cisneros, y siendo ésta muy alta y escarpada determinamos acercarnos esta tarde a ella. Salimos de la orilla del Río Grande y paraje penoso de San Benito de Salsipuedes, tomamos por el Río de Santa Teresa, y andada una legua al noroeste paramos en su orilla al pie de la dicha cuesta. Hoy una legua.143.




Esta tarde desde que el sol se metió hasta las siete de la mañana sentimos bastante frío.144.




Día 2 salimos del Río de Santa Teresa y subimos la cuesta que nombramos de las ánimas, y tendría media legua. Tardamos en subirla más de tres horas porque al principio tiene un arenal muy escarpado, y después pasos sumamente difíciles y bancos peligrosísimos de peñas, y por último es intransitable. Acabada de subir rumbo leste con muchísimo trabajo, descendimos al otro lado por quebradas de peñasquería rumbo norte, y andada una legua declinamos media al nordeste por un arenal colorado bien molesto a las caballerías. Subimos un pequeño alto, y andadas también al nordeste dos y media leguas bajamos a un arroyo que tenía en partes agua corriente, pero salobre aunque potable. Había también pasto y así paramos en él, nombrándolo San Diego. Hoy cuatro leguas y media.145.




Hoy paramos como tres leguas en distancia directa de San Benito de Salsipuedes al nordeste, junto a una multitud de barrancos, mesillas, y picachos de tierra colorada que a primera vista parecen ruinas de plaza de armas.146.




Día 3 salimos de San Diego rumbo les-sueste, y andadas dos leguas llegamos segunda vez al río, esto es, a la orilla del cañón que por aquí le sirve de caja. Cuya bajada para el río es muy larga, alta, escarpada, y peñascosa, y de tan malos bancos de piedra que dos bestias de carga que bajaron el primero ni aun sin los aparejos podían subirlo de regreso. No nos habían dado noticia de esta cuesta los que habían venido antes; y aquí supimos que ni habían hallado el vado ni habían hecho en tantos días el debido reconocimiento de tan corto espacio de tierra por haber gastado el tiempo en buscar indios de los que por aquí habitaban, y nada consiguieron. El río estaba muy hondo aunque no tanto como en Salsipuedes, pero por largo trecho era preciso nadasen las caballerías. Lo bueno era que no atascaba, ni a la entrada ni a la salida. Instaban los compañeros a que bajásemos al río, pero no habiendo de la otra banda por donde proseguir pasado el río, más que un alto y estrecho cañón de otro pequeño que aquí le entra, y no habiéndose visto si éste era o no transitable, temimos vernos precisados (si bajábamos y pasábamos el río) al retroceso que en este peñasco sería extremadamente difícil. Por no exponernos a esto paramos arriba, y enviamos al genízaro Juan Domingo para que pasando el río reconociese si dicho cañón tenía salida; pero que si en esta tarde no la hallaba, se revolviese para que prosiguiésemos de esta banda río arriba hasta encontrar el vado y camino de los indios. Despachado éste a pie, dijo Lucrecio Muñiz que si lo permitíamos iría también él en un caballo en pelo, llevando instrumentos para hacer lumbre y levantárnos humos si hallaba salida, para que con este aviso procurásemos ir bajando, y fuese menos la demora. Dijímosle que fuese, pero advirtiéndole que hallase o no salida, lo esperábamos esta tarde. No vinieron, y así pasamos aquí la noche sin poder dar agua a la caballada estando tan inmediatos al río. Nombramos al paraje el Vado de los Chamas, o San Carlos. Hoy dos leguas les-sueste.147.




Día 4 amaneció sin que supiésemos de los dos que ayer despachamos al reconocimiento dicho. Se nos había acabado la carne del segundo caballo, no habíamos hoy tomado alimento alguno, y así nos desayunamos con pencas de nopal chico tostadas y atole de una frutilla que trajeron de la orilla del río. Esta frutilla es por sí de buen gusto, pero molida y hervida en agua como hoy la tomamos es muy insípida. Viendo que ya era tarde y no parecían los dos dichos, mandamos que hiciesen diligencia de bajar la caballada al río, y que en la orilla matasen otro caballo. Con gran dificultad la bajaron, lastimándose algunas caballerías porque perdiendo pie en las peñas, rodaron largo espacio. Poco antes que llegase la noche volvió el genízaro Juan Domingo asegurando no haber hallado salida, y que el otro, dejando el caballo en la mitad del cañón, había proseguido sobre unos rastros frescos de indios. Con esto determinamos seguir río arriba hasta hallar vado bueno y terreno andable de una y otra banda.148.




Día 5 salimos de San Carlos sin embargo de no haber venido Lucrecio, quedándose su hermano Andrés con orden de que sólo hasta la tarde lo esperase, y de que en esta noche procurase alcanzarnos. Anduvimos por esta banda occidental y por muchas arrugas y quebradas legua y media al norte; bajamos a un arroyo seco y cañón muy alto en que había mucha alcaparrosa. Hallamos en él una vereda no muy usada; seguímosla y por ella salimos del cañón, pasando un corto banco de piedra blanca difícil pero componible. Proseguimos, y andada legua y cuarto al nor-nordeste hallamos agua aunque poca, y pasto suficiente; y porque ya era casi de noche paramos junto a una mesa alta, nombrando al paraje Santa Francisca Romana. Hoy tres leguas cortas.149.




Esta noche llovió aquí mucho, y en algunas partes nevó. Amaneció lloviendo y continuó algunas horas. Como a las seis de la mañana llegó Andrés Múniz diciendo no haber parecido su hermano. Dionos bastante cuidado esta noticia porque llevaba tres días de andar sin bastimento y sin más abrigo que la camisa, pues ni aun calzones había llevado; porque aunque él pasó el río cabalgando, nadó el caballo largo espacio, y donde se fatigaba le llegaba el agua hasta cerca de los hombros. Así determinándose el dicho genízaro a ir a buscarlo, siguiendo el rastro desde donde lo vio la última vez, lo enviamos dándole carne de bastimento y orden de que si la caballería no podía salir del cañón la dejase y siguiese a pie; y que si lo hallaba de la otra banda, por ella buscasen nuestra huella y nos siguiesen; si de ésta, procurasen alcanzarnos con la brevedad posible.150.




Día 6, habiendo cesado de llover, salimos de Santa Francisca rumbo nordeste, y andadas tres leguas nos contuvo largo rato una fuerte borrasca y tormenta de agua, granizo grueso, con horrorosos truenos y relámpagos. Rezamos la letanía de la Virgen para que nos impetrase algún alivio, y quiso Dios cesase la tormenta. Proseguimos media legua al leste y paramos cerca del río, porque proseguía lloviendo y nos embarazaron el paso unos peñascos. Nombramos al paraje San Vicente Ferrer. Hoy tres leguas y media.151.




Fue don Juan Pedro Cisneros a ver si por aquí estaba el vado, y vino con la noticia de haber visto que el río estaba por aquí muy ancho, y que le parecía no estar hondo según manifestaba la corriente, pero que sólo por un cañón inmediato podríamos llegar a él. Enviamos otros dos a registrar éste y vadear el río, y vinieron diciendo estar todo dificultoso. No dimos mucho crédito al informe de éstos, y así determinamos examinar todo nosotros el día siguiente en compañía de don Juan Pedro Cisneros. Antes de que anocheciese llegó el genízaro con el dicho Lucrecio.152.




Día 7 fuimos muy temprano a la inspección del cañón y vado, llevando los dos genízaros, Felipe y Domingo, para que vadeasen a pie el río por ser buenos nadadores. Para bajar de diestro las caballerías al cañón dicho fue preciso hacer con hacha escalones en un peñasco por el espacio de tres varas o poco menos. Por lo restante podían pasar las caballerías aunque sin carga o jinete. Bajamos al cañón, y andada una milla llegamos al río y anduvimos por él abajo como dos tiros de fusil, ya por el agua ya por la orilla, hasta llegar a la mayor amplitud de sus corrientes en que parecía estar el vado. Entró uno a pie y lo halló bueno sin verse precisado a nadar en parte alguna. Seguímoslo nosotros a caballo, tomamos un poco más abajo, y en la mitad de él perdieron tierra y nadaron en un corto canal dos caballerías que iban adelante. Detuvímosnos, aunque con algún peligro, hasta que el primer vadeador de a pie volvió de la otra banda a conducirnos, y pasamos con felicidad sin que los caballos en que pasábamos llegasen a nadar. Avisamos a los demás compañeros que habían quedado en San Vicente que con lazos y reatas descolgasen aparejos, sillas, y demás utensilios por un peñasco no muy alto al ancón del vado, y trajesen la caballada por donde nosotros habíamos venido. Hiciéronlo así, y como a las cinco de la tarde acabaron de pasar el río, alabando a Dios nuestro Señor y disparando algunas escopetas en señal de la grande alegría que todos tuvimos de haber vencido una dificultad tan grande y que tanto trabajo y detención nos había causado, si bien la principal causa de haber nosotros padecido tanto desde que entramos en los parussis fue habernos faltado quien en tan mala tierra nos guiase. Pues por falta de práctico rodeamos mucho, nos detuvimos tantos días en tan poca tierra, y padecimos hambre y sed. Y ya que habíamos padecido todo esto, supimos el mejor y más recto camino donde estaban los aguajes proporcionados a jornadas medianas, e íbamos tomando noticia de los demás, especialmente desde que dejamos el rumbo sur el día que salimos de San Dónulo o Arroyo del Taray. Porque de este paraje hubiéramos ido al aguaje copioso que hallamos en el llano siguiente; de aquí alcanzaríamos cómodamente a otro aguaje copioso que está como tres leguas al nordeste de San ángel. De este a Santa Gertrudis; de aquí pudimos haber andado tres leguas y parar en el mismo arroyo con agua y pastos suficientes, adelantar por la tarde lo posible rumbo nordeste, y al otro día llegar, siguiendo el mismo rumbo y desechando totalmente la sierra al Río de Santa Teresa tres o cuatro leguas al norte de San Juan Capistrano; de este río a San Diego rumbo les-sueste, y de este paraje al vado sin especial incomodidad y evitando muchos rodeos, cuestas, y malos pasos. Pero sin duda dispuso Dios que no pudiésemos consequir guía, ya para benigno castigo de nuestras culpas, ya para que adquiriésemos algún conocimiento de las gentes que por aquí habitan. Hágase en todo su voluntad santísima, y sea glorificado su Nombre.153.




El vado del río es bueno. Tendrá aquí de ancho una milla poco más. Ya aquí vienen incorporados los ríos de Navajó y de Dolores con todos los demás que en este diario hemos dicho entran en uno y otro, y en todo lo que por aquí vimos no se puede establecer en sus riberas población alguna, ni aun caminar por una y otra banda hacia abajo o hacia arriba una buena jornada con la esperanza de que sus aguas sirvan para la gente y caballada, porque a más de ser el terreno malo va muy encajonado el río. Todo lo demás inmediato al vado es de peñoles y peñascos muy elevados. Ocho o diez leguas al nordeste de él está una sierra redonda, alta y pequeña, que los payuchis que desde aquí empiezan llaman Tucane, que quiere decir cerro negro, y el único que por aquí se mira. Muy cerca de él pasa el río.154.




De esta banda oriental en el mismo vado, que nombramos de la Purísima Concepción de la Virgen Santísima, hay un ancón mediano de buen pasto. En él pasamos la noche y observamos por la estrella polar su altura, y es 36 grados, 55 minutos.155.


Breve noticia de las gentes que desde el Valle del Señor San José inclusivamente hasta el Vado del Río Grande de Cosnina vimos, tratamos, y por relación supimos

En esta tierra que, aunque nosotros anduvimos en ella cien leguas largas por las vueltas que dimos, tendrá de norte a sur sesenta y de leste a oeste cuarenta leguas españolas, habita gran número de gentes, todas de agradable aspecto, muy afables, y extremadamente pusilánimes. Por esto último, y por hablar todas las que vimos el idioma yuta del mismo modo que los payuchis más occidentales, nombramos a todos estos de que vamos hablando yutas cobardes. Los nombres particulares son según el terreno que habitan, y los distinguen en varias provincias o territorios, no en naciones al modo que todos los yutas antes conocidos componen una misma nación, o llámese reino dividido en cinco provincias, que son los que se conocen con solo el nombre de yutas: los yutas muhuachis, los yutas payuchis, los tabehuachis, y los sabuaganas. Así pues, los yutas cobardes se dividen en huascaris que habitan el Valle del Señor San José y sus inmediaciones; parussis que les siguen al sur y sudoeste y habitan las riberas e inmediaciones del pequeño Río de Nuestra Señora del Pilar, y son los únicos que entre todos estos vimos aplicados a la siembra del maíz; los yubuincariris que habitan casi al sur de los parussis y por aquí son los más inmediatos al Río Grande; los ytimpabichis que habitan en mesas y peñoles que están cerca del paraje de Santa Bárbara hacia el norte; y los pagampachis que también habitan en mal terreno de mesas y barrancos estériles, porque aunque tienen un valle espacioso, y por él corre el Río Grande como ya dijimos, no pueden aprovechar para riego las aguas de éste. Según relación de los yubuincariris, al sur-sudoeste de ellos río abajo habitan otros que nombran payatammunis. Al oeste y oes-noroeste de los huascaris supimos también que habitan otras gentes del mismo idioma que ellos. Todos los demás (que son muchos), que habitan de esta banda oriental o septentrional río arriba en toda la sierra que baja de los lagunas, y la tierra que media entre ella y los últimos ríos del norte que pasamos antes que se incorporasen, son, según las noticias que tuvimos, de esta misma calidad de indios, y pertenecen parte a los yutas barbones, parte a los huascaris, y parte a los lagunas, conforme a la inmediación que a cada uno de estos tienen por la mayor similitud con que hablan el idioma general los más cercanos.156.




Día 8 salimos del vado y paraje de la Concepción, subimos la caja del río por un peñasco tendido no muy molesto. Tomamos al sur-sueste siguiendo una vereda bien trillada, y anduvimos cinco leguas por tierra arenosa y de algunas quebradas. Declinamos al leste una legua y paramos cerca del último peñol de la cordillera de ellos que hay desde el río hasta aquí, nombrando al paraje San Miguel. En el cual había buen pasto y bastante agua llovediza. Hoy seis leguas.157.




Hoy hallamos muchas huellas de indios pero ninguno vimos. Críanse por aquí carneros silvestres con tanta abundancia que los rastros parecen de grandes manadas de ganado menor manso. Son más crecidos que los domésticos, de la misma hechura que ellos, pero mucho más veloces. Hoy dimos fin a la carne de caballo que traíamos, y así mandamos matar otro. Esta noche sentimos mucho frío, más que en la otra banda.158.




Día 9 perdimos la vereda, no pudimos hallar paso para bajar a un cañón que teníamos inmediato al sueste, ni para atravesar más de media legua de peñas quería y arrugas que nos embarazaban la prosecución de nuestra derrota. Por cuyo motivo tomamos el les-nordeste, y andadas dos leguas de mala tierra nos obligó a parar sobre una mesa el mismo embarazo sin poder dar un paso adelante. Cerca de esta mesa hallamos unos ranchos de yutas payuchis, colindantes de los cosninas. Hicimos grandes diligencias por medio del laguna y otros compañeros para que se acercasen donde nosotros estábamos y, o porque sospechaban que éramos amigos de los moquinos con quien tienen grande enemistad, o porque nunca habían visto españoles y nos tenían gran miedo, no pudimos conseguir que viniesen.159.




Día 10 muy temprano fuimos los dos con el intérprete y el laguna para sus ranchos. No pudimos llegar aun a pie adonde ellos estaban. Enviamos a los dichos, quedando nosotros en un alto desde el cual los veíamos y éramos visto de ellos, para que viéndonos solos se acercasen con más facilidad y menos miedo. Después de haberles instado más de dos horas el intérprete, vinieron cinco, y al llegar a nosotros se volvieron huyendo sin que pudiésemos contenerlos. Volvió el intérprete a ver si nos vendían algún bastimento, pero respondieron que no tenían. Dijéronle que los cosninas vivían muy cerca de aquí, pero que ahora andaban retirados en los montes recogiendo piñón, y que a poca distancia de aquí hallaríamos dos caminos, uno para los cosninas y otro para el pueblo de Oraybi en Moqui. También le dieron señas de la vereda que habíamos perdido, diciendo que habíamos de retroceder hasta San Miguel, y de aquí bajar al dicho cañón. Y en esto gastamos lo más del día, y en lo restante nos regresamos hasta el Paraje de San Miguel, acercándonos media legua más al arroyo o cañón a que antes no pudimos bajar, y paramos al principio de la bajada. Hoy media legua al sudeste.160.




Día 11 muy temprano se reconoció la bajada, se halló la vereda perdida, y proseguimos nuestra derrota. Bajamos al cañón no con mucha dificultad, porque aunque tiene algunos pasos peligrosos y todo es de peñasco, los han compuesto los indios con piedra suelta y palizada; y en el último tienen una escalera de lo mismo, de más de tres varas de largo y dos de ancho. Aquí se juntan dos riachuelos que entran en el grande cerca del Paraje de San Carlos. Subimos a la banda opuesta por una cuchilla de peñas y riscos que está entre los dos riachuelos, dando muchas vueltas y pasando algunos bancos de piedra peligrosos, y componibles solo a golpe de barra. Acabamos de subir cerca de medio día, andadas con bajada y subida dos leguas al les-sueste. Hay aquí al nordeste de la vereda dos cerrillos. Desde el más pequeño declinamos a sueste, y andadas tres leguas por buena tierra paramos aunque sin agua porque había buen pasto para las caballerías, y leña bastante contra el mucho frío que padecíamos, nombrando al paraje San Proto. Hoy cinco leguas.161.




Día 12 salimos de San Proto rumbo sur-sueste, anduvimos ya por camino abierto y buena tierra tres leguas, y en el mismo camino hallamos una pequeña fuente de buena agua en que, roto el hielo, bebió toda la gente y la caballada. Es, según los vestigios demuestran, paraje de los cosninas cuando van a los payuchis. Proseguimos rumbo sur con extremado frío por el mismo camino, y andadas cuatro leguas de muy buena tierra dejamos el camino recto para Moqui, según las señas de los payuchis, y seguimos el más usado de los cosninas rumbo sur-sudoeste; y andada una legua hallamos varias casillas o ranchos despoblados, e indicios de haberse apacentado por aquí algún tiempo mucho ganado vacuno y caballada. Proseguimos por el mismo camino, y andadas una y media leguas al sudoeste, llegó la noche y paramos sin agua, nombrando al sitio San Jacinto. Hoy nueve y media leguas.162.




Por el mucho frío que hacía nos detuvimos un rato, prosiguiendo los demás compañeros para hacer lumbre y fomentar a don Bernardo Miera, que ya se nos quería helar y temíamos no pudiese sufrir tanto frío. Por eso llegaron a la dicha fuente los demás compañeros primero que nosotros; y antes que los alcanzásemos prosiguieron sin echar agua en las vasijas que para esto traíamos. Por cuya inadvertencia padecimos esta noche gran sed.163.




Día 13 salimos de San Jacinto rumbo sur-sudoeste por el dicho camino y buena tierra de monte y abundantes pastos, y andadas dos leguas declinamos al sur una y media legua, y hallamos en unas peñas agua bastante para la gente y casi para todas las caballerías. Proseguimos por un llano arenoso dos leguas al sur, y media al sueste, y paramos como una legua más adelante de otro bateque de mala agua que hallamos en el mismo camino. Nombramos al paraje el Espino porque hoy cogimos un puerco espín, y aquí probamos carne que es de gusto sensualísimo. Veníamos todos con tanta necesidad de alimento, que desde la noche antecedente no habíamos tomado otro que un poco de cuero tostado, y así el espín repartido entre tantos sólo sirvió de excitar el apetito. Por lo que mandamos quitar la vida a otro caballo. Lo que no habíamos hecho antes porque esperábamos hallar provisión en algunos ranchos de cosninas; mas ni aun vestigio reciente de ellos hemos visto. Hoy seis leguas.164.




Día 14 salimos del Espín rumbo sur-sueste, y andada una legua poco menos hallamos en el camino un bateque grande de agua buena en que bebió á satisfacción toda la caballada. Proseguimos al sueste, y a los tres cuartos de legua entramos en un cañón en que nacen cuatro fuentes de buena agua. Anduvimos por él media legua al sueste y llegamos a una pequeña labor y rancho de cosninas muy bello y bien dispuesto todo; riégase esta labor con las cuatro fuentes referidas y otras dos copiosas que nacen junto a ella; en la cual sembraron este año los cosninas maíz, frijol, calabaza, sandía, y melones. Ya cuando llegamos habían alzado la cosecha, y según los desperdicios o reliquias que de todo hallamos fue abundante, y especialmente de frijol. Pues si hubiésemos hecho aquí mansión, pudiéramos de éste haber recojido media fanega. La labor estaba cercada de árboles de durazno. A más de varias chozas de enramadas había una casita muy bien hecha de piedra y lodo. En ella estaban los cuévanos, jícaras, y demás utensilios de estos indios. Los cuales, según los rastros, había algunos días que se habían ausentado, acaso de buscar piñón en la sierra alta inmediata hacia el sur-sudoeste. Del rancho salían caminos a diferentes rumbos, e ignorábamos cual debíamos coger para ir a Moqui, porque ya no podíamos alejarnos más en solicitud de los cosninas, así por la falta de bastimento como por el sumo rigor con que nos afligía el invierno. Tomamos un camino que iba al sueste, anduvimos por tierra del todo llana pasando algunas fuentes de buena agua dos leguas, y pasamos un pequeño río que viene de nordeste a sudoeste, y de tanta agua como la de una competente acequia. Tiene su alameda corta, y medianas vegas muy mal empastadas por donde pasamos. Después del río subimos una mesa en que había una pequeña laguna y varios rebalses de agua llovediza, y sirven de abrevaderos y aguajes a las vacas de Moqui, que ya empezamos a ver en manadas numerosas. Anduvimos por la mesa dos y media leguas al les-sueste, subimos una loma alta y, porque ya se acercaba la noche y había buen pasto para las caballerías, paramos, nombrando el paraje Cuesta de los Llanos, porque desde aquí empiezan dilatados llanos y campos sin mesa, montes, ni sierras, pero de muy buenos pastos, los cuales llegan por el sueste más adelante de Moqui. Hoy seis leguas y cuarto.165.




Día 15 salimos de la Cuesta de los Llanos rumbo les-sueste, anduvimos por ellos nueve leguas sin hallar agua en toda la jornada por no extraviarnos a buscarla. Hallárnosla en una cañada en que había chamizo del que nombramos chico. Paramos en ella nombrándola La Cañada de los Chicos. Hoy nueve leguas lessueste.166.




No teníamos ya que cenar esta noche porque la carne de caballo que había no era suficiente para todos. Había por aquí grandes manadas de ganado vacuno, y todos los compañeros querían matar una vaca o ternera. Instaban con impaciencia para que les permitiésemos socorrer de este modo la necesidad que todos padecíamos. Nosotros, considerando que ya estábamos cerca del pueblo de Oraybi, que de esto podía originársenos con los moquinos algún disturbio y frustrarse nuestro intento, que era esforzar de nuevo los medios de la Luz y suavidad evangélica contra su ceguedad voluntaria y obstinación inveterada, mandamos se matase otro caballo y que ninguno llegase a dichos ganados aunque, como nos aseguraban, fuesen alzados o comunes.167.




Día 16 salimos de la Cañada de los Chicos rumbo les-sueste, anduvimos tres leguas, y cerca de una mesa alta declinamos al les-nordeste un cuarto de legua. Hallamos aquí un camino muy usado e hicimos juicio que iría para alguno de los pueblos de Moqui. Seguímoslo, y andadas por buena tierra y del todo llana tres leguas al nordeste, y dos poco menos al norte, llegamos a la mesa del pueblo de Oraybi. Ordenamos a los compañeros que parasen al pie de la mesa, que ninguno a excepción de los que nos acompañaban para subir pasase al pueblo hasta que para esto avisásemos. Subimos sin novedad. Al entrar en el pueblo nos cercó gran número de indios grandes y pequeños. Preguntábamos por el cacique y capitanes en idioma que no entendían, y queriendo pasar a casa del cacique nos contuvieron, y uno de ellos dijo en idioma navajó que no entrásemos en el pueblo. Entonces don Juan Pedro Cisneros le preguntó animosamente en el mismo idioma que si no eran amigos nuestros. Con esto se aquietaron, y un anciano nos condujo a su casa y hospedó en ella, franqueándonos una pieza para que pasásemos la noche, y las viandas que ellos usan. Hoy siete leguas.168.




Esta noche vino a visitarnos el cacique con dos ancianos, y después de habernos dado a entender que eran nuestros amigos, ofrecieron vendernos el bastimento que necesitábamos. A que les insinuamos quedar agradecidos.169.




Día 17 bien temprano nos trajeron a la posada algunas jícaras o bandejas de harina, manteca de vaca, guayaves, y otros géneros de bastimento. Comprámosles de pronto lo que pudimos, porque de lo más necesario nos trajeron menos. Por falta de intérprete no pudimos tratar de su reducción como convenía y deseábamos. Algo les dimos a entender, especialmente al cacique y a nuestro hospedero y bienhechor; oyeron atentos mas no declararon otra cosa que el que deseaban conservar la amistad de los españoles. Díjonos el cacique que ya había enviado aviso a los demás pueblos para que nos hospedasen y vendiesen el bastimento que necesitabamos para llegar a Zuñi. Dímosles a entender que agradecíamos mucho este favor y los demás que de ellos habíamos recibido, y después de medio día salimos de Oraybi para el pueblo de Xongopavi, y andadas cerca de dos leguas y cuarto al sueste llegamos ya metido el sol, y nos recibieron obsequiosos, dándonos prontamente posada. hoy dos leguas y cuarto sueste.170.




Día 18, habiendo concurrido los indios principales de este pueblo y de los otros inmediatos, Xipaolabi y Mosonganabi, después de haberles insinuado nuestro agradecimiento por los obsequios y buen recibimiento que nos habían hecho, parte por señas y parte en idioma navajó, les predicamos; y respondieron que ellos no podían contestar con nosotros por no entender el idioma castellano ni nosotros el moquino; que pasásemos a Gualpi en donde había inteligentes de la lengua castellana, y que hablando allí todo cuanto deseábamos con los caciques y capitanes, sabríamos lo que todos querían. Pero instándoles a que si nos habían entendido respondiesen por sí mismos, añadieron que el cacique y capitán de Oraybi les habían enviado a decir que nos obsequiasen, atendiesen, y vendiesen bastimento, procurando nuestra amistad sin tratar ni admitir otro asunto; y así que ellos querían ser nuestros amigos pero no cristianos. Concluido esto, dimos al indio que nos había hospedado y obsequiado mucho una cobija de chalona para su esposa, juzgando que con esto conocerían más bien nuestra gratitud y se aficionarían más a nosotros; pero no sucedió como pensábamos porque, recibiéndola gustosa la india, se la quitó un hermano suyo y la arrojó hacia donde estábamos con gran ceño. Hicimos juicio que su malicia suponía algún fin torcido y contrario a nuestro honor y profesión en esta inocente recompensa, y así procuramos darle a entender el verdadero motivo con la severidad y circunspección que exigía el caso. Entonces, queriendo el indio satisfacer el agravio que, aunque sin culpa suya tan grave como parecía nos había hecho, nos metió en otra confusión aun mayor que la primera, hablándonos mucho sin que le entendiésemos cosa alguna, y señalando al padre Fray Silvestre y a don Juan Pedro Cisneros. Después de habernos hecho pensar mucho y habiéndose ido los concurrentes, dijo en idioma navajó que había sabido lo sucedido en Oraybi cuando dichos padre Fray Silvestre y don Juan Pedro habían estado allí el verano del año precedente, y había estado presente en Gualpi cuando el cosnina habló al padre Fray Silvestre y le dió noticia del camino desde Moqui a los cosninas, y que ahora habíamos traído este mismo camino; que él no permitía que su cuñado y hermana recibiesen la cobija, porque si la recibían se enojarían con ellos sus parientes y vecinos. Esto dijo para satisfacernos, mas no pudimos sacarle con claridad lo demás que en ello nos quería o quiso dar a entender, aunque no es muy difícil inferirlo de los sucesos antecedentes. En la tarde partimos para Gualpi, y andadas dos leguas y más de cuarto al leste, llegamos ya de noche. Quedó nuestra corta comitiva abajo al pie del peñol, y nosotros subimos con algunos. Nos recibieron Tanos y Gualpis muy gustosos, y nos hospedaron en casa del cacique de los Tanos en donde pasamos la noche. Hoy dos leguas y cuarto leste.171.




Después de haber descansado un breve rato, nos refirió un indio apóstata del pueblo de Galisteo en el Nuevo Méjico, ya anciano y de mucha autoridad en este de los Tanos de Moqui nombrado Pedro, que tenían actual y cruda guerra con los apaches navajós, y que éstos les habían muerto y cautivado muchas gentes. Por lo cual añadió estaban deseando que llegasen a estos pueblos algunos padres o españoles para por medio de ellos impetrar del señor gobernador algún socorro o defensa contra estos enemigos. Y así que habían tenido especial alegría cuando supieron habíamos venido a visitarlos, porque esperaban que nosotros los habíamos de favorecer y consolar. Pareciónos ésta una de las más bellas ocasiones para inducirlos se redujesen a la Fe y a los dominios de su Majestad (que Dios guarde); les respondimos dándoles grandes esperanzas y diciéndoles que convocasen a los principales de los otros tres pueblos para que viniesen a estos de Gualpi, que el día siguiente se juntasen todos en éste de los Tanos para tratar de espacio y con seriedad este negocio. Dijo entonces el referido Pedro que él quería pasar a la Villa de Santa Fe para establecer con el señor gobernador en nombre de los moquinos y tanos la alianza que deseaban, y pedir el socorro que necesitaban, si nosotros queríamos llevarlo en nuestra compañía. Respondímosle que lo llevaríamos gustosos y nos interesaríamos a favor de todos los moquinos con el señor gobernador, pero que para esto era necesario que de cada uno de los seis pueblos pasase alguno de autoridad a la presencia de su señoría. Quedaron en que el día siguiente se juntarían del modo insinuado y nos llamarían, estando ya juntos en una estufa para hablar y tratar de todo y determinar los convenientes.172.




Día 19 vinieron los principales de Mosanganabi, y estando ya ajuntos con los caciques y capitanes de estos pueblos de la mesa de Gualpi en una estufa de los tanos, nos llevó a ella el dicho apóstata Pedro, dándonos por intérprete a otro apóstata, indio del pueblo de Santa Clara nombrado Antonio el Cuate, porque éste habla y entiende bien el idioma castellano, el cual traducía nuestras palabras al idioma tegua, y el referido Pedro al moquino, para que todos los de la junta nos entendiésemos. Refirieron lo que habían conferido antes que nosotros llegásemos a la estufa, y que habían convenido en que el apóstata Pedro pasase en nuestra compañía a la Villa de Santa Fe para en nombre de todos pedir al señor gobernador socorro contra los apaches navajós y establecer amistad con los españoles; y nos suplicaron hiciésemos todo lo posible en su favor. Respondímosles que en todo estaríamos de su parte porque los amábamos como a hijos y nos compadecíamos mucho de sus miserias, pero que como sólo Dios es el que todo lo puede y gobierna, mientras permaneciesen en su infidelidad y no cesasen de ofenderle, no podrían librarse de padecerlas. Consecutivamente les expusimos la gravedad de las penas eternas, que si no se reducían a la religión Cristiana habían de padecer irremisiblemente en el infierno, valiéndonos para mayor claridad y fuerza de las aflicciones que nos acababan de referir. Dijímosles también que si se reducían tendrían constante y seguro amparo en las armas españolas contra todos los gentiles que intentasen hostilizarlos, como los demás pueblos cristianos de la Nueva Méjico, haciéndoles ver al mismo tiempo la inutilidad e inconstancia de las amistades y alianzas que con los yutas y navajós habían antes repetidas veces celebrado. Y después de haberles dicho todo lo que nos pareció conveniente y eficaz, les dijimos nos declarasen su determinación, en la inteligencia de que fuese o no conforme a nuestro deseo, siempre estábamos en llevar a sus embajadores a Santa Fe y favorecerlos en lo posible. Tres veces instamos exhortándolos a que se redujesen al gremio de la Iglesia, impugnando y convenciendo de falsas e insubsistentes las razones que daban para no reducirse a la Fe. En la primera respondieron que ya sabían que los gobernadores enviaban a los padres para que los redujese a su dominio, pero que ellos ni habían querido ni querían. En la segunda nos dieron a entender que, pues había muchas naciones gentiles más que cristianos, querían seguir el partido más numeroso; y que a más de esto vivían en tierra muy incómoda para el servicio que convertidos habían de hacer a los españoles.173.




Deshecha la aparente fuerza de cada una de estas razones, y no hallando ya qué oponer, hablaron largo rato todos los de la asamblea singularmente, empezando los de mayor autoridad siguiendo el órden de ésta; y aunque hablaba cada uno, se explicaba en forma de diálogo y concluía su discurso con varias preguntas a los demás, quienes respondían asintiendo o negando respectivamente conforme a la calidad de las preguntas. En estos discursos referían las tradiciones de sus antepasados y exhortaban a su observancia, concluyendo que les convenía sufrir las calamidades y trabajos actuales antes que ir contra ellas; y respondieron que ellos sólo querían nuestra amistad pero de ninguna suerte hacerse cristianos, porque los-viejos antiguos les habían dicho y aconsejado que nunca se sujetasen a los españoles. Procuramos hacerles ver la necia impiedad de semejantes tradiciones y consejos, pero sin fruto alguno. Y últimamente resolvieron que dicho Pedro no pasase a la Villa de Santa Fe, cuyo motivo nos declaró él mismo diciendo: "Ya no quieren que yo vaya a ver al governador porque, como yo soy cristiano, dicen que no me dejará volver a Moqui." él temía esto mucho más que los otros, y así no pudimos reducirlo a la ejecución de su primer pensamiento. Concluída la asamblea, nos retiramos bien tristes a nuestra posada, viendo invencible la obstinación de los infelices indios. Y así determinamos seguir el otro día para Zuñi antes que se acabasen de cerrar los puertos y caminos, pues estaba nevando sin cesar. Por cuya causa no pudimos observar la altura del polo en que se hallan estos pueblos de Moqui.174.




Día 20 por la tarde salimos de los pueblos de Gualpi, y andadas cuatro leguas al leste cuarta al sueste paramos a hacer noche en el aguaje nombrado el Ojo del Cañutillo u Ojito de Moqui. Hoy cuatro leguas.175.




Día 21 salimos del Ojo del Cañutillo rumbo nordeste, y andadas tres leguas, declinamos al les-sueste dos, y andadas otras dos poco más al leste, paramos más de media legua antes del pequeño aguaje nombrado el Estiladero u Ojito del Peñasco. Hoy siete leguas.176.




Día 22 dejamos a los compañeros con el resto de las caballerías que venían más debilitadas, para que siguiesen hasta Zuñi poco a poco, y nosotros con tres de ellos partimos a la ligera. Y andadas nueve leguas leste cuarta al sueste llegamos al paraje nombrado Cumaá. Aquí descansamos un rato y proseguimos otras dos leguas al leste. Fatigáronsenos las caballerías y hubimos de parar. Hoy once leguas.177.




Día 23 proseguimos, aunque nevó todo el día con molestísimas borrascas, y andadas a galope doce leguas paramos en el paraje nombrado Kianaituna u Ojo del Señor San José. Esta noche padecimos excesivo frío. Hoy doce leguas, casi todas al este.178.




Día 24 en cuanto aclaró salimos del Ojo del Señor San José rumbo sueste, y andadas dos leguas paramos un rato a hacer lumbre para calentarnos, porque hacía tanto frío que temíamos quedar helados en esta cañada. Proseguimos sueste más de tres leguas, y andadas otras dos leste cuarta al nordeste paramos a remudar en un aguaje que los Zuñis llaman Okiappa. Proseguimos, y andadas cinco leguas al sueste llegamos y de noche y extremamente fatigados al pueblo y misión de Nuestra Señora de Guadalupe de Zuñi. Hoy doce leguas.179.




Y no hallándonos con fuerzas para pasar prontamente a la Villa de Santa Fe, participamos al señor gobernador nuestro feliz arrivo a esta misión y una breve noticia de lo contenido en este diario.180.




Día 26 por la tarde llegaron los demás compañeros.181.




Por varios incidentes permanecimos en esta misión hasta el día 13 de diciembre en que salimos de ella para la Villa de Santa Fe. Y habiendo andado treinta leguas llegamos a la misión de San Estéban de ácoma el día 16 del mismo diciembre.182.




Luego cayó una competente nevada y nos impidió proseguir con la brevedad que deseábamos.183.




Día 20 salimos de ácoma para la misión del Señor San José de la Laguna adonde llegamos andadas cuatro leguas al norte. Hoy cuatro leguas.184.




Día 22 salimos de la Laguna, y andadas seis leguas leste cuarta al nordeste paramos en el sitio nombrado el álamo. Hoy seis leguas.185.




Día 23 salimos de aquí, y andadas cinco leguas al leste y cuatro al les-sueste, llegamos a la misión de San Agustín de la Isleta. Hoy nueve leguas.186.




Día 28 salimos del pueblo de la Isleta, y andadas cuatro leguas llegamos a la misión de San Francisco Xavier de Albuquerque. Hoy cuatro leguas.187.




Día 30 salimos de aquí, y andadas otras cuatro leguas llegamos a la misión de Nuestra Señora de los Dolores de Sandía. Hoy cuatro leguas.188.




Día 31 proseguimos, y andadas siete leguas llegamos a la misión de Nuestro Padre Santo Domingo. Hoy siete leguas.189.




Día 2 de enero de este año de 77 llegamos a la Villa de Santa Fe, habiendo hoy salido de la misión inmediate dicha.190.




Día 3 de enero presentamos este diario, la seña de los lagunas de que en él se hace mención, y el indio laguna. Y por ser cierto y según lo acaecido y observado en nuestro viaje cuanto en este diario se contiene, lo firmamos en este mismo día 3 de enero del año de 1777. Fray Francisco Atanasio Domínguez191.




Fray Silvestre Vélez de Escalante192.




Escopia desu original que queda enla secretaria de la Comandancia General demi cargo de que Certifico Mexico 26 de Julio de 1777, Antonio Bonilla.193.

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